A las 5:30 de la mañana viene a recogernos el taxista que nos incluía el tour de ayer. El tipo le echa bastante morro porque aprovecha el trayecto para coger a otros dos pasajeros, a los que luego encima les cobra la carrera completa. Le decimos que en tal caso tendrá que darnos a nosotros la mitad de lo que paguen y finalmente parece que recula, aunque nos vamos antes de que los otros chicos paguen y no llegamos a confirmarlo.
En la terminal terrestre de Puno hay que pagar una tasa de embarque de 1’5 soles por pasajero.
La compañía con la que viajamos a Copacabana se llama Titicaca Travel y es mucho más cutre que el de Cruz del Sur de ayer. Nos preocupa especialmente que la mitad de los cinturones de seguridad estén estropeados y nos cueste tres cambios de asiento encontrar uno operativo. Además, el aire acondicionado está estropeado y sale un chorro frío imposible de tapar
Adiós, Perú
Llegamos a la frontera casi a las 10 de la mañana. Una vez allí, nos dan unos minutos para que cambiemos dinero si lo necesitamos y vayamos al baño. Afortunadamente cambiamos ayer, ya que el cambio aquí es bastante peor que en Puno.
Una vez en la frontera tenemos que bajar el autobús, sellar el pasaporte en la oficina de Inmigración de Perú y después cruzar a pie hasta Bolivia.
Nos da mucha pena dejar Perú, un país que nos ha enamorado por completo y en el que hemos vivido cosas tan diferentes como conocer Machu Picchu, la selva amazónica o el lago Titicaca. Nos ha gustado mucho su cultura, la amabilidad de su gente, su variada gastronomía y los colores alegres de sus calles. Es un país lleno de vida, amable con el turista, con una oferta inabarcable y una cultura apasionante. Sin duda, un destino muy recomendable al que no dudaremos en volver si alguna vez se da la posibilidad.
Hola, Bolivia. Hola, Copacabana.
El contraste entre Perú y Bolivia es brutal. Se nota de inmediato que nuestro nuevo destino es mucho más pobre, basta con ver la Oficina de Inmigración. Sellamos nuestro pasaporte de entrada, adelantamos una hora nuestros relojes y esperamos a que vuelva el autobús. Por suerte hemos sido rápidos y hemos llegado los primeros, ya que rápido se empieza a formar cola.
Quince minutos más tarde llegamos a Copacabana. El autobús nos deja en la plaza central del pueblo, donde hay bastante bullicio. Nosotros vamos directos al hotel a dejar las maletas y nos llevamos una sorpresa al descubrir que nuestra habitación tiene unas increíbles vistas al lago.
El lago Titicaca, con sus 3812 metros sobre el nivel del mar, es el lago navegable más alto del mundo.
Nuestra siguiente misión es ir a la isla del Sol. Tras estudiar distintas opciones, acabamos cogiendo un traslado en barco por 25 bolivianos por persona que sale a las 13:30 y un autobús para La Paz que sale mañana a las 8, por 30 bolivianos cada uno. Acabamos cogiendo un autobús local porque los turísticos, que te dejan en el centro, solo salen a las 13:30 y a las 18 horas, lo cual nos haría perder todo el día.
Almorzamos unas salteñas y unos zumos de durazno (melocotón)y linaza (semillas de lino). También damos una vuelta por el pueblo haciendo algunas fotos a la gente y visitamos la Basílica de Nuestra Señora de Copacabana, que nos parece una preciosidad. La ciudad en general es muy bonita, pequeña y tranquila pero con la vida tan característica de Bolivia.
La isla Sol
Salimos del puerto casi a las 2 de la tarde porque un grupo de turistas se ha retrasado mucho, eso hace que lleguemos más tarde de lo previsto, a las 3 y cuarto, teniendo menos tiempo para visitar la isla ya que a las 4:30 tenemos que estar en el puerto. Los barcos no salen más allá de esta hora porque, según nos dicen, el lago se agita a partir de esa hora y es peligroso.
A nosotros nos resulta decepcionante, quizás porque ayer estuvimos en Taquile y nos parece más de lo mismo. Tal vez porque apenas disponemos de una hora para realizar el recorrido y tenemos que hacerlo de manera acelerada. Lo que más nos gusta, nuevamente, son las vistas: una impresionante visión de los Andes en el horizonte del lago, espectacular. Destacables también son el Templo del Sol y la fuente del Inka, aunque después de Cuzco ya poco puede sorprendernos.
El conflicto
La zona que visitamos es la sur, ya que a la parte norte no se puede acceder por conflictos internos. Esto es algo que no te dirán en Copacabana, no entendemos muy bien por qué, pero ellos tratarán de que no te informes bien sobre el tema. De momento, lo único visitable es la zona sur de la isla Sol y la isla de la Luna.
Desde febrero de 2017, las comunidades de Challa y Challapampa mantienen una disputa que se ha traducido en el cese del turismo en la parte norte de la isla.
Al parecer, la culpa es de unas cabañas turísticas construidas muy cerca de unas ruinas arqueológicas, los Challapampa trasladaron su inquietud al respecto a las autoridades, pero ante su falta de respuesta, optaron por dinamitar las cabañas por su cuenta. Los habitantes de Challa respondieron impidiendo el paso al turismo a la parte norte de la isla. Tampoco permiten el acceso vía marítima, en junio del año pasado retuvieron a un grupo de turistas que pretendían acceder en lancha a la parte norte de la isla, teniendo que ser rescatados por la Armada.
En principio no representa ningún peligro para el turista, si se mantiene alejado de los puntos conflictivos, es más, seguramente ni siquiera se entere de lo que sucede si no siente curiosidad al respecto ya que, como comentamos, en Copacabana nadie dice nada y la parte norte de la Isla sigue anunciada en todas partes.
Una fiesta improvisada
Llegamos a Copacabana a las 5:30 cuando, gracias a la hora que hemos ganado, aún hay luz, así que vamos hacia la zona de la playa desde donde nos llega el sonido de la música y el ajetreo. Hay varios conciertos y mucha gente bebiendo y bailando ya que, según nos explican, están celebrando fiestas del barrio. Nos invitan a un par de cervezas y nos quedamos un rato bailando con ellos, cuando nos queremos ir no nos dejan, nos invitan a otro par de cervezas, están súper animados y bastante borrachos, la verdad es que hay un ambientazo tremendo aquí pero empieza a hacer frío y no vamos abrigados.
Finalmente nos vamos al hostal a darnos una ducha y cambiarnos de ropa, cuando salimos de nuevo la fiesta ya ha terminado y el pueblo está prácticamente vacío. Vamos caminando hasta una zona en la que hay algo más de gente, un poco alejada de la zona turística, donde nos cenamos una milanesa de pollo y un silpancho, muy popular en Bolivia. Después, como tenemos un poco de antojo, nos tomamos una piña colada y un chuflay, una bebida típica de aquí hecha de pisco, antes de irnos a dormir.