El fuerte Amber
Empezamos la mañana yendo al fuerte Amber. Este complejo palaciego fue construido durante el reinado del Raja Man Singh, en el siglo XVI . El fuerte mezcla arquitectura hindú y musulmana y está construido con piedra arenisca, abundante en la zona y responsable de su característico color rojizo.
El ticket de entrada cuesta 1000 rupias e incluye prácticamente todo lo que hay que ver en Jaipur salvo el Palacio Real, aunque también se puede comprar por 500 rupias solo la entrada al fuerte.
El fuerte es impresionante. Impone verlo bordear las montañas, con sus torres de vigilancia y su llamativo color rojizo. Las vistas desde la muralla son espectaculares y en su día tuvo que ser un lugar tremendamente lujoso. Prueba de ello es la sala de los espejos, que dicen que se iluminaba al completo con tan solo una vela, gracias a su diseño. Sin duda, merecida su fama y su reputación como uno de los lugares que hay que visitar en India.
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Hay muchos turistas, mayoritariamente indios. Este país cuenta con un gran volumen de turismo interno. Ayer pensábamos que era debido a la festividad sij que nos comentaron, pero,hoy corroboramos que es algo habitual del país. Seguimos haciéndonos fotografías con todos los que nos las piden de buen grado. Realmente nos parece algo muy divertido.
Durante la visita al fuerte uno de los vigilantes se pone a guiarnos y a explicarnos cosas. Al principio creemos que nos está llevando a otra zona porque nos hemos metido en algún sitio cerrado al público, ya que no media palabra con nosotros y simplemente nos dice que le sigamos en otra dirección. Luego, cuando empieza a contarnos cosas, ya entendemos que va buscando la propina. Como lo que nos cuenta nos parece interesante, le dejamos hablar. Al final está con nosotros como veinte minutos y le damos el único billete pequeño que llevamos. Se queda muy decepcionado pero nos da igual, no le hemos pedido nada y evidentemente no le vamos a pagar lo mismo que nos ha costado la entrada. Él mismo. Suena duro pero es la actitud que hay que tener. En todos los sitios turísticos sucede esto, gente que se intenta aprovechar de la vergüenza o educación de los turistas. Si no has solicitado un servicio, recházalo amablemente. Si no, paga lo que consideres que vale.
Existe la posibilidad de subir al Fuerte en elefante. Antes de hacerlo, te recomendamos que veas este vídeo.
Cuando acabamos en Amber, vamos a Nahargarh fort, también incluido en el ticket. La carretera de acceso es bastante mala y tardamos un rato en llegar. Este fuerte perteneció al maharajá Sawai Jai Singh II y sus murallas están unidas con las del fuerte Amber. Lo más impresionante son sus terrazas, rematadas con unas cúpulas espectaculares. Creíamos que iba a tener vistas del fuerte pero no, solo tiene vistas de la ciudad de Jaipur. Es más frecuentado por turismo indio que extranjero -de hecho, somos los únicos que estamos por allí-. Es bonito y nos ha gustado, pero si se va justo de tiempo y con lo que se tarda en subir, no creemos que merezca la pena verlo.
La ciudad rosa
De vuelta al centro paramos a hacer unas fotos en el Palacio del agua: el Jal Mahal. Se trata de un palacio construido en medio del lago Man Sagar. Fue construido por el maharajà Jai Singh II (¿te suena?) y solo es accesible en barca. El palacio no se puede visitar debido, curiosamente a la contaminación del lago (El gobierno indio lleva desde 2004 pensando en resolver este problema para favorecer el turismo, pero no acaban de ponerse en serio). La pena para nosotros, más que no visitarlo por dentro, es que por la hora que es no disponemos de la luz necesaria para hacer la foto más famosa del Jal Mahal: la de su reflejo en el agua.
Una vez en el centro visitamos el Palacio Real, que no está incluido en el ticket que cogimos antes. Es bonito pero, en nuestra opinión, caro para lo que es. Tiene una audioguía por 100 rupias que no nos resulta muy útil (cuenta muchas cosas pero pocas realmente interesantes). Eso es algo generalizado con las audioguías aquí. Dan muchos detalles pero pocos de interés. Suelen ser bastante aburridas.
La entrada al Palacio Real cuesta 500 rupias
Tras eso vamos al Hawa Mahal o Palacio de los vientos. Construido en el año 1799 por el marajá Sawai Pratap SinghSu y servía como extensión de la zenana o cámara de las mujeres destinada al harén. Vamos, que la función original del edificio era la de permitir a las mujeres reales observar la vida cotidiana de las calles de la ciudad sin ser vistas. En nuestra opinión, merece mucho más la pena por fuera que por dentro. Por dentro básicamente es ver el interior de la fachada y sus minúsculas ventanas.
El precio de la entrada es de 200 rupias (aunque está incluido en el ticket del Fuerte Amber)
Tomamos un par de kulfis -el helado que descubrimos en Amritsar-, muy cremoso y rico, por 30 rupias. Cada kulfi es de un sabor distinto, aunque no conseguimos averiguar de qué son exactamente. El caso es que están deliciosos.
Después vamos al Jantar mantar, el observatorio. Se trata de uno de los cinco observatorios astronómicos construidos en la India por el maharajá Jai Singh en 1728. Consiste en una colección de monumentos escultóricos, cuyas formas permitían el estudio de la evolución de las sombras producidas por el sol. El más impresionante es una estructura de 27 m de alto cuya sombra se mueve a razón de 4 metros por hora. La verdad es que es digno de ver, un sitio realmente curioso.
Su precio por libre es de 200 rupias, aunque también está incluido en el ticket.
Al salir, compramos en un puesto callejero una samosa que resulta ser extra picante y nos deja la boca ardiendo. Lo del picante por aquí es otro nivel: hay que tener siempre cuidado y pedir la comida no picante porque si no, es como comer fuego. Con los labios todavía medio dormidos vamos a Isarlat, una torre mirador desde la que hay unas vistas espectaculares de toda la ciudad.
La entrada de Isarlat es de 200 rupias, incluido en el ticket.
Después vamos a comer a un sitio que nos recomienda el conductor, que por cierto lleva toda la mañana esperándonos en el parking pese a que le hemos dicho por activa y por pasiva que se tome el día libre. Esta vez lleno de indios, pero nos dicen que sólo tiene thali a 300 rupias, sin enseñarnos la carta ni nada, y nos obliga a pedir uno por persona, así que nos vamos. Comemos un thali por 200 rupias en un sitio llamado Yugal que está muy cerquita y tan felices. Resulta curioso porque al acabar los camareros empiezan a hacerse fotos con nosotros (Tenemos la teoría de que nos van a colgar en la pared de la fama, como a los famosos :D). Tras la comida vamos a buscar a Baharu de nuevo. Nos lleva a un templo llamado Birla Mandir. Curiosamente, hay templos Mandir construidos por la familia Birla en varias ciudades de India. Son un tipo de templos hinduistas, normalmente construidos en mármol blanco o en arenisca.
El acceso es gratuito. Sólo hay que pagar 1 rupia por la taquilla de los zapatos.
Por las calles de Jaipur
El conductor nos pregunta si queremos ir de compras y nosotros pensando que nos va a llevar a algún mercadillo aceptamos. Sin embargo, nos lleva a una tienda bastante elegante y cara para lo que es India. Tienen lo mismo que en la calle pero al doble de precio. Eso sí, nos ofrecen bebida nada más llegar y está todo colocadísimo y muy bonito. No compramos nada, obviamente. De hecho salimos y cruzamos la calle para ir a un templo sij que hay enfrente, dejando al vendedor y a nuestro conductor bastante desconcertados.
Después le decimos a Baharu que queremos ir al centro a ver la ciudad de noche. Él quiere llevarnos al hotel porque dice que hay mucho tráfico, pero insistimos. Nos lleva un poco a regañadientes. Son las 7:30 cuando llegamos y le pedimos que nos recoja a las 9, pone mala cara y dice que es muy tarde, así que negociamos hasta 8:30. Luego nos arrepentiremos de esto: tendríamos que haberle dicho que se fuera a descansar que nosotros volvíamos al hotel en rickshaw. Es comprensible que si se pasa todo el día conduciendo y mañana le esperan otro montón de kilómetros quiera irse a dormir pronto. Responsable, diría yo.
Nos deja cerca de la ciudad rosa y andamos. No tenemos mucha hambre pero nos encanta descubrir sabores, así que probamos en una tienda el kachori y otro dulce que es como una bolita. Muy ricos ambos (el kachori es de miel y nos ponemos perdidos, pero está muy bueno). Mientras andamos unos niños se ponen un poco pesados pidiendo dinero y, como no nos gusta nada su tono, decidimos irnos a una zona más concurrida.
Nos tomamos otro kulfi -que son un vicio total- y ya nos damos por cenados. El tiempo se agota, así que regresamos por la calle de las compras al sitio en el que hemos quedado con el conductor, no sin antes comprarme unos pantalones por 200 rupias. La calidad es bastante regulera, pero bueno, son bonitos y por ese precio tampoco puedo pedir seda.
Cuando llegamos al coche Baharu está muy serio. Hemos llegado diez minutos más tarde de la hora acordada y entendemos que ha podido sentarle mal. Culpa nuestra por no haber pensado lo del rickshaw antes, la verdad. Afortunadamente el resto de días los hoteles son más céntricos y no necesitaremos depender del conductor para nada. Así él podrá descansar, que menuda palizas se pega el pobre, y nosotros ir a nuestro aire, que es lo que nos gusta.