Narbona: qué ver en la ciudad romana más antigua de Francia
Narbona: qué ver en la ciudad romana más antigua de Francia

Narbona: qué ver en la ciudad romana más antigua de Francia

Nuestro primer viaje con nuestra hija empieza en la ciudad de Narbona, destino al que llegamos en tren AVE directo desde Atocha (Madrid). Si quieres conocer nuestra experiencia, te invitamos a leer este artículo.

Nada más llegar a Narbona, nos damos cuenta de que en Francia todo cierra pronto, pero hoy algo más de lo habitual porque es festivo, así que vamos directos al Carrefour a hacer la compra para al menos tener algo de cena y desayuno. No encontramos gran cosa, el supermercado está prácticamente desabastecido, así que más tarde David vuelve a bajar a otro Carrefour que está más cerca del alojamiento a por algo más. Cenamos en el apartamento con un improvisado pero sabroso banquete francés: queso, salchichón, una baguette y hummus. Con eso y el cansancio del viaje, no necesitamos mucho más.

Un poco de historia

Narbona es la ciudad romana más antigua de Francia. Fundada en el año 118 a.C. como Colonia Narbo Martius, fue la primera colonia romana en la Galia, antes incluso que Lyon. Su ubicación no era casual: se situaba en la intersección entre la Vía Domitia (que conectaba Italia con Hispania) y el río Aude, lo que la convirtió en un cruce comercial vital.

Durante siglos, Narbona fue una ciudad floreciente, con puerto, foro, termas, anfiteatro y almacenes subterráneos (como el Horreum, que aún se puede visitar). La actual ciudad se construye literalmente sobre capas de historia romana, medieval y moderna, y eso se percibe al caminar por sus calles.

Un paseo entre ruinas romanas

Al día siguiente, cruzamos el canal de la Robine, uno de los elementos más bonitos y característicos de Narbona. Este canal, estrecho y tranquilo, atraviesa el corazón de la ciudad. Es Patrimonio de la Humanidad junto con el Canal du Midi, con el que se conecta, y le da a la ciudad un aire muy fotogénico. Las ciudades que giran en torno a elementos acuáticos suelen tenerlo.

Entramos en el centro por calles peatonales que nos conducen directamente a la plaza del Ayuntamiento, donde se alza el Palacio de los Arzobispos. Nos lo encontramos en plena decoración floral, con un ambiente festivo y cuidado. Justo delante, entre los adoquines modernos, se conserva un tramo visible de la Vía Domitia, la calzada romana más antigua de la Galia, construida en el año 118 a.C. La verdad es que nos sorprende que algo así lo tengan tan poco señalizado y, si nos apuras, quizás hasta descuidado.

La siguiente parada es la imponente pero inacabada catedral de San Justo y San Pastor. Cuando se empezó a construir en 1272, la catedral pretendía ser una de las más altas y grandes del sur de Francia, inspirada en el estilo gótico del norte del país. Las obras avanzan a buen ritmo durante un tiempo, pero pronto se topan con la realidad: falta de dinero. Las guerras (como la de los Cien Años), las crisis económicas y otros conflictos hacen que los fondos se desvíen a otros asuntos más urgentes. Pero eso no es todo, uno de los principales problemas es estratégico: para continuar con las obras, había que derribar parte de las murallas defensivas de Narbona. Y, claro, no estaban los tiempos para dejar la ciudad desprotegida… así que al final, entre unas cosas y otras, Narbona se quedó con su catedral a medias.

El acceso a la catedral es gratuito, y dentro descubrimos un claustro silencioso y fresco, ideal para una pausa y un descanso del calor que hace hoy. Al salir, paseamos por el pequeño parque que la rodea, con sombra, bancos y algún que otro francés al sol.

Un mercado de sabores y una ciudad que se vacía

Visitamos Les Halles, el mercado cubierto de Narbona. El mercado es un edificio de estilo Baltard, construido en 1901 cerca del canal de la Robine. Su jornada corta (hasta mediodía) responde a una tradición francesa de mercados matutinos, pensados para abastecer a la ciudad con productos frescos del día. Es compacto pero encantador, lleno de puestos de productos frescos y especialidades locales. Compramos unos salchichones y una quiche de espinacas y salmón para la cena. El calor aprieta, así que buscamos algo para llevar y nos refugiamos en el apartamento con unas hamburguesas servidas en pan naan que nos han llamado la atención porque nos encanta este pan desde que lo descubrimos durante nuestro viaje a La India. David aprovecha para hacer otra ronda de compras.

Después de una siesta y una ducha, salimos a pasear de nuevo. A esta hora, muchas tiendas están cerradas o a punto de cerrar, y las calles se han vaciado un poco. El ambiente es tranquilo, la temperatura ha bajado, y es un buen momento para callejear sin prisas. Repetimos el recorrido de la mañana y lo ampliamos, cruzando al otro lado del canal para visitar la basílica de San Pablo-Serge y adentrarnos en el casco histórico occidental.

Aunque no hay grandes monumentos, Narbona nos sorprende con callejuelas pintorescas, restos romanos y fachadas con encanto. Especialmente de esta zona nos llaman la atención las coloridas contraventanas de madera que decoran las fachadas.

Visitamos la zona del Horreum, unas galerías subterráneas romanas que antiguamente funcionaban como almacenes, y caminamos hasta lo que fue el foro romano.

Nuestra parte favorita

Lo que más nos gusta de Narbona es el paseo junto al canal de la Robine. Está bordeado por árboles enormes, hay bancos para sentarse, barcos y familias paseando con tranquiliad, algunas incluso pescando. Nos resulta muy agradable, sobre todo ahora que la temperatura invita a sentarse al aire libre sin achicharrarse.

Cenamos en casa con la quiche y una ensalada. La bebé, que ha pasado todo el día en el porteo durmiendo a ratos, se duerme enseguida. Nosotros también nos relajamos. Narbona no es una ciudad monumental ni ruidosa, pero tiene algo muy especial: esa mezcla de historia romana, calma francesa y calles por las que apetece perderse.

Información útil

  • Cómo moverse: Lo mejor es caminar. El centro es peatonal y compacto.

  • Cómo llegar: En tren es muy accesible, la estación se encuentra a menos de 10 minutos a pie del centro histórico. Si llegas en coche, hay multitud de aparcamientos cercanos al centro, algunos de pago y otros gratuitos.
  • Dónde comer: Te recomendamos degustar algunos productos típicos en les Halles, pero recuerda que cierra pronto. En la ciudad hay numerosos restaurantes, los horarios de cocina suelen ser de 12 a 13:30 para comidas y de 19:00 a 20:30 para cenas, si quieres comer fuera de esos horarios, hay opciones de comida rápida como hamburgueserías y pizzerías.
  • Consejo para familias: la mayor parte del casco histórico es factible de recorrer con carrito, ya que es peatonal y el suelo no tiene baches, ni es de adoquines.
  • Consejo viajero: Hay baños públicos en algunos lugares, por ejemplo junto al canal de la Robine. Son gratuitos y su estado de limpieza es aceptable.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Content is protected !!