Llevábamos años queriendo ir a Bulgaria, por motivos que descubriremos más adelante en este minidiario de viaje. Llegamos a tener el viaje organizado en 2020 pero, ah, la pandemia. Bulgaria y su capital, Sofía, no pudieron ser. Así que cuando a mediados de enero vimos unos vuelos con Wizzair a un precio razonable y la oportunidad de aprovechar un par de días de vacaciones que teníamos pendientes de 2023, no nos lo pensamos dos veces. ¡Nos íbamos a Sofía!
Hola, Bulgaria
Después de un vuelo que se hace corto para ser de 4 horas nos encontramos con una cola para el control de inmigración que se nos hace larga por lo lenta que avanza. Tardamos un rato hasta que conseguimos poner el pie fuera de la terminal, por fin en Sofía. Veníamos con idea de coger el transfer hasta la T2 y de ahí coger el metro, pero según salimos vemos el bus 84 arrancando. Aunque el conductor no nos entiende cuando le preguntamos si va hacia el centro, nos montamos confiando en nuestra memoria.
Afortunadamente, nuestra memoria parece funcionar y por 1,6 lev por persona (a pagar con tarjeta directamente en la máquina) llegamos no al centro, pero cerca. Por cierto, hay que utilizar una tarjeta por persona, no vale la misma para los dos. Son las tres de la tarde y, aunque podemos coger otro bus o el metro hasta el hostel, decidimos dar un paseo para ir descubriendo la ciudad.
Las primeras sensaciones son buenas: Sofía no es una ciudad espectacular, pero sí que parece acogedora, limpia y con rinconcitos bonitos. También es verdad que de camino al alojamiento pasamos por casi todos los puntos de interés. Aunque no nos paramos mucho con intención de volver luego.
El alojamiento
Nuestro alojamiento está justo en la frontera del casco histórico de Sofía, aunque no es del todo cierto puesto que, cuando llegamos nos dicen que en esa ubicación solo están las zonas comunes y los dormitorios comunales y que tenemos que dar un paseo de 5min (10 min realmente) hasta el sitio que está nuestra habitación. Un sitio, como el anterior, en el patio de una casa al que se accede por las zonas comunes de varios edificios. Curioso, aunque la habitación está bastante bien (dejando de lado que tiene, como en toda la zona, la ducha integrada en el baño).
Dejamos el calefactor encendido, porque la habitación está helada, y nos vamos a hacer el camino inverso al de venida. Y lo hacemos a través del bulevar Vitosha, que es la avenida peatonal que cruza el centro de Sofía y le da vida. Hay mucho movimiento, tiendas y restaurantes. Lo único raro que llama nuestra atención es que también hay mucha gente con estética neonazi, principalmente grupos de chavales jóvenes, lo que genera una sensación de incomodidad.
Serdica
Recorremos el bulevar hasta la antigua catedral de Sveta Nedelya y que, aunque por fuera parece muy robusta, por dentro tiene unos frescos muy coloridos y finos, posiblemente restaurados. Justo detrás de la catedral están realizando excavaciones, y es que justo es la zona en la que estaba la antigua ciudad romana de Serdika: Ulpia Serdika fue una importante ciudad de la época, de la que se dice que fue una localización alternativa a la propia Constantinopla en su fundación.
Además de la zona en la que estaba trabajando hay una zona enorme que ya está excavada y está muy bien preparada, cubierta por cúpulas de cristal y con muchas indicaciones. La zona es amplia y una de las salidas es a la Asamblea Nacional: situada en el antiguo edificio de la sede del partido comunista búlgaro. Nos recuerda muchísimo a las 7 hermanas de Moscú. Además está rodeada de unos edificios ministeriales que la encuadran y la dejan como único punto de fuga. La pena es que la plaza no es peatonal, si no que tiene una amplia avenida por uno de los lados que seguimos.
Un poco de historia
Iglesias y catedrales
La avenida nos lleva por todos los edificios oficiales (el banco central de Bulgaria, el antiguo palacio real -bastante pequeño por cierto-) hasta la iglesia rusa de San Nicolás de Mira. Es muy pequeña y están en misa, por lo que no podemos ver mucho del interior (no parece nada del otro mundo). Lo que nos sorprende es el exterior, perfectamente restaurado con las típicas cúpulas y colores ortodoxos… y la cantidad de gente, en especial joven, que está atendiendo a la misa. Una gran contraposición con España.
La catedral Alexander Nevsky
Justo en frente está la catedral de Alexander Nevsky, la catedral nueva, del año 1882 y con un estilo mucho más ortodoxo que la antigua, está en una zona peatonal, con mucha amplitud: está claro que la diseñaron no sólo como iglesia si no como emblema e icono arquitectónico. De hecho, es una de las 10 catedrales ortodoxas más grandes del mundo. El interior es oscuro, pero muy bonito. Pasar es gratis pero, como en la antigua catedral, el hacer fotografías sí que tiene coste de 5 lev.
La historia de esta catedral es bastante curiosa. En 1879, en una asamblea en Tarnovo, surge la brillante idea de construir una catedral que homenajee la Liberación de Bulgaria del imperio Otomano. Después de darle algunas vueltas a dónde ponerla, se decide que el lugar ideal es la recién estrenada capital del país: Sofía. Para construirla se piden donaciones y se recaudan casi dos millones de levs, un dineral para la época. En los cimientos hay una «cápsula del tiempo» con el nombre de los miembros del gobierno de entonces. En la catedral, además del característico diseño ruso, hay elementos de otros países europeos. El mármol fue traído desde Múnich, las puertas elaboradas en Berlín y los mosaicos llegaron desde Venecia.
Cuando entrabamos a la catedral estaba poniéndose el sol, y ahora ya es noche casi cerrada. Volvemos sobre nuestros pasos y nos encaminamos, a travésdel City garden hacia el teatro nacional Ivan Vazov. De ahí nos vamos una librería que está justo en frente para comprar nuestra 11ª edición de We (ya lo tenemos en búlgaro, inglés, portugués, francés, italiano, ruso…)
La gastronomía búlgara
Volvemos paseando hacia el centro para sacar algo de dinero y para comprar algo de desayuno. Y comida, puesto que mañana queremos ir a Rila y no queremos que nos vuelvan a pillar desprevenidos con los restaurantes acordados en las excursiones. Primero miramos en un supermercado al lado de la asamblea Nacional, pero parece bastante pijo, es caro y la comida es la misma que podrías encontrar en España. Finalmente nos vamos a Billa, un supermercado que está un poco más retirado pero claramente con mejores precios y productos locales.
Mientras compramos empezamos a sentir un poco de hambre. El bulevar Vitosha está lleno de restaurantes, pero todos parecen ser de comida internacional, y demasiado cuquis para lo que estemos buscando. Lo que queremos es algo más tradicional y local. Nos decidimos por Balito, uno de los que tratemos apuntados, y vamos para allá. Se nota como nos vamos saliendo de la zona céntrica por como se va reduciendo la cantidad de farolas e iluminación en las calles.
Una cena típica
Cuando llegamos pensamos que está cerrado de lo tenue que tiene la iluminación, pero no: está abierto y nos sentamos con nuestro móvil para traducir la carta que está solo en búlgaro. Esto promete. Pedimos queso rebozado, champiñones rellenos de queso y panceta, y una especie de albóndigas.. y finalizamos con una tarta de manzana y chocolate. Todo ello por el módico precio de 26 levas (13€), a pagar en efectivo. La verdad es que riquísimo todo.
Nos volvemos dando un paseo hasta el apartamento. Parece que son las tantas, pero realmente son las 9… debe ser simplemente que hemos aprovechado el día. En cualquier caso, nos viene bien acostarnos prontito. En la cena hemos confirmado la excursión a Rila y Boyana por 25€, y tenemos que estar en la catedral (nueva) a las 8:40.