Empezamos nuestro quinto día en Rumanía conduciendo hasta la frontera con Ucrania. No teníamos intención de llegar hasta aquí, pero la situación parece tranquila por la zona y no parece que vaya a ser problemático… aunque, de camino, nos para un control de policía que nos dice algo de Rusia, pero como no hablamos rumano y ellos no hablan inglés, nos dejan continuar.
El cementerio de Săpânța
El llamado cementerio alegre de Săpânța es un lugar muy curioso y, en nuestra opinión, bastante digno de visita. No es que seamos los mayores fans del turismo negro, pero esto es algo completamente diferente… un cementerio repleto de coloridas lápidas, con dibujos que representan escenas de la vida de los difuntos y un poemilla escrito con sentido del humor, que le quita mucho amargor a la muerte. La verdad es que es un sitio tremendamente llamativo. Y la entrada cuesta 5 leus.
La idea original fue de Stan Ioan Patras, un artista local. En 1935 empezó a tallar estas curiosas lápidas y así siguió durante 40 años, hasta que falleció. De hecho, su tumba también está en el cementerio. Ahora sigue su proyecto su aprendiz, Pop Dumitru.
No todas las tumbas son «alegres», también hay tumbas más normales y serias… pocas, pero alguna hay. Y choca tremendamente verlas así, tan oscuras y grises, en medio de tanto color. La verdad es que estando allí uno se plantea el por qué no darle un poco de alegría a un momento ya de por sí tan difícil para las personas.
A la salida del cementerio hay una tiendecita donde nos cogemos unas placintas, una masa frita y rellena de queso muy típica de la zona.
Iglesias y confusiones
Nos movemos hasta Desesti, donde no podemos entrar a ver la iglesia porque está cerrada y nadie responde al teléfono. El sistema de visita de las iglesias de madera, que además esta en concreto es Patrimonio de la Humanidad, deja un poco que desear. Por un lado es positivo que no haya mucho turismo, porque el turismo desmedido convierte todo en un parque de atracciones… pero por otro lado, es una pena, porque al final algo tan increíble se termina no pudiendo visitar y, en algunas ocasiones, incluso se pierde el interés en su conservación.
Seguimos hasta Budesti, donde sí nos abren. Concretamente unos señores que están cogiendo manzanas de un árbol cercano, nos ven llegar y van a abrirnos. Luego, una vez dentro, se ponen a tocar las campanas de la iglesia con mucho entusiasmo. La iglesia está bastante penosamente conservada y no entendemos cómo puede estar en el listado de la UNESCO, en comparación con las otras que hemos visto es un completo desastre… aunque pronto lo vamos a entender.
A la salida miramos el mapa y vemos que a escasos metros hay otra iglesia de madera. ¡Sí! Y es que esto es más que normal en Rumanía, tienen iglesias para aburrir, no es nada raro ver varias iglesias en un pueblo minúsculo. Lo que no nos había pasado antes era que las dos fueran de madera y, además, bastante antiguas. Vamos a visitar la «buena», donde tenemos que llamar por teléfono para que nos venga a abrir una mujer que parece un poco desganada (normal) y ahora sí, esta sí que es bonita por dentro y está bien conservada. Además se nota la profesionalización porque aquí ya nos piden 10 leu por cabeza de entrada.
La última iglesia que visitamos es la de Rogoz, que data de 1663. Aquí nos encontramos con un grupo de franceses con guía de excursión, lo que nos ahorra llamar para que nos abran la puerta. Esta está muy bien conservada, posiblemente se ala mejor de todas las que hemos visto.
Hacia Cluj Napoca
Cogemos de nuevo el coche para dirigirnos a Cluj Napoca. De camino atravesamos los preciosísimos bosques otoñales de Rumanía. Realmente es un espectáculo esto, no teníamos ni idea antes de venir de que hubiera estos paisajes por esta zona y estamos gratamente sorprendidos, además, no dejamos de pensar que ha sido un rotundo acierto venir en otoño para poder disfrutar de estos colores. Hemos hecho muchos kilómetros de carretera, pero han sido fascinantes gracias a disponer de estos paisajes de fondo.
De camino vemos varios perrillos en las cunetas, nos dan una pena horrible y vamos tirando trozos de pan y alguna cosilla de comer que tenemos. Concretamente vemos a una perrita recién parida, que tiene a sus cachorros a unos metros que está famélica. Le damos algo de comer y agua, nos da una pena horrible que esté ahí abandonada, pero tampoco es como si pudiéramos hacer nada. Más tarde nos contarán que en Bucarest llegaron a tener un problema enorme con los perros abandonados, de tal nivel que tras un ataque de una jauría a una niña, decidieron poner remedio… podéis imaginar cómo. Esto resolvió el problema en la ciudad, pero en las carreteras sigue todo igual. Y es un problema, no solo para los animales, si no para los conductores, ya que tener animales sueltos en una carretera es un peligro.
Cuando llegamos a Cluj Napoca ha empezado a llover, nos cuesta un poco encontrar aparcamiento y encima hay atasco, pero al final vemos un sitio junto a la catedral, muy cerquita del apartamento. Subimos a dejar las cosas y parece que la lluvia nos da tregua suficiente como para ir a cenar.
Se nota que es una ciudad universitaria, no es que sea especialmente bonita, pero tiene muchísima actividad y mucha gente joven, es una ciudad con ambiente. Damos una vuelta y vamos a cenar a un sitio bastante típico, donde probamos la famosa sopa en pan que llevamos viendo todo el viaje y ya teníamos curiosidad por saborear. Está rica.