Dinan
La primera parada de la jornada es Dinan, un precioso pueblecito repleto de casitas típicas de la Bretaña francesa. Podríamos decir que es nuestro preferido del viaje, perdemos la cuenta del tiempo que perdemos paseando por la calle Jerzual y, sobre todo, de la cantidad de fotos que podemos hacer. ¡Qué calle más fotogénica!
Por supuesto no falta el castillo en esta localidad, algo que parece ya habitual en los pueblos de la zona y, por supuesto, también es imprescindible visitar la zona del puerto, que tiene una vista preciosa de la ciudad.
Aparcamos a la entrada, por 1 € la hora y media que estamos, un precio bastante razonable para ser Francia.
Saint-Malo
En Saint-Malo aparcar fuera de la muralla es bastante sencillo, siempre que estés dispuesto a pagar. Hay varios parkings al aire libre en la entrada, con las tarifas francesas habituales, aunque recomendamos mirar antes de aparcar los precios porque algunos son más caros.
Esta es una de las ciudades más visitadas de Bretaña, con un importante puerto y una muralla que la rodea por completo y data del siglo XIII. Muralla sobre la que, además, se puede pasear y disfrutar de unas bonitas vistas del mar desde ella.
El interior de la ciudad está repleto de callejuelas. Se nota que aquí hay más turismo, también más tiendas y actividad en general. Nos hemos acostumbrado a estar prácticamente solos estos días y resulta un tanto agobiante, pese a que tampoco hay una cantidad exagerada de gente.
Monte Saint-Michel
Nuestro siguiente, y último destino del día, es el famoso Monte Saint-Michel. Dejamos el coche en el aparcamiento, que está a unos 3 km y medio aproximadamente. Hay autobuses gratuitos que te llevan, pero nosotros preferimos pasear porque vamos bien de tiempo y así podemos tener mejores vistas del sitio.
El aparcamiento es exageradamente caro, 14,20€ el día en temporada alta y sin posibilidad de regresar. Es decir, si queremos volver por la noche toda pagar de nuevo. Hay una opción, que vemos luego, que es aparcar en Beauvoir e ir a pie hasta el parking, que estará a 1 km y medio o poco más. Luego allí coges el autobús, que es gratuito y te ahorras pagar el parking que es insultantemente caro.
También puedes ir en autobús desde Pontorson a 3€ por trayecto y persona, pero siendo dos ya te plantas en 12€ y casi que te sale más a cuenta el parking por proximidad.
Lo más importante para visitar el monte es tener en cuenta el horario de las mareas. La imagen más bonita se obtiene con marea alta, que es cuando se produce el efecto espejo. A nosotros no nos cuadra para nada y nos lo perdemos, porque además por la noche, que es cuando se produce la siguiente, está todo nublado y no merece la pena ir a hacer fotos.
Para visitar la abadía hay que pagar otros 11€ por persona y la entrada se puede comprar online. El último pase es a las 16:45. La verdad es que no nos parece especialmente impresionante por dentro, no está mal, pero es bastante más espectacular por fuera y desde lejos.
Vemos a bastante gente aprovechando la marea baja para irse a recorrer los alrededores con lo que parecen excursiones organizadas y vuelven hasta las cejas de barro, lo cual es un auténtico drama porque luego no les dejan limpiarse dentro del recinto, por lo que acaban montando un caos de barro en la entrada y es todo bastante sucio… deberían plantearse alguna solución para esto, porque es una guarrada.
Pasamos el resto de la tarde en el monte, como está todo nublado el atardecer es bastante decepcionante y, para colmo, ni siquiera lo iluminan cuando cae la noche… así que un desastre todo. Nos vamos un poco decepcionados por todo esto, la verdad.
Rumbo a Rocamadour
Salimos hacia Rocamadour, unas cuantas horas de viaje nos esperan. Hacemos una parada técnica para ver el castillo de Fougères desde el Jardín Público de la localidad, que es una preciosidad.
Luego paramos en Limoges a estirar un poco las piernas y aprovechamos para visitar su catedral, es una ciudad que realmente no tiene gran cosa pero alguna parada hay que hacer.
Llegamos por fin a Rocamadour y nos quedamos fascinados, el lugar es impresionante. Como aún hay luz, paramos primero en el mirador para hacer algunas fotos y después nos vamos a nuestro alojamiento, que realmente está a cinco minutos a pie y encima tiene aparcamiento, una gozada porque toda la zona del pueblo es de pago (hay horodateur y parkings privados a 5€ por día). Tras hacer como dos millones de fotografías nocturnas, nos retiramos al hotel a descansar.