El viaje empieza en Madrid a las 4 de la tarde, la hora a la que llegamos al aeropuerto de Madrid Barajas. Volamos con Turkish Airlines, que es una compañía que siempre está bien y esta vez además, aunque no contábamos para nada con ello, nos pone comida en cada trayecto. El principal problema es que la parada de Estambul el bastante inconveniente, ya que nos toca pasar 7 horas por la noche y no podemos aprovechar el bus turístico que nos ofrecen gratuitamente porque implicaría pagar el visado y, bueno, porque igual descansar un poco tampoco nos va mal del todo. Intentamos dormir en el aeropuerto, que no está mal preparado para eso, pero dormimos malamente porque… bueno, no deja de ser un aeropuerto.
Tashkent
La llegada a Tashkent es muy tranquila: el aeropuerto parece un pueblecito y pasamos el control de pasaportes muy rápido. Tardamos un poquitín más en recoger las maletas, que tardan en salir. De hecho, nos da tiempo mientras esperamos a comprar la SIM, configurar Yandex y cambiar dinero (un poco, lo justo para el taxi).
Son las 3 de la tarde e intentamos coger un Yandex, que no es nada fácil porque todos los conductores nos llaman para preguntarte cosas y no hablan nada de inglés. Al final tardamos como 10 o 15 minutos en que no recoja un coche y nos lleve hasta nuestra alojamiento, al cual tardamos unos 20 minutos y nos cuesta 15000 som, que viene a ser poco más de un euro. El cambio actual es de 12.500 som por cada euro. No resulta baratísimo, así que después de dejar las maletas en nuestra habitación, a la que llegamos después de cambiarnos las zapatillas por unas pantunflas de estar por casa que nos ofrecen, cogemos otro taxi y nos vamos al punto más distante: es el Hazrati Imam complex, que realmente no tiene mucho más allá de una mezquita y un par de edificios cuquis, aunque se supone que hay una colección de libros y de escritos del Corán bastante importantes para el Islam. Lo que sí es cierto es que al lado de en construyendo una mezquita gigante, bastante impresionante, que cuando se termine va ser digna de visitar.
De ahí cogemos otro taxi, porque está haciendo mucho mucho calor hoy en Tashkent y no está el tema para caminar, y nos vamos un la zona más central en la que hay una mezquita y el bazar central. En la mezquita no dejan a Sara pasar, pero un chico muy amable -debe ser el único del país que hable inglés de manera fluida- se pone a hablar con David cuando entra y le explica me algunas cosas de su religión y de la propia mezquita. De hecho, se ofrece acompañarnos por la ciudad con un amigo para enseñarnos y explicarnos la propia ciudad pero le decimos que no porque queremos ir a nuestro aire, ya que tenemos apenas unas horas para recorrerla.
El bazar
Vamos al mercado principal de Tashkent y, aunque al principio encontramos casas de compra venta de oro que nos despistan un poco, después de estar dando vueltas un rato encontramos la zona de frutas, especias y carne. Es especialmente curioso ya que la zona que está debajo de una cúpula muy grande que es muy bonita, y el efecto es bastante chulo. Aprovechamos para comprar alguna chucherías y dulces al peso, regateando por supuesto, y al salir un zumo de fresa.
Estamos buscando casas de cambio pero parece que aquí solo cambien los bancos, que ya está el cerrados. Aprovechamos que hay un cajero cerca para mirar qué cambio nos hacen. Habíamos leído que era muy alta la comisión y que no merecía la pena, pero no sorprende mucho ver el cambio: incluso con comisión, nos sale mucho más rentable que cambiar, así que sacamos dinero para medio viaje y continuamos hacia el metro, que es nuestra última parada del día. Por el camino vamos probando comida de los calle: un bollito de carne picada, un pastel de espinacas y verduras y un par de bollos dulces con lo que nos damos por cenados.
El Palacio del Pueblo
El metro de Tashkent es como el de Moscú: las estaciones están pensadas para que sean espectaculares, porque son el Palacio del pueblo, un concepto muy soviético. Entramos en el metro pagando 1.400 soms y no recogemos las estaciones más bonitas y que desde luego merece la pena visitar, como Kosmonavtlar, Mustakillik, Beruniy, Tinchlik o Gafur Gulom. El metro tiene las típicas señoras vigilando la escaleras, también muy soviético, y bastante gente yendo y viniendo. Hay vagones muy nuevos con otros más antiguos.
Llegamos a las 22:30 a la última estación, Kosmonavtlar, que es la que queda más cerca de nuestro alojamiento, y vamos paseando tranquilamente por una calle bien iluminada y tranquila. Justo antes de llegar nos encontramos un supermercado y aprovechamos para hacer la compra del desayuno para el día siguiente. Ha sido un día de casi 36h y nos vamos a la cama a descansar, ya que estamos absolutamente agotados.