Llegamos a Viena al atardecer, después de un vuelo de lo más anodino. Aprovechamos que estamos en el aeropuerto para comprar la Vienna Pass, ya que no sabemos si en la ciudad encontraremos algo abierto. El precio es de 59 euros para un día y tenemos pensado activarla mañana.
Viena, toma de contacto
Lo primero que nos sorprende al salir del aeropuerto es el transporte público que conecta el mismo con la ciudad: moderno, bien señalizado y funcional, nos recuerda en parte al aeropuerto de Lisboa. Cogemos el Railjet para ir a Wien Hauptbahnhof. Es la opción más económica y rápida, en apenas 15 minutos nos deja en la estación central de Viena. Vamos al hotel, que está muy cerca, a dejar el equipaje y salimos a inspeccionar la zona, llegando hasta Belvedere dando un paseo. Es una zona que se encuentra relativamente a las afueras y no hay apenas nada abierto a estas horas, ya que no es una zona turística. Aprovechamos para ver que tren tenemos que coger mañana y dónde, que no es nada complicado de averiguar, está todo bastante bien indicado y resulta muy intuitivo. Cenamos en un Würstel stand, tan típico de aquí, se trata de un kiosko de comida callejera, normalmente salchichas. Probamos una salchicha rellena de queso que nos recomienda el chico que lo atiende. Después, agotados, regresamos al hotel y nos vamos a la cama. Mañana va a ser un día largo.
Exprimiendo la Viena Pass
Hoy hemos madrugado mucho. Queremos aprovechar la Vienna Pass y vamos a ser concienzudos. La verdad es que no tenemos nada claro si nos dará tiempo a ver todo lo que tenemos pensado, pero por lo menos lo vamos a intentar.
Schönbrunn
Lo primero que hacemos es coger el S1 en Wien Hauptbahnhof. Aunque la Vienna Pass incluye el Hop-on Hop-off que pasa por aquí y llega hasta Schönbrunn, el primero sale «tarde» y nosotros queremos llegar al Palacio a las 8, cuando abren. Nos montamos las 7:41 y 10 minutos después estamos en Wien Hetzendorf Bahnhof. Tardamos un poco más desde la estación hasta el Palacio: hay unos 2 kilómetros a pie, pero se hacen muy bien por que pasan por los jardines del palacio, de acceso gratuito y realmente impresionantes. (Dicen que Maria Teresa se inspiró en Versalles, donde vivía su hija Maria Antonieta, cuando encargó construir Schönbrunn).
En la entrada de Schönbrunn no hay cola, así que sacamos nuestros pases y empezamos la visita guiada., con audio guía. Con la Vienna Pass está incluído el Grand Tour, por lo que realizamos la visita completa, que incluye 40 habitaciones. En total dura una hora aproximadamente y y básicamente consiste en recorrer las diferentes estancias del palacio escuchando la historia de los Habsburgo. Para ser sinceros, nos decepciona un poco. Quizás porque el último palacio que visitamos fue el Hermitage y, si de algo sabían los Romanov, era de palacios. Schönbrunn no está mal, su historia es interesante, pero el conjunto nos resulta un tanto soso. Eso sí, los jardines son maravillosos. Merecen la pena totalmente 🙂
Tiergarten
Al salir del palacio damos un paseo por los jardines y aprovechamos que está incluido en la Vienna Pass para visitar el Tiergarten, el zoo más antiguo del mundo que fue fundado como una casa de fieras imperial en 1752. La verdad es que no lo teniamos dentro del planning, pero nos encanta el ambiente que tiene: nos recuerda a lo que debiera en su dia el zoo del parque del Retiro en Madrid, solo que con pingüinos y osos polares!
Al salir -ahora si- cogemos el autobús Hop-on Hop-off en la puerta del Palacio hasta Belvedere. Hace mucho calor, así que nos viene bien para descansar un poco y recuperar fuerzas.
Belvedere
Belvedere en realidad son dos palacios enfrentados. ahora convertidos en museos. Los jardines, nuevamente, son gratuitos pero la entrada al museo no. Por suerte para nosotros, también está incluída en el Vienna Pass. Tenemos bastante claro que queremos entrar a la Galería de Arte Austriaco para ver los cuadros de Gustav Klimt que hay en el museo. Allí está expuesto posiblemente el más conocido de todos sus cuadros: «El Beso». Realmente es impresionante en directo, no sólo este cuadro, sino todos los de la sala. Nos deja sin palabras.
Palacio de Hofburg
De Belvedere bajamos a pie hasta el Palacio de Hofburg. Tenemos bastante suerte porque, aunque habíamos leído que solía haber cola, no nos encontramos con apenas gente y, además, al tener el Vienna Pass nos dejan pasar directamente. De nuevo, se trata de una visita con audio guía: La primera parte recorre la colección de vajillas reales que vemos de pasada, seguramente sea muy interesante pero no tenemos mucho que ver y esto no nos parece lo más interesante. Pasamos directamente al Museo de Sisí y los aposentos imperiales. De nuevo, como en Schönbrunn, nos decepciona un poco la visita. Quizás lo más interesante, al menos para mí, sea la historia de Sisí.
Biblioteca Nacional Austriaca
Nuestra siguiente parada es la Biblioteca Nacional Austriaca. Esta sí que es impresionante. Nos quedamos un buen rato embobados entre tanto libro.
Catedral de Viena
Seguimos el paseo hasta la Catedral de Viena. La entrada es gratuita, pero la subida a la torre no. Sin embargo, al llegar nos dicen que lo que está incluido en la Vienna Pass es el Tesoro. Las reliquias religiosas no nos entusiasman demasiado, pero las vistas de la Catedral desde las alturas son bastante impresionantes y merece totalmente la pena subir.
Muertos de calor, hacemos un pequeño descanso para tomarnos un helado en un Café Aida, una cadena de cafeterías bastante popular en la ciudad. Concretamente el de strudel está increíble.
De ahí, vamos hasta el Danubio para coger el City Cruise de las 16:00. El trayecto es de 1 hora y cuarto y nos resulta absolutamente prescindible. Nos arrepentimos bastante de haber elegido esta atracción, de hecho. Salvo porque nos sirve para descansar un poco y resguardarnos durante un rato del sol, no sacamos nada positivo del paseo.
Volvemos al autobús para ir a la Torre del Danubio, pasando por el Prater. Esto lo incluí únicamente porque era de las pocas atracciones, junto con la noria, que cerraban tarde y nos daban un poco más de margen, pero no tenía grandes expectativas. No podíamos estar más equivocados. Nos encantan las vistas del Danubio desde la Torre. Está ubicada en un precioso barrio residencial con un parque encantador que nos enamora al instante. Muy cerquita, la sede de la ONU en Austria. Además, el trayecto hasta la Torre recorre la orilla del Danubio y el paseo resulta bastante más interesante que lo que hemos visto desde el ferry. Concretamente, las vistas de la Iglesia San Francisco de Asís son espectaculares.
Prater
De ahí, de nuevo en el autobús, nos vamos al Prater para montar en el Wiener Riesenrad, la famosa noria de Viena, construida en 1897. La subida a la noria también está incluída en el Vienna Pass. Tenía muchas ganas de subir a la noria porque una de mis escenas preferidas de Antes del Amanecer tiene lugar en uno de sus vagones.
Cogemos el último autobús turístico (por suerte en verano amplían el horario un par de horas) y regresamos al centro, concretamente al Stadtpark. Nos tumbamos un rato en uno de sus bancos para reponer fuerzas y después seguimos la caminata hasta el centro. Pasamos por la Catedral y la Ópera, ya iluminadas y llegamos hasta la Iglesia de San Carlos. Tenemos recomendado un sitio para cenar cerquita, Gastwirtschaft Rohrböck, que aprovechamos para visitar. Llegamos por los pelos para cenar, ya que aquí las cocinas cierran pronto.
En Viena se estila bastante el plato del día, con un precio significativamente menor que el resto de la carta, que suele ser comida típica austriaca. Nosotros en concreto acabamos pidiendo Fleischpalatschinke, que viene a ser un crépe relleno de carne y Pleskavica (un filete ruso para que nos entendamos). Después damos otra vueltecita por la ciudad para hacer algunas fotos nocturnas y regresamos, completamente agotados (al menos yo) al hotel en metro. En total hemos caminado 24 kilómetros, no está nada mal para ser el primer día.