Luxor y el valle de los Reyes (3)
Luxor y el valle de los Reyes (3)

Luxor y el valle de los Reyes (3)

 

Empezamos el día nuevamente a horas intempestivas, esta vez batiendo récords: las 3 de la madrugada. Y es que hoy nos toca hacer algo muy especial: sobrevolar Luxor en globo.

Un paseo en globo

El paseo en globo se hace en grupo, es lo primero que descubrimos. Las cestas son para unas 18 personas aproximadamente, aunque las hay más grandes. Imaginamos que también las habrá más pequeñas, pero nosotros, desde luego, no las vemos.

El precio depende de cómo te trasladas hasta el globo, que está como a unos 20 minutos del lugar en el que atracan los cruceros. Como a nosotros eso nos da exactamente igual, elegimos la opción más económica y acabamos en un autobús con un grupo organizado. Además que hacen una ruta muy rara: te llevan en autobús hasta el embarcadero que hay frente al templo de Luxor, de ahí te hacen pasar a un barquito, cruzan el río y te suben a otro autobús. No le vemos sentido alguno porque se puede ir perfectamente hasta el lugar del que salen los globos en autobús, pero desde luego así hay mucha más gente implicada en nuestro traslado y eso es trabajo que se genera.

Los globos salen a esta hora por algo relacionado con las corrientes de aire de lo que no nos enteramos muy bien, pero el caso es que hay como 6 o 7 globos así despegando a la misma hora, de manera escalonada, y el nuestro es el último en salir.

Y menos mal que estamos en este globo porque, mientras que el resto se van hacia Luxor, el nuestro se dirige hacia el valle de los Reyes. Volamos por encima del templo de Hatsepshut, el propio valle y, cuando el sol empieza a despuntar en el horizonte, nos damos la vuelta: es una absoluta pasada de experiencia ver el amanecer sobre el Nilo desde las alturas.

El valle de los Reyes

Tras el paseo en globo nos recoge nuestro guía y nos vamos hacia el valle de los Reyes, queremos aprovechar mientras el resto de los grupos desayunan para sacarles ventaja y estar a solas un ratito… y vaya si lo conseguimos.

Sacamos entradas para las tres tumbas adicionales que hay disponibles: Seti I, Ramsés V-VI y Tutankamón. Es un pastizal, y eso que la de Ramsés y la de Tutankamón están a mitad de precio. Por cierto, tenemos un problema porque no permiten pagar ni en euros ni en tarjeta… y no llevamos suficientes libras egipcias. Por suerte Omar, nuestro guía, nos presta el dinero que nos falta para poder visitar las tumbas adicionales.

Empezamos visitando la tumba de Tutankamón. Es cierto que no tiene nada, es muy pequeña y su único aliciente posiblemente es que aún conserva la momia dentro, pero resulta emocionante en parte estar en el mismo sitio que Howard Carter descubrió en 1922.  Además el guardia, previa propinilla, nos deja hasta hacer algunas fotografías con la cámara.

Nuestra siguiente parada es la tumba de Ramsés I, que acaban de abrir después de haber sido restaurada. Es una tumba bastante pequeña, más o menos como la de Tutankamón, pero es verdad que los jeroglíficos están de impresión y es la que en mejor estado está de todas, lógico por otra parte. La recomendaríamos si quieres hacerte una idea de cómo eran originalmente las tumbas.

Después vamos a la tumba de Merenptah por recomendación de Omar, y nos gusta mucho. Es más grandecita que las anteriores y ya nos deja pasmados nada más entrar con los jeroglíficos de la entrada.

La última del ticket básico que vemos es la de Ramsés III, también muy recomendada… y con razón. Es la más espectacular de las que hemos visto hasta el momento, mucho más grande y repleta de detalles que nos fascinan.

Seguimos visitando la tumba de Ramsés V-VI, que es una pasada sobre todo por la parte final, donde están los sarcófagos. Nos quedamos muy impresionados al llegar.  Por cierto, tenemos un pequeño drama porque al entrar nos dicen que el ticket de la cámara solo es válido para tres tumbas, pero el guía se apiada de nosotros y nos deja hacer fotos en esta tumba también… y sin pedir propina.

La última tumba que vemos es la de Seti I que, efectivamente, es una pasada. Nos da bastante rabia que no dejen hacer fotos, más al precio que tiene. Solo dejan fotos de móvil y no permiten hacer vídeos tampoco. No entendemos muy bien por qué, porque la diferencia entre una foto de móvil y una de cámara es ninguna, pero bueno…

El templo de Hatshepshut

Hatshepsut reinó desde 1490 a 1468 aC, es decir, 22 años. Pertenecía a la dinastía XVIII, una de las más apasionantes de la historia de Egipto, era hija de Tutmosis I y estaba casada con su medio hermano, Tutmosis II, hijo de una de las esposas secundarias de su padre. A Hatshepsut la educaron para gobernar y es por eso que, cuando su marido falleció dejando como heredero a su hijo Tutmosis II, hijo de una de sus esposas secundarias y apenas un niño, Hatshepsut asumió la regencia… y cuando Tutmosis fue mayor de edad, se mantuvo en el poder, gobernando conjuntamente con su sobrino, algo que consiguió gracias a que contaba con importantes apoyos.

Su templo es uno de los más curiosos de Egipto porque, junto con el de Abu Simbel, son los únicos excavados directamente en la montaña. Visualmente es como si formara parte de la misma, una maravilla.

En la entrada se pueden ver estatuas de Hatshepsut representada como faraón, es decir, con barba y cuerpo masculino. Solo cuando se descifró la escritura jeroglífica se supo que Hatshepsut había sido en realidad una mujer, básicamente porque está escrito así.

Hatshepsut no fue una reina, básicamente porque el término ni siquiera existía. Las consortes de los faraones eran la Gran Esposa Real, lo de reina es algo que utilizamos nosotros para hablar de figuras como Nefertiti, pero Hatshepsut fue un faraón con todas las de la ley y así se hizo representar en el templo que construyó. Hay que entender que los egipcios no representaban a sus faraones como nosotros a nuestros reyes: con retratos que reflejan su rostro real. Los egipcios obligaban a sus artesanos a mostrar la figura del monarca siguiendo unas pautas muy rígidas, más que mostrar al faraón con sus rasgos físicos propios, lo que se muestra es la idealización de un monarca perfecto. De hecho, hasta que se descubrió cómo leer los jeroglíficos, se pensaba que había sido un hombre porque aparece representada como tal: con los elementos típicos de los faraones, incluida la barba y con cuerpo de varón, pero por escrito siempre deja muy claro que es una mujer. ¿Y por qué hacer eso? Bueno, porque la simbología era muy importante en Egipto y la única forma de representar a un faraón era masculina.

Medinet Habu

Seguimos hasta un templo que nos gusta un montón y del que apenas habíamos escuchado hablar antes del viaje: Medinet Habu y lo construyó Ramsés III.

Era un templo-ciudad que sirvió de refugio a artesanos durante los disturbios que tuvieron lugar tras el Imperio Nuevo.

La verdad es que ya solo en la entrada te quedas impresionado con el tamaño de sus muros, pero es que además el interior está muy bien conservado y es una maravilla para la vista. Nos deja muy impresionados este lugar, quizás también por lo inesperado.

Los colosos de Menmón

Tras visitar este templo paramos para ver los colosos de Menmón, dos estatuas gigantescas que en su día fueron consideradas como una de las maravillas del mundo. Realmente daban entrada al templo de Amenofis III, pero del templo ya no queda nada.

En el año 27 a.C hubo un terremoto que fracturó los colosos. Y entonces pasó algo rarísimo: empezaron a emitir un sonido, una especie de canto. Obviamente se le atribuyó un origen divino al fenómeno y aquel lugar se volvió un sitio de peregrinación de gente que iba a escuchar cantar a las piedras, hasta que en el año 199 dC el romano Septimio Severo reparó los colosos… y los silenció para siempre.

El templo de Luxor

Seguimos hasta el templo de Luxor, cruzando el Nilo en barco de nuevo. Un templo que fue construido por Amenofis III pero que, como siempre, tiene aportaciones de otros muchos faraones.

Nos gusta mucho su pasillo principal de columnas y su entrada, así como la maravillosa avenida de esfinges que lo conecta con el templo de Karnak, que es nuestra siguiente visita, aunque vamos en coche porque son casi 3 kilómetros de distancia y hace un sol de justicia.

Templo de Karnak

El último templo del día. Es el mayor templo de Egipto y el lugar donde coronaban a los faraones durante el Imperio Nuevo. Lo empezó a construir Intef II de la dinastía XI, aunque fueron muchos faraones los que contribuyeron a lo largo de la historia, por ejemplo aquí está el mayor obelisco que queda en Egipto, levantado por la reina faraón Hatshepsut en el 1457 aC, mide 30 metros y pesa 343 toneladas.

Este templo está dedicado al dios Amón, el oculto, el dios de Tebas. Podéis imaginar que cuando Tebas se convirtió en capital, la popularidad de Amón se disparó.

El caso es que el hecho de que este templo sea el mayor de Egipto no es casualidad: Amón era muy popular y sus sacerdotes tremendamente poderosos, algo que no convenció demasiado a Akenatón, también llamado Amenofis IV. Y como no le gustaba nada, comenzó a rendir culto a Atón, que era algo así como el dios del sol. Lo que el faraón hacía era ley, básicamente, porque no solo era el líder político sino también religioso, así que Egipto pasó a ser monoteísta, de hecho la primera religión monoteísta de la historia. Imaginad el drama. Los sacerdotes indignados con la repentina bajada de poder, pensad que en aquella época los sacerdotes eran asesores del faraón, que prácticamente codirigían el país. 

No se pudo hacer gran cosa, al menos hasta que Akenatón murió. Entonces sí, los sacerdotes recuperaron el poder perdido y Akenatón fue tachado de la historia, que era algo muy de los egipcios. Te mueres, te tachan y aquí no ha pasado nada. Recuperaron sus dioses, a Amón y todos los demás y lo del monoteísmo pasó a ser solo un mal sueño. De hecho, el hijo de Akenatón que se llamaba Tutankatón, fue convencido para cambiarse el nombre por Tutankamón. Es decir, que pasó de llamarse “La viva imagen de Atón” a llamarse “La viva imagen de Amón”. 

Navegando por el Nilo

Aunque parezca mentira, llegamos al barco a comer. Es lo que tiene empezar los días a las 3 de la mañana, que cunden mucho. La navegación empieza por la tarde, así que pasamos el resto del día disfrutando de las vistas del Nilo desde la piscina del barco y lamentando no haber previsto pasar algún tiempo más en Luxor porque nos hemos quedado con ganas de recorrer la ciudad.

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