Empezamos el día cogiendo un Didi para ir a la estación de tren. No es que esté lejos, pero no está precisamente accesible para peatones, hay que cruzar una carretera con seis carriles por sentido y no hay zonas de paso habilitadas. Por lo que vale el taxi y llevando el equipaje, no nos merece la pena.
De camino a Chengdú
Llegamos a la estación de tren donde vemos a un grupo de gente bailando y cantando. Es bastante habitual ver a gente que se va grabando sola cantando por la calle o grupos de personas haciendo coreográfias, tipo zumba, en plena calle. Sobre todo gente mayor.
El trayecto en tren dura unas seis horas, pero no se hace pesado. Lo pasamos editando fotos y preparando contenido para redes sociales, leyendo o curioseando por los vagones. Comemos unos noodles instantáneos que preparamos con agua hirviendo de la que se encuentra con facilidad en todas partes en este país, tren incluído. Unos están ricos y los otros pican como un demonio, pero eso es una lotería. Muy difícil identificar qué va a picar y qué no, la verdad.
De camino a Chengdú pasamos por Chongqing, la ciudad más grande de China. No tenemos previsto parar, pero solo verla desde el tren nos deja alucinados. Estamos hablando de una ciudad de 31 millones de habitantes, más habitantes que muchos países. De hecho, España no tiene tantos habitantes más. Una locura, desde luego. Tiene que ser complicadísimo gestionar ciudades de este tamaño, tal cantidad de población, de una manera eficiente. Desconocemos cómo de bien se hará esto, pero por lo que hemos visto hasta la fecha, nos resulta admirable comprobar lo bien que funcionan las cosas teniendo en cuenta el reto que representa todo aquí. Es impresionante.
La ciudad de los pandas
La estación de Chengdú es inmensa, pero enorme. Está hasta arriba de gente y cuesta un montón ubicarse. Conseguimos llegar hasta el metro que también está repleto, por suerte tenemos línea directa hasta el hotel y no tenemos que estar haciendo trasbordos. Nos hacemos un huequito como podemos entre la multitud.
Llegamos al hotel, que nos sorprende gratamente con lo bien ubicado que está. Sabíamos que lo habíamos cogido en una buena zona, pero ha superado nuestras expectativas. La verdad es que Trip.com tiene opciónes muy buenas de alojamiento, mejor que Booking. Lo único malo es que en los hoteles nadie suele hablar inglés, así que toca apañarse con el traductor. Nos hace mucha gracia porque cuando nos cogen el pasaporte siempre se van al visado de Botswana, pensando que es la página principal. Nos ha pasado ya en varios hoteles.
En Chengdú hay pandas por todas partes: en los edificios, en los parques, en las tiendas de souvenirs… esto se debe a que esta ciudad cuenta con un centro especializado en crianza y reproducción del panda ubicado dentro de la gran metrópoli haciéndola única en su tipo. Es el orgullo de esta ciudad y, por eso, colocan imágenes y estatuas de pandas por todas partes. Resulta gracioso.
Bajamos hasta la calle principal, peatonal y repleta de tiendas y gente. Vemos el primer mendigo del viaje, algo sorprendente en un país de este tamaño, y curiosamente comprobamos que tiene en las manos un QR plastificado con su Wechat. Curiosísimo pero práctico en un país que no utiliza apenas efectivo, claro.
Nos compramos una piña preparada, pinchada en un palo porque aquí todo te lo ponen en un palo. ¿Por qué? Pues porque las servilletas no se estilan, así que o te lo dan con un palo o te facilitan una bolsa de plástico para que las uses a modo de guantes y no te manches al comer. Poco ecológico, ya.
El Comic Day
Llegamos a Tiangu square y empezamos a notar que pasa algo raro. Primero vemos a una chica vestida de una manera espectacular, asumimos que es una cosplayer aunque a saber de qué, porque de manga tenemos poca idea. Le pedimos una foto y nos vamos tan contentos pero, al cruzar la calle, vemos a otro grupito de cosplayers. Qué suerte, pensamos, dos fotos en un rato… seguimos andando y aparecen otros tres. Y entonces llegamos al centro de la plaza, desde donde podemos ver la parte inferior, donde está la boca de metro: está hasta arriba. Hay cientos de cosplayer, a cada cuál más espectacular.
A nosotros, que nos encanta la fotografía de retrato, nos parece un sueño. La ropa, la caracterización y los peinados son un alucine, pero es que encima cuando les tiras una foto posan de una manera brutal. Y se ponen contentísimos porque les estamos haciendo fotos, con la ventaja añadida de que se las podemos enviar por Wechat y podemos incluso mantener conversaciones a través de esta app. Es así como descubrimos que se trata del Comic Day, un evento bastante importante en Asia al parecer, y que hay cosplayers de varios países vecinos. De hecho, hacemos fotos a una chica coreana.
Nos tiramos unas dos horas haciendo fotos, es un vicio porque, cuando crees que has hecho un fotón, aparece otro cosplayer con un traje aún mejor que el anterior y, claro, ya vas a por otra foto. Es tremendo, estamos entusiasmados.
Como tenemos que seguir viendo la ciudad, nos obligamos a irnos. Paramos en una esquina de la plaza, en el Chengdu Green Dining Modelo restaurant porque vemos que tiene mucha cola y deducimos que eso significa que ahí se come rico. Tienen un plato único, una especie de hamburguesa envuelta en una masa hojaldrada y crujiente que va frita. Está rica, pero nos esperábamos algo más espectacular.
Los callejones Kuan, Zhai y Jing Xiangzi
Nuestro destino son los callejones Kuan, Zhai, y Jing Xiangzi. Muy al estilo de lo que ya vimos en Shanghai, son casas tradicionales reformadas con mucho gusto y convertidas en tiendas y restaurantes. Todas con mucho espacio dentro y muy bonitas, además de bastante originales. Sobre todo los restaurantes son una preciosidad.
Entramos en Baiju Wulingyuan, una tienda museo de botellas de licor de gran fama en China. Las botellas son muy bonitas, aunque también tenemos que decir que bastante caras.
Una cosa que nos llama muchísimo la atención son las tiendas con conejos, cerdos y patos de cartón dando vueltas, casi parece una atracción de circo. Alguna tiene incluso un conejito vivo a modo de mascota… y decimos vivo porque estas tiendas básicamente venden carne de estos animales envasada al vacío. La verdad es que es bastante loco el tema y, si nos apuras, de un gusto pésimo. No sé cómo alguien puede tener estómago para comprar aquí teniendo al conejito justo al lado.
Las teidas son una locura, una de ellas tiene una cascada en la entrada y un dragón inmenso dentro… y es una simple tienda de souvenirs. Pero aquí se lo curran muchísimo, te dan ganas de entrar a todas aunque no vayas a comprar, simplemente por ver lo espectaculares que son.
Seguimos hasta People’s Park, que siempre hay un parque con este nombre en todas las ciudades. Luego, volvemos a Tianfu para seguir haciendo más fotos. Los cosplayers no paran de salir del metro y, aunque la luz es peor, el resultado de los retratos con el fondo nocturno e iluminado del metro es genial.
Aprovechamos para entrar en una tienda y coger algo de picar para mañana, y resulta ser una fiesta porque tienen mogollón de cosas y encima baratísimas. Así que nos llevamos un montón de chorradas que no sabemos qué son para probar. Lo llamamos la ruleta rusa de las patatitas, porque nunca sabes si te va a tocar algo delicioso o repugnante.
Cuando regresamos al hotel, la calle principal está prácticamente vacía. Los chinos no son especialmente trasnochadores, la verdad. Por suerte, nosotros tampoco.