Amanece y la gráfica del volcán sigue de capa caída. Estamos muy nerviosos porque hoy es nuestra última oportunidad de verlo en acción. Por la noche sale nuestro avión de regreso a casa y estamos cada 10 minutos refrescando la web pero el mensaje es siempre el mismo: Volcano is not active.
Decepcionados, nos vamos a la cascada de Urridafoss, nuestra última cascada en Islandia. Hace un día muy gris y llueve, así que la escena no es muy allá, pero no es culpa de la cascada: es cierto que es menos impresionante que otras que hemos visto, pero también es verdad que si la hubiésemos visto al principio y/o con otra luz, creemos que nos habría gustado más. En cualquier caso, el detalle que más nos llama la atención es que es una cascada por la que saltan (o saltaban) salmones y truchas, remontando el río para desovar. Es muy de documental!
Luego vamos al cráter de Kerid, el único sitio que nos ha cobrado entrada propiamente dicha. Son 400 isk por persona, que si lo piensas bien es como cobrar 800 isk de parking. Está chulo, se puede recorrer toda la parte superior del cráter y bajar abajo, donde hay un pequeño lago. Es bonito y ayuda bastante que haya despejado y tengamos hasta un poquito de sol (si, el clima en Islandia es así: cambia del sol a la lluvia en cuestión de metros o de minutos).
Al salir del cráter nos vamos a echar gasolina (tenemos que devolver el depósito lleno) y aprovechamos para lavar el coche (y sin barro), que es gratuito en las gasolineras N1. Mientras valoramos qué hacer en Reikiavik, que es donde estamos pensando ir, actualizamos de nuevo la web y leemos la frase más maravillosa del mundo: Volcano is active. Sin pensarlo dos veces, nos compramos unos perritos en la N1 y cogemos el coche… y nos damos cuenta de que la gasolinera está justo en el sitio donde se coge el desvío hacia el volcán o hacia Reikiavik, como si fuera una señal.
Llegamos al volcán y aparcamos en el primer aparcamiento, donde comienza la ruta c que es la que recomiendan en la web para ver el volcán. Estábamos un poco nerviosos por si no encontrábamos sitio en el parking, pero la verdad es que es enorme y podemos aparcar sin problema.
El camino comienza con una subida empinada pero asequible que nos lleva a un mirador desde donde se ve el campo de lava, por donde se desbordó en su día… pero ahora mismo solo se ve humo y cero lava. Bastante decepcionados empezamos a buscar información y leemos que la lava se puede ver desde el final de la ruta b… pero la ruta b es de unas 3-4 horas y de dificultad muy alta. No sabemos qué hacer, no tenemos claro que nos vaya a dar tiempo a todo… pero, ¿Cómo no intentarlo?
Cogemos el coche y nos vamos al segundo parking (aunque luego descubriremos que el tercero está mucho más cerca del comienzo de la ruta b). Al llegar a la intersección entre las rutas a y b, después de caminar un buen rato, vemos que dice que la a es un trayecto sencillo de 45 minutos y la b un trayecto complejo de 1’5 horas (lo dice tal cual en la señal: «very hard»). La a no aparece en la web oficial, no sabemos dónde lleva… así que vamos por la b… en qué hora. Es una ruta bastante «shitty», como nos dicen unos chicos con los que nos cruzamos: Primero en llano, sobre un camino plagado de piedras por el que hay que ir con muchísimo cuidado para no torcerse un pie. Luego el mismo terreno pero en pendiente muy empinada. Y, para rematar, una pared prácticamente vertical que hay que subir agarrándose a una cuerda. Una paliza absoluta y un recorrido muy complicado… sobre todo cuando al llegar arriba descubrimos que la gente está llegando al mismo punto por la ruta a, que es un senderito apisonado, con apenas pendiente y por el que se tarda la mitad. Pero lo cierto es que nos da igual todo cuando a lo lejos vemos, por fin, una explosión de lava. Eso lo compensa absolutamente todo 🙂
Nos acercamos al cráter del volcán y nos quedamos con la boca abierta durante un buen rato. Esto es una de las cosas más espectaculares e increíbles que hemos visto en nuestra vida. Ver cómo salta la lava, como si fuera agua pero con una densidad mayor, cómo tiembla el suelo y se mece con una especie de oleaje, cómo se van desbordando los ríos de lava, cayendo con su tono rojizo, fundiendo la roca y pasando a negro cuando se solidifican… estamos tan cerca de la lava que nos parece un sueño.
Hemos tenido una suerte impresionante porque el día está despejado, no llueve y el viento lleva el gas que emite el volcán lejos de la zona en la que nos encontramos… mejores condiciones imposibles. Nos quedamos durante casi dos horas como embobados, sin poder dejar de hacer fotos y contemplar embelesados el crujir de la tierra. No nos queremos ir, pero tenemos que coger un vuelo. Así que regresamos por la ruta a, que nos parece un juego de niños al lado de la b. La pena no haberlo sabido antes porque hubiéramos ganado 1 hora más de estar junto al cráter, pero bueno…
De camino al parking podemos ver la inmensa nube de humo rojizo que se ha formado sobre el cráter que, en conjunto con las luces del atardecer, parecen un cuadro apocalíptico.
Ya en el parking intentamos pagar a través de la web, pero falla constantemente. En vista de la cantidad de coches que hay en los parkings ahora mismo, no nos sorprendería que estuviera saturado el servidor. De hecho, hay caravana para entrar en la zona de los aparcamientos. Empieza a anochecer y ver la lava tan roja en contraste con la oscuridad es una maravilla… aunque salir de allí a oscuras es un peligro porque el terreno está repleto de piedras y tropezar es bien fácil.
Devolvemos la camper sin incidencias, después de rellenar el depósito nuevamente. Luego vamos al aeropuerto, desde donde se puede ver perfectamente la nube de humo sobre el volcán. Aún sin creernos que nos tengamos que ir de este increíble y perfecto país que tantísimo nos ha gustado, subimos al avión y contemplamos el regalo de despedida que nos hace Islandia: una maravillosa perspectiva aérea del volcán en plena erupción.