Comienza un nuevo viaje, esta vez al caúcaso. Es una zona que teníamos muchas ganas de recorrer desde que nuestra amiga Andrea nos habló maravillas de ella. Ya conocemos su gastronomía, y estamos ciertamente enganchados. Nos falta conocer sus paisajes y cultura…algo de lo que tenemos muchas ganas.
Despegamos
Embarcamos con retraso, pero aliviados de haber podido meter todo nuestro equipaje en el avión de Wizzair sin tener que pagar por ello. Nuestros sudores nos ha costado, puesto que David llevaba una mochila debajo del plumas y del forro polar. Además, teníamos nuestras dudas, porque su mochila se pasaba de las medidas de bolso de cabina (el gratuito, de tamaño mínimo que permiten las aerolíneas lowcost).. pero al final nada. De hecho, la gente se ha canteado mucho más que nosotros llevando algunos de ellos maletas de ruedas, bolsos, portátiles, añadidos, etc. Así que nos alegramos bastante de no haber pagado, porque nos hubiéramos sentido bastante idiotas.
A pesar del retraso al despegar, llegamos a tiempo al pequeño aeropuerto de Kutaisi. La mayoría de los pasajeros son georgianos y esperamos en el control de pasaportes en dos colas separadas, una para nacionales y otra para extranjeros. Pero, para nuestra sorpresa, nos encontramos solo una cola para todos flanqueada por banderas de Georgia y de la Unión Europea. La cola es larga pero va muy rápido, ¡y en menos de 15 minutos estamos en dentro! ¡Nuestro país 60/67!
Toma de contacto
El aeropuerto es pequeño y antes de salir de la zona de llegadas vemos una Casa de Cambio con buen cambio, valga la redundancia. Nos decidimos a cambiar unos pocos euros para poder pagar el autobús y salimos a Georgia. De manera natural nos dividimos: Sara se va a comprar una SIM card de las que hay a la derecha mientras que David va a preguntar por los autobuses que llevan al centro de la ciudad. Parece que a las horas que son (una y media de la mañana) ya no hay autobuses -bueno, si los hay, pero a Tblisi- y la única opción es coger un taxi.
Dos aplicaciones imprescindibles
Utilizamos nuestra nueva SIM card para mirar las aplicaciones que nos han recomendado: Bolt y Maxim, encontrando que nos piden aproximadamente 60 GEL. Otro de los taxistas que está por allí nos dice una cifra parecida. Muy alta, sobre todo porque cuando hemos preguntado a los conductores de autobús de Tblisi había un señor por allí que me ha dicho que él nos llevaba por 35 gel.
Volvemos donde estaba el señor, que afortunadamente sigue ahí, y nos vamos con él sin que nos pregunte ni siquiera la dirección. Cuando ya vamos de camino pregunta y se la enseñamos pero -oh, sorpresa- no entiende el alfabeto occidental. Lo solucionamos poniendo el GPS en nuestro móvil con los mapas descargados y dándole el teléfono para que llame alojamiento (que, por cierto, no lo coge ni a la primera ni a la segunda llamada, lo cual nos pone un poco nerviosos). Al final conseguimos hablar con la mujer de la alojamiento y el taxista, pese a no hablar nada de inglés, se hace entender para ofrecernos una excursión al día siguiente por los distintos cañones y sitios que rodean Kutaisi. Nos deja su número y acordamos que, si finalmente queremos hacer las excursiones con él, le escribiremos.
Un alojamiento peculiar
Treinta minutos después y con 35 GEL menos en el bolsillo,llegamos a la casa donde nos espera una mujer muy simpática que nos enseña nuestra habitación. Para segunda sorpresa de la noche, y eso que solo son las 2 de la mañana, nos encontramos que compartimos casa y baño con ella, su marido, sus hijos y su suegra. No éramos conscientes de ello en la reserva, pero como estamos bastante cansados y la mujer nos ha parecido encantadora, y además nos comenta de pasada que es ucraniana (cosa que nos hace sospechar que posiblemente haya llegado a Georgia huyendo de la guerra), ponemos nuestra mejor sonrisa y nos vamos a dormir. En seis horas nos ponemos en marcha, que tenemos mucho que ver.
En busca de la marshrutka perdida
Nos levantamos a las ocho y media, con menos sueño del que pensábamos que íbamos a tener, especialmente teniendo en cuenta que durante la noche ha llovido tan fuerte que nos hemos despertado y que la cama nos queda un poco corta -bueno, a David-. Salimos con la cámara cargada, el chubasquero y el forro polar y nos dirigimos a hacia el centro de Kutaisi. Estamos como en una zona de casitas bajas en la ladera de la montaña y tenemos que bajar una buena cuesta para llegar al centro. Según lo hacemos nos encontramos un supermercado y hacemos una parada técnica para comprar un café y un par de bollitos para desayunar. Nos sorprende el elevado precio que nos cobran por un café de máquina.
Con un poco más de energía, cruzamos el puente rojo y empezamos a buscar las marshrutkas a Gelati o Tskatubo. No entendemos el alfabeto de aquí, así que vamos preguntando a los conductores de las distintas marshrutkas, que nos miran con indiferencia y únicamente nos contestan que la suya no es. Mientras vamos preguntando un hombre con pinta de borracho nos dice que las marshrutkas para el Tskaltubo se cogen al otro lado del río a la izquierda, junto al puente rojo, y, aunque no nos fiamos mucho, nos vamos para allá porque es la única pista que tenemos.
Aunque el hombre no pareciese muy de fiar, encontramos justo la marshrutkas (la 34, concretamente) donde nos ha dicho y, además, justo está saliendo. Nos dice que el trayecto cuesta 2 GEL. Nos subimos y en media hora llegamos hasta antigua ciudad balneario.
La historia de Tskaltubo
Es de sobra sabido que las aguas minerales y manantiales de azufre de Georgia han atraído a bañistas por siglos debido a sus propiedades curativas. En la época del Imperio Ruso, se establecieron balnearios en todo el país, incluyendo Abastumani, Borjomi y Menji. Al igual que en estas áreas del país, bajo Tskaltubo, fluyen manantiales minerales de radón-carbonato con una temperatura natural de 33-35°C, que se cree son beneficiosos para el sistema cardiovascular y endocrino, la artritis y el reumatismo, entre otras cosas.
Aunque las llamadas «Aguas de la Inmortalidad» de Tskaltubo fueron probablemente «descubiertas» en el siglo XIII, los primeros baños se construyeron en la década de 1870. En la época soviética, especialmente en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Tskaltubo se convirtió en la ciudad balneario más popular y desarrollada de Georgia.
En la década de 1920, el territorio de Tskaltubo fue adquirido por el estado y en 1931 se declaró un centro de balneoterapia para el tratamiento de afecciones médicas con agua mineral.Ese mismo año, se dice que Joseph Stalin visitó Tskaltubo por primera vez, supuestamente para recibir tratamiento balneológico por un dolor de piernas. Tres casas de baños se construyeron rápidamente antes de su visita, empleando a 4.000 trabajadores.
En la década de 1950, el Parque Central de Tskaltubo albergaba nueve balnearios y centros de bienestar, y se construyeron 22 sanatorios y hoteles neoclásicos soviéticos alrededor del parque para alojar a los huéspedes. En su apogeo, hasta 125,000 personas de toda la URSS visitaban la ciudad cada año para su período de descanso obligatorio. Tskaltubo era accesible incluso desde Moscú mediante tren directo.
Tskaltubo no estaba reservado solo para las élites; trabajadores de todos los estratos sociales iban allí bajo el Artículo 119 de la Constitución de la URSS, «el derecho al descanso y el ocio», donde un médico podía expedir un cupón con todos los gastos pagados para el tratamiento, que generalmente duraba de 14 a 21 días. Sin embargo, cuando la Unión Soviética colapsó en diciembre de 1991, también colapsó la industria balnearia de Tskaltubo. La mayoría de los edificios quedaron abandonados y eventualmente fueron despojados de sus azulejos, tuberías, radiadores, muebles y cualquier cosa que pudiera quemarse como leña, reutilizarse o venderse como chatarra.
Entre 1992 y 1993, Tskaltubo encontró un nuevo propósito como hogar temporal para personas desplazadas internamente que huían de Abjasia. Entre 9,000 y 12,000 personas (de un total de 250,000) encontraron refugio en los antiguos sanatorios. Tres décadas después, un estimado de 477 familias (o de 2,000 a 6,000 personas) todavía vivían en los viejos y deteriorados edificios. A partir de 2023, muchos de ellos han sido reubicados en nuevos edificios de apartamentos en preparación para trabajos de renovación.
Y es que muchos de los antiguos balnearios han sido adquiridos por fondos inversores con la idea de restaurarlos y devolverle a Tskaltubo la vida que tuvo hace años, convirtiéndola en la ciudad balneario más grande de Europa. No sabemos cómo acabará esta aventura, pero es posible que conocer el mismo Tskaltubo que nosotros sea imposible en unos años.
El sanatorio de Rkinigzeli
Empezamos bajando el inmenso parque central por la derecha y nos encontramos inicialmente con el sanatorio Rkinigzeli. El aspecto es totalmente desvencijado y, de hecho, parece que se lo está tragando la naturaleza, que vuelve a reclamar su espacio décadas después.
El Sanatorio Rkinigzeli, construido entre 1948 y 1954 y perteneciente al Departamento de Carreteras de la URSS, se encuentra frente al parque y es visible desde la carretera principal. Con capacidad para 350 personas en su apogeo, este edificio de cinco pisos también incluía laboratorios y estudios.
Entramos y empezamos a recorrer los corredores, pero nos encontramos rápidamente a un guardia que nos dice que ahí no se puede estar y que nos vayamos. Desde luego no es lo que nos esperábamos, pero sabemos que varios de los edificios están ocupados por refugiados y tampoco queremos forzar la situación y mucho menos molestar a nadie en su casa, así que nos vamos por donde hemos venido tras disculparnos.
El baño número 8
Cruzamos la carretera para ir al baño número 8, también reclamado por la naturaleza. Aquí el espectáculo es completamente diferente: estamos solos y se puede apreciar los baños termales clarísimamente. De hecho, parece un lugar apocalíptico, con una cúpula central abierta al cielo. El sitio genera una sensación rara: verlo por un lado tan sucio, por otro lado tan salvaje y lleno de naturaleza, y por otro lo suficientemente entero como para imaginarte cómo era esto hace 70 años. Desde luego, es un sitio muy especial.
El Baño Público No. 8 en Tskaltubo es un icónico edificio con forma de OVNI. Situado bajo un techo redondo y curvado, grupos de «cápsulas» de baño están dispuestos como pétalos de flores alrededor de una fuente central. Si observas detenidamente, puedes ver dónde debieron estar colocados los surtidores para canalizar las aguas que fluían. Mientras pensamos en el paso del tiempo, una figura se acerca rápidamente: un perro que inicialmente nos asusta, pero al segundo siguiente descubrimos que solo nos quiere saludar.
Sanatorio de Medea
Guiados por nuestro nuevo amigo, continuamos siguiendo el sendero hasta el sanatorio de Medea. Se supone que es uno de los más llamativos.. cosa que confirmamos nada más llegar. Nos recibe un gran pórtico columnado a ambos lados que tiene detrás una selva casi virgen. Subimos por las escalinatas laterales y contemplamos el espectáculo alucinando, no sé si por lo que tuvo que ser esto o por lo que se ha convertido. Vemos al otro lado del edificio un señor que tiene pinta de estar viviendo allí y, como otras tantas veces, nos damos cuenta de la suerte que tenemos.
Diseñado por A. Intskirveli y T. Potskhishvili, y construido entre 1954 y 1962, Medea originalmente se llamaba Sanatorio Tsekavshiri (el nuevo nombre proviene del mito de Jasón y los Argonautas). Contaba con 326 camas. El complejo es muy extenso, por lo que supongo que las habitaciones debieron ser bastante amplias.
Sanatorio Metalurgist
Nos encaminamos de vuelta hacia el centro del pueblo con idea de comer pero, pasando por el sanatorio Metalurgist. Sí, se llama literalmente así, con lo que imaginamos que era un balneario para los trabajadores de este sector. Hemos leído que este edificio está bastante habitado y no queremos molestar… pero también sabemos que tiene una lámpara de araña preciosa y queremos ver si la podemos ver, aunque solo sea un segundo.
Cuando llegamos tenemos suerte: la lámpara está justo a la entrada así que aprovechamos para verla y hacer unas fotos. Mientras que estamos en ello aparece un señor y nos dice que esta es una propiedad privada. Cuando nos disculpamos les decimos que ya nos vamos, nos dice que nos preocupemos y que podemos hacer fotos, que simplemente nos lo decía para que lo supiésemos. Ahora sí, con nuestras fotos de la lámpara de araña y de un pequeño invernadero que hay la derecha, nos encaminamos hacia el restaurante Nektari, que hemos visto según bajábamos y que teníamos recomendado de un blog que habíamos leído.
Nos pedimos un imeruli kachapuri -el típico de esta zona, relleno de queso-, una ensalada, agua y una limonada de uva. La comida está muy rica y es muy abundante (de hecho, nos tenemos que llevar parte para la merienda). Nos sale por 23 gel (25 si sumamos el lado que nos compramos justo después).
La cueva de Prometeo
Esta mañana donde nos ha dejado marshrutkas hemos visto que se cogía la de la cueva de Prometeo. Así que nos vamos para allá directamente y nos la encontramos abierta de par en par. Nos sentamos a esperar a que vuelva el conductor y, de hecho, un hombre al que preguntamos se ofrece a llamarle.
Quince minutos después todavía no ha venido nadie y se para un taxista a decirnos que hasta que no se llene la marshrutkas no se va a ir de ahí y que él por 10 gels nos lleva. Es el doble, pero viendo que si no es posible que no lleguemos o que tardemos un tiempo indeterminado, nos decidimos a pagarle esos dos euros de más e irnos ya. Menos mal, porque justo cuando llegamos a las cuevas de prometeo está saliendo una de las visitas guiadas y podemos entrar de inmediato. Tenemos que decidir rápidamente si queremos un ticket para hacer la parte de la barca o no. Finalmente decidimos cogerlo, pese a que no estamos muy convencidos.
La cueva es muy bonita, aunque no nos resulta muy impresionante comparándola con otras de las cuevas en las que hemos estado últimamente. lo que sí que es es bastante larga y la tienen bien iluminada, además amenizan la visita con música de Amelié en los sitios claves, que queda bastante bien. Cuando llegamos a la parte del barco confirmamos que no lo teníamos que haber cogido. Está curioso, pero no es nada del otro mundo y el precio resulta un poco excesivo para el poco tiempo que estamos, apenas 5 minutos de trayecto. Algo decepcionante, si somos sinceros.
Salimos muy contentos por el río a la superficie, pensando que con tanta gente no vamos a tener problemas para coger una marshrutkas, pero descubrimos rápidamente que el horario ha terminado y que la mayoría de la gente viene en autobuses privados o en su propio coche. Los taxis que están por allí cerca nos piden 20 GEL, igual que Bolt, pero una señora mayor muy maja que vende zumo de granada y que nos habla continuamente nos ayuda a negociar un taxi por 12 GEL. Y, sintiéndonos un poco estafados, pero más tranquilos viendo que tenemos viaje de vuelta TSkaltubo, nos vamos para allá porque queremos terminar de ver el sanatorio que nos queda.
Sanatorio Imereti
Este pilla por la parte de la izquierda y es otro de los que están muy recomendados. Cuando llegamos hasta allí no es para menos: aunque está literalmente comido por la naturaleza internamente ,se mantiene muy bien y tiene unas escaleras de caracol preciosas, así como una balaustrada y muchos pequeños detalles. En este sanatorio nos están acompañando otros dos perros, uno más grande y otro con pinta de tener sarna, que no nos dejan ni a sol ni sombra.
Es interesante señalar que los perros callejeros son una constante en Georgia. Recientemente una ONG se dedicó a estirilizarlos y vacunarlos contra la rabia. Señal de esto es que la mayoría llevan un chip en su oreja y son bastante tranquilos y amigables. Además, se ve que están en buen estado. No deja de resultar llamativa la cantidad de perros callejeros que hay en el país. Sin embargo, parece que la convivencia con los humanos está más que consolidada.
Hotel Savane
Al salir nos pasamos por el hotel que está enfrente, el Savane, que parece que no tiene mucho. Entramos al recibidor, pero tiene bastante mala pinta y nos da la sensación de que corre peligro inminente de derrumbe. La verdad es que preferimos salirnos, porque además no parece que su interior sea especialmente llamativo, aunque por fuera es bastante bonito.
Sanatorio Shakhtiori
Nos encaminamos de vuelta hacia las marshrutkas. Es la tercera vez que hacemos este camino hoy y siempre pasamos por delante de un edificio imponente que está cerrado. Sin embargo,esta vez vemos a un un guarda y le decimos que si podemos pasar, a lo que sorprendentemente nos contesta que sí. Entramos a este inmenso edificio. Es, con diferencia, el que mejor mantenido está. Además, nos sorprende con una sala con paneles de madera en el techo y con un teatro al fondo. ¡Alucinante!
Construido en 1952, el Sanatorio Shakhtiori o ‘Sanatorio de los Mineros’ es el edificio más grande e impresionante de Tskaltubo. Goza de una posición privilegiada en la parte superior del parque y mira hacia el sur, hacia los baños.
El bazar
Cogemos otra vez la marshrutka de vuelta a Kutaisi al vuelo. Cuando llegamos intentamos buscar de nuevo el bus hasta Gelati, no para ir ahora sino para mañana. Otra vez fracasamos y nos encaminamos desalentados al bazar. Están cerrando y no es tan auténtico como los de Tayikistán o Uzbekistán. Tienen unos dulcecitos llamados churchkhela, hechos con frutos secos cubiertos de zumo de frutas seco que están muy ricos. Además conocemos un señor muy majo de un puesto que nos da indicaciones sobre las marshrutkas que queremos para mañana. Más animados con esto, salimos y nos damos una vuelta por el centro de Kutaisi, que está sorprendentemente animado. Nos gusta mucho el parque central, muy iluminado y la plaza con la fuente. El diseño es muy original, simulando objetos de orfebrería que sacaron de un yacimiento arqueológico.
Paseamos y nos vamos a cenar a un sitio muy auténtico, en el que solo venden un único plato. Realmente un único menú: kebab georgiano en salsa de tomate picante con cerveza o limonada. De hecho, le digo que si puedo cambiar la limonada por agua y me dicen que no, que cerveza o limonada. Nos tomamos una limonada de pera que resulta estar buenísima y nos gastamos en el kebab, el pan y la limonada 12 GEL por persona. Para terminar el día, atravesamos el puente blanco y nos encaminamos cuesta arriba de vuelta a nuestro alojamiento. Ha sido un día largo pero nos ha encantado el arranque de Georgia.