Empezamos el día conduciendo hacia la Salina Turda, que no está muy lejos de Cluj Napoca. Parece que sigue chispeando, por suerte nuestra actividad de la mañana es a cubierto.
La Salina Turda
Este es un lugar que dudamos si incluir en el planning de viaje, ya que nos parecía un poco excesivo el precio de la entrada para lo que es. Concretamente cuesta 50 leu por persona más 5 leu por cada hora de parking, actividades aparte.
Y, ¿qué es? Pues en sus inicios esto fue una mina de sal enorme y muy famosa, se dice que estuvo siendo explotada sin interrupción desde 1075 a 1932. Luego se cerró y, años más tarde, se reformó y se volvió a abrir al público pero esta vez como parque de atracciones y centro de bienestar. Vamos, que básicamente hoy día es un parque de atracciones bajo tierra, con una noria, una bolera, un lago, billares, auditorio… algo muy curioso de visitar, sin duda.
La sala principal es una pasada, por sus dimensiones y porque no deja de ser bastante llamativo ver una noria bajo tierra. Hay bastante gente para ser un día de diario por la mañana, así que entendemos que los fines de semana tiene que ser una locura este lugar… y nos llama la atención porque la entrada es cara para Rumanía, sin embargo la mayoría de la gente que vemos es rumana.
Estamos unas dos horas dando vueltas por la salina. Hay una zona más tipo museo, con vagonetas y elementos de la antigua mina, también una zona de bienestar, donde se supone que realizan tratamientos que aprovechan las condiciones climáticas de la sala.
Rumbo a Deva
Nuestro siguiente destino es Deva, que está bastante lejos pero es por autovía, así que bien. De camino paramos en un sitio de carretera donde nos tomamos unos micis deliciosos y un kurtos kalacs que es espectacular, el mejor que hemos comido nunca y encima por solo 10 leu. Está tan bueno que nos llevamos otro, aunque tenemos que decir que fríos no son lo mismo.
Lo que venimos a ver es el Castillo de Hunedoara o de Corvin, un castillo que está espectacularmente conservado porque llevan haciendo reformas y manteniéndolo en buen estado desde el siglo XVII, algo que no es tan habitual de ver. Nos parece muy brutal, con su enorme foso y su entrada, las torres… es cierto que por dentro no tiene gran cosa, y que además hay zonas en obras, pero realmente merece la pena venir a verlo. Nos gusta muchísimo la visita, de los mejores castillos que hemos visto.
La ciudad que te observa
La última parada del día es Sibiu, la ciudad de los mil ojos. La llaman así por las ventanas de sus desvanes, que tienen forma de mirada sospechosa. Es una ciudad muy bonita, pequeña, pero bien conservada y resultona.
Visitamos la plaza pequeña y la plaza grande, el puente de las mentiras y subimos a la Torre del Reloj, desde la que hay una panorámica bastante buena de la ciudad. Además, nos llevamos un dos por uno porque también vemos un bonito atardecer desde las alturas.
Nos gusta mucho de esta ciudad que toda la zona central es peatonal, lo cual siempre es muy agradable para pasear. La ciudad está muy limpia y cuidada, hay gente pero no de manera excesiva y se puede pasear con tranquilidad.
Luego nos vamos a cenar a un lugar tradicional, hoy nos toca probar la sopa de champiñones (que está muy buena) y el ciolan, que es básicamente un codillo bastante característico de la zona.