Pekín, el templo Lama y una despedida (15)
Pekín, el templo Lama y una despedida (15)

Pekín, el templo Lama y una despedida (15)

Nos levantamos con calma por primera vez en todo el viaje, estamos tan agotados después de la caña que nos hemos dado estos días, que necesitamos un poco de relax. Desayunamos en la habitación y bajamos a hacer el check out. Luego nos damos el lujo de pasarnos por las tiendas de souvenirs que hay en nuestra calle a comprar algunas cosas y acabamos comprando una tetera de hierro que nos encanta.

El templo Lama

Vamos en metro hasta Lama temple, la parada que queda más cerca del templo. Seguimos teniendo que comprar las entradas en taquilla porque en las máquinas nos piden un registro que no conseguimos hacer. Los pasillos de metro son interminables, se tarda una barbaridad en llegar al andén. Y, por supuesto, al llegar al templo ya está lleno de gente. No sabemos si hay algún evento, pero están repartiendo incienso en la entrada a todos los visitantes. Nosotros cogemos el nuestro para quemarlo.

El Templo Lama, también conocido como Yonghe Gong o Palacio de la Paz y la Armonía, es uno de los templos budistas tibetanos más importantes de Beijing. El templo fue construido en 1694 durante la dinastía Qing. Originalmente, sirvió como residencia del príncipe Yong, quien más tarde se convirtió en el emperador Yongzheng.

Este templo es una sucesión continua de patios y edificios, la verdad es que es curioso porque parece que no va a terminar nunca. La parte mala es que los primeros edificios son todos iguales y la sensación es un poco como de fallo de Matrix. Los dos últimos edificios ya sí son diferentes, hay una zona de estudio destinada a los monjes, con un montón de escritorios iguales, y un buda dorado de 18 metros de altura que impresiona bastante porque está dentro del edificio. Se trata de Maitreya y está hecha de un solo tronco de sándalo blanco.

Último paseo por Pekín

Lo siguiente que nos planteamos es ir al Palacio de Verano. No hemos comprado las entradas por anticipado y ya no se puede, tiene que hacerse un día antes, es sábado y no sabemos qué nos vamos a encontrar a nivel de gente. Y, la verdad, estamos un poco agotados de Pekín. Es una pena, pero es una ciudad que nos está resultando tremendamente hostil, no apetece recorrerla y la sensación turística es realmente agobiante. Es curioso porque llevamos dos semanas viajando por China y hemos estado en sitios con mucha gente, como los guerreros de terracota, pero no nos ha resultado tan agobiante. No sabemos si es porque aquí hay más gente, si es porque el control policial está terriblemente intensificado o si es porque esta ciudad parece carecer totalmente de vida, como si fuera una especie de museo. El caso es que no nos resulta nada agradable recorrerla, siendo honestos. Cada trayecto implica dar una vuelta inmensa porque hay vallas que impiden cambiar de acera salvo en puntos concretos, no hay absolutamente nada salvo una valla y un muro enorme al otro lado…

Nos vamos hacia los hutongs de Gouzijian y se nota que son terriblemente turísticos, la mitad están reconvertidos en tiendas de artesanía y cafeterías hipster. Al menos hay algo de actividad y más que ver que un muro, eso sí. Nos tomamos un yogur líquido, de los que llevamos viendo todo el viaje y aún no habíamos probado. Está muy rico, casi nos arrepentimos de haber esperado al último día. La verdad es que hubiera tenido más sentido hacerlo con un free tour, pero por más que buscamos no vimos ninguno. Y se conoce que no solo lo pensamos nosotros, porque acaban de poner este que empieza a operar en diciembre, afortunados los que vayáis para esa fecha.

 

Volvemos por el hutong Wudsoying, que igual que el anterior es una mezcla entre Malasaña y un centro comercial al aire libre. Está agradable, pero realmente es muy distinto del hutong que vimos ayer, que era bastante más auténtico, aunque estuviera desierto como un solar.

Cogemos el metro de vuelta a Wangfunging y nos damos cuenta de que, curiosamente, tienen pasillos habilitados para cada sentido y un pasillo reversible, según la hora del día que sea. Nos bajamos para salir a una calle peatonal y comercial, que bien podría pertenecer a Shanghai o a cualquier otra ciudad del mundo, repleta de las mismas tiendas de marca que tienen todas y, cómo no, bastante vacía. También comprensible porque hace calor y no hay ni una triste sombra, así que imaginamos que la gente estará dentro de las tiendas.

Pasamos por el antiguo mercado de insectos de Donhuamen, que nos hubiera encantado visitar pero cerraron en 2016 después de 30 años de funcionamiento, por quejas sobre su salubridad y el ruido. Lo más curioso es el contraste entre los edificios modernos y el toque chino clásico.

Nos vamos

Tras dar un último paseo por nuestra calle, la más entretenida y con más ambiente de Pekín, cogemos algo para comer y nos vamos a por las mochilas para irnos hacia el aeropuerto. Tenemos primero que coger el metro y luego un tren ligero, en total poco más de una hora de trayecto.

El aeropuerto de Daxing es impresionante, tiene un jardín chino en su interior, con una cascada y un lago. Una pasada. Nos sentamos un rato a descansar mientras esperamos a que salga el vuelo. Por cierto, nos vamos un poco renegados porque habíamos comprado una botellita de 100ml  de licor de recuerdo y en el control de equipajes nos la han quitado porque nos han dicho que no se pueden llevar líquidos a bordo y tampoco nos han dejado facturarla porque no se puede facturar alcohol. En fin, tampoco nos íbamos a poner a discutir por 1 euro que nos había costado, pero no entendemos nada.

La verdad es que nos da un poco de pena haber terminado el viaje en Pekín porque nuestra sensación ha sido bastante mala. Esta ciudad no nos ha gustado demasiado, al contrario que el resto del país. Y es una lástima porque China nos ha sorprendido mucho y muy positivamente. Nos hemos encontrado con gente abierta y muy amable, que nos ha tratado fenomenal. Lugares increíbles y un cuidado absoluto por la organización y el bienestar del visitante. Ciudades y pueblos repletos de vida, muy cuidados y limpios. Servicios públicos accesibles y funcionales. Y, en general, una experiencia muy placentera para el turista occidental, mucho más fácil de lo que nos parecía que iba a ser durante la preparación del viaje. Ni cuestionamos que volveremos a China porque nos quedan muchas cosas de este país por descubrir… aunque, posiblemente, evitaremos pasar demasiado tiempo en Pekín.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Content is protected !!