Nos despertamos a las 5 de la mañana con la sorpresa de que no hay electricidad. Skadi viene a recogernos a las 5:30 y nos explica que el gobierno ha cortado la luz, que es algo habitual aquí y que lo anómalo es que hayan estado una semana entera sin cortes. Cree que ha sido por las elecciones de esta semana. Nos cuenta también que al parecer las elecciones las ha ganado la oposición pero el gobierno se ha negado a cederles el poder. En Zanzibar ha habido protestas por esto y se ha previsto convocar nuevas votaciones en un mes. Curiosa democracia la de este país.
Cogemos el bus de las 6. Viajamos con Kidia One Express, la compañía que nos ha recomendado Skadi. El trayecto nos ha salido por 32800 tzs. No sabemos lo que tardaremos en llegar, se calcula que entre 10 y 12 horas, si tenemos suerte y no pinchamos. Aquí las cosas funcionan de otra manera, ya empezamos a acostumbrarnos.
Dejamos Arusha y salimos a la carretera. En el autobús ponen música a todo volumen, lo que hace imposible dormir. De vez en cuando para a recoger más pasajeros. Hay vendedores que se acercan a las ventanillas con cestas en la cabeza en las que se puede encontrar desde unas galletas hasta un reloj. Compramos algo para desayunar a uno de ellos por 3000 tzs, pero sólo me da tiempo a tirarle dos billetes de 1000 tzs al vendedor por la ventanilla porque el autobús arranca de repente.
Observo por la ventanilla. No deja de sorprenderme ver a la gente tirada a los lados de la carretera, haciendo nada. No termino de entender de qué vive aquí la gente, aunque estoy bastante segura de que nadie pasa hambre. No tienen lujos y sus condiciones de vida son bastante precarias, pero hambre no pasan. No hemos visto ni un sólo mendigo desde que estoy aquí. Creo que la gente espera una oportunidad de ganar algo de dinero, simplemente. Ya sea vendiendo cualquier cosa o ejerciendo de transporte para otros.
Ese tema es curioso también. Existen multitud de transportes extraoficiales aquí. Están los bagagis, que son unas motillos cubiertas en las que hemos llegado a ver hasta 5 personas. Un trayecto puede costar unos 1000 tzs, aunque aquí los precios dependen de la cara de incauto que te vean. Luego están los piki piki, que son motos en las que se suben una o dos personas. Esto es algo más caro, unos 3000 tzs, dependiendo del trayecto. Los dala dala, por unos 400 tzs son furgonetas en las que meten tanta gente como es posible, estas tienen rutas definidas y van haciendo paradas. De momento hemos probado los bagagis y los dala dala, los piki piki no acaban de convencerme. Además, Skadi nos dijo que hay que tener cuidado porque a veces los conductores van drogados o bebidos.
Otra cosa que me sorprende son los controles de carretera, hay muchos. Skadi nos contó ayer que la policía es muy corrupta aquí y que casi siempre paran para pedir dinero, amenazando con denunciarte por cualquier cosa si no pagas. Me sorprende constantemente este país. El choque cultural es enorme. La mayoría de las cosas no tienen sentido para nosotros, pero supongo que tendrán alguno para ellos. Me gustaría saber qué les sorprende de nosotros.
Hacemos una breve parada tras las primeras cinco horas de viaje. No más de quince minutos, realmente se toman poco tiempo para descansar aquí. Compro algo de comida en una tienda y comemos en el autobús. A nuestro lado se ha sentado una mujer que viaja con un gallo vivo en una cesta. En un momento del viaje el gallo protesta y ella mete la mano en la cesta, al ver que el sonido cesa temo que le haya matado. Pero al rato vuelvo a escucharle protestar. Seguimos el viaje. Me sorprende ver los laterales de las carreteras llenos de basura, la mayoría papeles o botellas que la gente tira por la ventanilla de sus vehículos. Los pueblos que pasamos ahora parecen más pobres que los del norte, en su mayoría las casas parecen construidas de adobe y paja. Ya no vemos maasáis.
Tardamos casi doce horas en llegar a Dar Es Salaam. Es una ciudad caótica, el tráfico es imposible, estamos prácticamente parados durante dos horas. Las calles están sucias y hay mucha gente. La estación de autobuses está a 7 kilómetros del centro, lo cual nos obliga a coger un taxi. He escrito al hotel donde nos alojamos, el Safari Inn, para pedir uno pero no han contestado. Tanto los españoles que hemos conocido como los tanzanos nos han advertido sobre los taxis. Al parecer aquí es frecuente que te secuestren y te pidan que pagues 300 o 400 euros para que te dejen ir. No es nada recomendable montarse en cualquier taxi, así que nos preocupa el tema. Finalmente llamo al hotel para ver qué ha pasado. Entre el ruido y el inglés escaso de mi interlocutor no termino de entender bien lo que me dicen, pero creo entender que me indican que coja un taxi cualquiera en la estación. No nos atrae nada la idea, así que empezamos a llamar a otros taxistas de confianza que llevamos apuntados. Al llegar a la estación vemos a un hombre que lleva un cartel con nuestro nombre y el nombre del hotel. Al principio nos emparanoiamos un poco pensando que alguien puede habernos escuchado hablar en el autobús con el hotel, así que diseñamos un plan de actuación para prevenir posibles incidentes. D. se sienta delante con el conductor y yo detrás, con el seguro echado y el GPS controlando el trayecto. Viajamos con bastante tensión hasta que el conductor nos da su tarjeta y comprobamos que, efectivamente, trabaja para el hotel. Eso nos hace respirar aliviados.
Nuestro taxista, que también se llama Bakari, nos lleva al hotel sin incidentes, así que nos quedamos con sus datos para el resto de desplazamientos que necesitemos. No queremos volver a pasar este mal rato. Dar no nos gusta nada, quizás por lo que nos han contado, pero no nos parece un sitio seguro. Salimos del hotel para ir al ferry a preguntar sobre los horarios, nos han dicho que hay problemas. Pensábamos coger el de las 9:30 de la mañana, pero no saben si saldrá. Efectivamente, en la oficina de Azam Marine nos confirman que sólo hay dos ferrys, a primera y a última hora. Han recortado barcos por el asunto de las elecciones. Tendremos que coger el de las 7 de la mañana, otro madrugón más.
De vuelta al hotel vemos un puesto de tortillas callejero. Nos han contado que es muy típico hacer una especie de tortilla de patatas fritas con huevo, así que la probamos. Nos cuesta 2000 tzs. Lo curioso es que nos la echa en una bolsa de plástico y acabamos comiendo con las manos en la habitación del hotel, una experiencia muy local.Cuando ya ha anochecido nos metemos en el hotel, no nos da ninguna seguridad esta ciudad sin luz, además el alumbrado público aquí no se estila. Tenemos ganas de salir de aquí y conocer, por fin, la maravillosa Zanzibar.