Xi’an, de la torre de la campana al barrio musulmán (10)
Xi’an, de la torre de la campana al barrio musulmán (10)

Xi’an, de la torre de la campana al barrio musulmán (10)

 

Salimos temprano, así que nos toca desayunar en el tren. Es un trayecto de 4 horas entre Chengdú y Xí’an, que la verdad es que se pasa volando porque vamos editando fotos y durmiendo. Los trenes chinos son bastante cómodos.

La ciudad de los mil nombres

Llegamos a Xi’an y lo primero que comprobamos es que el tamaño de esta ciudad es considerable. Tiene dos estaciones de tren de alta velocidad (la nuestra es la segunda) y una interesante red de metro. La estación de metro del centro de la ciudad, que se encuentra justo debajo de la torre de la campana, tiene salidas de la A a la J y una forma circular. Nuestro hotel está ubicado a escasos metros de esta salida, lo cuál es bastante conveniente para recorrer la ciudad.

El nombre de la ciudad 西安 se traduce como «Paz Occidental». Durante la dinastía Zhou, el área fue conocida como Fenghao, que abarcaba las antiguas ciudades de Feng y Hao. Posteriormente, su nombre se cambió a Chang’an, que significa «paz perpetua», durante la dinastía Han. En el año 581, bajo la dinastía Sui, se llamó Daxing (大兴), pero volvió a ser Chang’an durante la dinastía Tang. Durante la dinastía Yuan, la ciudad recibió los nombres de Fengyuan (奉元), luego Anxi (安西), y más tarde Jingzhao (京兆). Finalmente, en el año 1369, en la época de la dinastía Ming, se estableció el nombre Xi’an, que se mantuvo hasta 1928. En 1930, la ciudad fue renombrada a Xijing (西京), que significa «La capital de occidente». En 1943, el nombre volvió a ser Xi’an, como en la época Ming.

Subimos al hotel en ascensor directos desde la calle. No hablan nada de inglés pero usando el traductor nos informan de que nos han hecho un upgrade de la habitación, poniéndonos una con ventana y, además, nos obsequian con una bandeja de frutas. Dejamos el equipaje y, al salir, consultamos al chico de recepción sobre la visita a los guerreros de terracota. Él nos recomienda comprar las entradas y nos dice que las puede reservar él mismo desde el miniprograma, pagándole nosotros directamente con Wechat. La verdad es que es más cómodo porque así no tenemos que estar con el traductor, así que las dejamos compradas.

Bajamos a la calle, que está llenita de puestos de comida. Es una calle peatonal con mucho ambiente. Vemos un local donde tienen las famosas hamburguesas de Xian, un bollito de pan relleno de carne picada. Resultan estar increíbles, muy muy ricas. Luego pedimos en otro puesto una especie de pizza cortada en trocitos que también está muy rica.

La torre de la campana

Llevamos hasta la torre de la campana, a la que se accede por la rotonda subterránea que hay debajo de la rotonda «para coches». La Torre de la Campana de Xi’an es una de las estructuras más emblemáticas de esta ciudad histórica, ubicada en la provincia de Shaanxi, China. Fue construida en 1384 durante la dinastía Ming, bajo las órdenes del emperador Hongwu. La verdad es que nos esperábamos algo más impresionante, el lugar es curioso y las campanas tienen su historia, destacan principalmente las vistas de la ciudad y los techos decorados de madera, que son impresionantes.

Originalmente, la torre estaba situada en el extremo de la calle de Guangji, pero en 1582, durante la dinastía Ming, fue trasladada al centro de la ciudad, donde aún se encuentra hoy, en la intersección de las cuatro avenidas principales de Xi’an. En la torre se encuentra una gran campana de bronce, que pesa aproximadamente 6 toneladas. Tradicionalmente, la campana se tocaba al amanecer para marcar el comienzo del día. La torre fue construida con fines defensivos y para anunciar la hora. La campana servía para alertar a los ciudadanos sobre emergencias, tales como ataques enemigos o incendios.

La entrada combinada con la Torre del Tambor nos cuesta 100 yuanes para los dos.

Cuando salimos, nos dirigimos hacia la torre del tambor, que está bastante cerca. De camino nos encontramos con muchísimas princesas chinas. Una de ellas, se presta a hacer una mini sesión de fotos frente a la torre y, la verdad, el resultado nos encanta.

La torre del tambor

La Torre del Tambor fue construida en 1380, cuatro años antes que la Torre de la Campana, durante la dinastía Ming. Fue erigida bajo las órdenes del emperador Hongwu, con el propósito de marcar el tiempo y alertar a los ciudadanos sobre eventos importantes. En tiempos antiguos, la Torre del Tambor se utilizaba para marcar el final del día. Los tambores eran golpeados al atardecer para indicar el cierre de las puertas de la ciudad y el inicio del toque de queda. Esta práctica era esencial para la vida diaria y la seguridad de los habitantes de Xi’an. el tambor sonaba por las noches tres veces: a las 7 para cerrar las puertas de la ciudad, a las 10 para el toque de queda y a las 5 para abrir las puertas. Por las mañanas se marcaban los eventos con las campanas.

En esta torre hay una exposición de muebles típicos de la dinastía Ming y, además, cada hora realizan un pequeño concierto con tambores que es bastante curioso. En la zona exterior hay varios tambores históricos y se puede también ver el tambor original de la torre.

Curiosamente, hasta la dinastía Han no había mobiliario. Lo normal era sentarse en el suelo y, como mucho, disponer de alfombras, sofás o camas. Los Ming y los Qing cambian las reglas del juego, incorporando mesas, sillas y otros elementos decorativos como espejos.

El barrio musulmán

Seguimos hacia el barrio musulmán, que es un poco como un barrio chino normal, con sus tiendas loquísimas de dragones echando humo por la boca y cascadas, puestos de comida a tutiplén y dos cosas curiosas: pan, al estilo árabe, y mujeres cubiertas con hiyab.

También en este barrio se concentran las tiendas de souvenirs, donde acabamos picando y comprando algunas cosillas.

Aprovechamos para visitar la Gran mezquita de Xi’an, que tiene una mezcla arquitectónica bastante curiosa, entre china y árabe. El minarete, por ejemplo, es una pagoda. Fue construida en el año 742, durante la dinastía Tang para poder atender a los cada vez más numerosos creyentes musulmanes que habitaban en la ciudad. Durante las dinastías Ming y Qing fue restaurada, lo cuál nos parece un síntoma bastante evidente de la convivencia religiosa que hay en esta ciudad. La verdad es que la mezquita es una maravilla y merece totalmente la pena la visita.

Regresamos a la plaza de la Torre del Tambor y subimos al mirador que tiene el Centro comercial que hay justo en frente, desde donde se tienen unas vistas magníficas, de hecho bastante mejores que desde la propia Torre. El mirador es gratuito y está en la planta sexta, de hecho hay dos miradores muy próximos con distintas perspectiva. Aprovechamos que hay un grupito tirando fotos para pedir prestado un trípode, que nos dejan encantados. ¿Hemos comentado ya lo amables que son en China?

Al bajar, hacemos algunas fotos a una pareja que va vestida de princesa y príncipe chino. Nos preguntan que cuánto cobramos y cuando decimos que nada, se ponen contentísimos. Al rato, cuando terminamos de hacer las fotos, la chica aparece con un pasador de pelo que nos regalan como muestra de agradecimiento.

En la plaza hay un par de grupos bailando y, la verdad, es alucinante lo bien que lo hacen, parecen profesionales. Las coreografías son un espectáculo y sus movimientos increíbles.

Ya en el hotel, gestionamos el traslado de mañana a los guerreros de terracota. Queríamos ir en transporte público, pero se tarda como una hora y media y nos han dicho que con el autobús llegaríamos en 30 minutos (espoiler: es mentira). Como no queremos madrugar tanto porque la ciudad tiene ambientazo nocturno y estamos un poco cansados, decidimos darnos el capricho a la ida y ya regresar en transporte público.

Resuelto esto, nos vamos al barrio musulmán a cenar. Hay mucho ambiente, gente paseando y de compras, cenando. Nos encantan estas ciudades peatonales, hechas por y para la gente, donde uno puede estar tranquilamente en el parque y, encima, está todo limpísimo y se percibe que hay una seguridad total en las calles. Xi’an es, sin duda, nuestra ciudad preferida de China. El hecho de que sea abarcable a pie ayuda mucho, porque a nosotros nos encanta patearnos los sitios y es verdad que en Shanghai o Chengdú tienes más necesidad de tirar de metro.

Nos tomamos otra hamburguesa de Xi’an en un sitio que tiene bastante cola, pero no está tan rica como la de ayer. Luego probamos un bollito que resulta ser de persimon y un zumo de ciruela que está increíble y que viene en un vasito muy chulo que nos quedamos de recuerdo. Cómo no, probamos el pan árabe y una tarta llamada osmanthus, que no sabemos de qué es, pero por la textura diríamos que de arroz y que nos resulta muy curiosa porque tiene los colores de la bandera de la ciudad en la que vivimos.

Nos damos un largo paseo por el barrio musulmán y terminamos haciendo algunas sesiones más de fotos a las princesas chinas que se amontonan en la rotonda, que son muchas. En la plaza hay conciertos, mesas con apuestas y bingo, ruletas… vamos, que es imposible aburrirse. Finalmente nos vence el cansancio y nos vamos al hotel porque no podemos más, pero la ciudad sigue a su ritmo.

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