Trece días de viaje y tenemos la sensación de llevar una eternidad. Es curioso como se relativiza el tiempo cuando uno está de viaje. Parece que todo se vive más intensamente, que se aprovechan más los días, que las experiencias son más. De momento no estamos adaptando a India. Se nos hace raro el cambio de país y, al menos a mí, me está costando un poco adaptarme al nuevo cambio. Aunque la diferencia entre las rupias indias y las nepalís es poca, existe.
Empezamos temprano para aprovechar las horas de luz. Aquí anochece temprano y conducir de noche no parece lo más aconsejable. Por la falta de iluminación en primer lugar y por la manera caótica de conducir de los indios. No es raro que se te cruce una vaca o una motocicleta a contramarcha por la autopista. De hecho, diría que es habitual. Baharu nos dice que algunos extranjeros alquilan coches para moverse por aquí. A nosotros nos parece una tremenda locura.
Abhaneri
Primero visitamos Abhaneri. La tradición cuenta que la localidad se llama de este modo porque la diosa local, Harshat Mata, se mostró en este lugar rodeada de un extraordinario resplandor o abha, que le dio el nombre original de Abha Nagri, el pueblo del resplandor, convertido más tarde en Abhaneri. Aquí está el Chand baori, un baori escalonado de la época de los rajputs y de los primeros en construirse en Rajastán. Los baoris son pozos en forma de tronco de cono invertido con varias terrazas unidas por tramos escalonados. Uno de los lados suele estar formado por templos y habitaciones que servían a los rituales y a los servicios del pozo. Se utilizaban tanto por motivos religiosos como para abastecerse de agua en invierno, la época seca.
La entrada al Chand baori es gratuita.
Vivimos un momento muy divertido porque nos encontramos con una excursión escolar y en un momento nos vemos rodeados de niños para una foto de grupo. Profesores incluidos. Todos muy alborotados, durante un instante nos sentimos como cebras acorraladas por una manda de leones, nos miran como si fuéramos de otro planeta. Lo más curioso es que se la hacen por separado, niñas por un lado y niños por otro. Imaginamos que porque irán a clases separadas.
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Al salir del baori vamos al templo de Harshat Mata, que está justo al lado. Es un templo del siglo IX o X dedicado a la la diosa de la alegría y la felicidad, Harshat Mata. Y.. en Abhaneri no hay mucho más que ver, así que continúamos nuestro camino hacia la siguiente parada de la ruta.
Fatehpur Sikri
Esta ciudad fue erigida por el emperador mogol Akbar entre 1571 y 1585. Fue la capital del imperio mogol durante 14 años y es un buen ejemplo de ciudad amurallada mogol. Se cree que tuvo que ser abandonada por falta de agua. Después fue saqueada, obviamente. Actualmente está abierta al turismo. El sistema es un poco raro porque por la ciudad no se puede circular en coche, así que te dejan en la entrada y ahí coges un autobús eléctrico por 10 rupias que te lleva a la ciudad.
El precio de la entrada a la ciudad es de 510 rupias, aunque la visita a la mezquita es gratuita.
Lo primero que te encuentras es la mezquita Jama Masjid. Esta es de acceso gratuito y, en nuestra opinión, lo más impresionante del lugar. De hecho nos gusta bastante más que Fatehpur, que nos decepciona un poco. Nos resulta curioso ver como la gente utiliza las mezquitas -y los templos en general- para pasar el día. Aquí se viene toda la familia con sus tuppers y se montan una comilona en los soportales de la mezquita a la sombra, tan felices. Es muy diferente a lo que estamos acostumbrados a ver.
La ciudad de Fatehpur, como ya he dicho, no nos parece nada del otro mundo. No quiero decir que no merezca la pena, pero el nivel en India es tan alto que cosas que, en otro lugar, parecerían impresionantes, aquí se quedan en el montón. Es un efecto curioso del que ya hablaremos más detenidamente.
Cuando terminamos de recorrer la ciudad, cogemos algo de comer en unos puestos de la calle que hay a la salida del complejo. El pobre Baharu no da crédito cuando nos ve llegar. Le ofrecemos comida pero nos dice que, si no nos importa, él prefiere parar a comer. Sospechamos que está preocupado por si enfermamos. Tienen la creencia de que somos muy delicados a su comida. Por ejemplo, cuando nos ven rellenando la botella con agua del grifo (para beber con elLifestraw alucinan y nos dicen que ni se nos ocurra. Les hemos explicado que la botella filtra el agua, pero no confian demasiado. No obstante, nosotros nos encontramos estupendamente y no hemos tenido ni un sólo problema estomacal hasta ahora.
A la salida de Fatehpur hay muchísimo atasco. Tardamos un rato en llegar a la autopista. A los pocos kilómetros Baharu hace un parón para comer en un sitio nuevamente turístico. Nosotros como ya hemos comido nos quedamos fuera leyendo. Él se va por la parte de atrás. Hemos llegado a la conclusión de que en estos sitios deben de tener algún tipo de acuerdo con los conductores, porque suelen irse todos a comer a otra zona y dejan a los turistas en la entrada principal.
Sale media hora más tarde y reanudamos la marcha pero, a los cinco minutos nos damos cuenta de que nos hemos dejado la botella del Lifestraw. Se lo decimos a Baharu que, aunque alucina un poco cuando le decimos que queremos volver a por la botella de agua, da la vuelta de inmediato y nos lleva al restaurante… en sentido contrario de la autopista. Bueno, realmente vamos medio por el arcén y aquí es de lo más habitual, pero no deja de parecernos sorprendente que a nadie parezca sorprenderle. Supongo que esto es India.
Recuperamos la botella y, ya sí, seguimos la ruta hacia Agra. Queremos intentar llegar al atardecer, pero nos da que va a estar difícil. Nos hemos entretenido mucho en Fatehpur.
Agra
Efectivamente, llegamos tardísimo a Agra y ya es completamente de noche. Tratamos de ir a la orilla opuesta del río para ver el Taj Mahal, pero un policía no nos deja pasar. Baharu nos dice que esta zona es bastante peligrosa y que es mejor que nos vayamos hacia el hotel. Por lo general, los indios con los que hemos hablado no tienen muy buena opinión de Agra. Bueno, más bien de Uttar Pradesh en general, que es el estado en el que se encuentra la ciudad. Dicen que es muy pobre y que hay mucha delincuencia.
Antes de ir al hotel paramos en una tienda propiedad de un conocido de Baharu y, aunque no compramos nada, acabamos teniendo una conversación de lo más animada con él, que habla español y quiere practicarlo. Nos cuenta que Agra ha sido una ciudad muy peligrosa pero que las cosas están cambiando últimamente y que ahora es bastante más segura.
Después vamos al hotel, que está a dos minutos a pie de las taquillas del Taj Mahal. Baharu nos dice que ni se nos ocurra salir, que cenemos en el hotel y que mañana vayamos al amanecer a la entrada del Taj Mahal. Tras estas indicaciones, nos despedimos.
Lo primero que hacemos es bajar a la calle a buscar donde cenar (somos unos rebeldes, que le vamos a hacer! :P). No nos desviamos mucho porque realmente en la calle del hotel no hay gran cosa y tampoco queremos aventurarnos mucho en la ciudad después de lo que nos han contado. Así que acabamos cenando en un sitio que hay justo al lado de hotel, lleno de locales. De hecho se quedan mirándonos como si fuéramos un fenómeno paranormal. Nos tomamos un thali por 100 rupias que resulta estar muy rico y después nos recorremos la calle.
Caminando descubrimos que en los puestos de helados ambulantes también venden kulfis, pero envasados. Están algo peor que los artesanales, pero nos comemos dos tan felices. Son un vicio. Después y viendo que no hay mucho más que hacer en la zona, nos vamos al hotel para descansar. Mañana tenemos una cita muy importante al amanecer.