El conductor de Tarántula expediciones viene a recogernos a las 8:30, después del desayuno. D. se ha levantado de madrugada para ver el amanecer, pero parece que la orientación y las nubes no han ayudado a que sea especialmente espectacular (¡menos mal que yo me he quedado en la cama!)
Nos llevan hasta un embarcadero que hay cruzando el puente, donde nos está esperando el bote que nos llevará hasta el alojamiento de estos días. Todos los lodges están ubicados en la orilla del río, dentro de la selva pero fuera de la Reserva nacional Tambopata. Por lo que hemos visto, muchas agencias son poco honestas en este sentido, ya que dicen que vas a dormir en medio de la reserva, cuando en realidad no está permitido -excepto para una familia en concreto que tiene permiso para residir (y alojar turistas) en el interior porque vivían allí antes de que la zona fuera protegida-. En cualquier caso, a nos parece fantástica esta política para preservar la zona y mantener la flora y fauna de la misma en el mejor estado posible. No nos queremos imaginar lo que sucedería si dejaran que la gente campara por allí a sus anchas, bastante impacto produce ya el ser humano simplemente visitándolo.
Nuestro hogar en la jungla
El lodge nos encanta en cuánto lo vemos. Rodeado de árboles y maleza, se trata de un conjunto de cabañas con grandes ventanales cubiertos de mosquiteras. La cabaña principal, en la que se encuentra la zona de comedor, es grande y abierta, de techos muy altos. Allí nos facilitan nada más llegar botas de agua (según nos comentan, ha estado lloviendo y hay bastantes zonas con barro) y luego nos dejan un rato de descanso en la habitación antes de que que empecemos la primera caminata por la selva con nuestro guía, Hernán.
La habitación nos gusta mucho: el hecho de que esté abierta y rodeada de naturaleza nos resulta increíble, es como estar en medio de la selva. Sobre todo se escucha perfectamente a los pájaros desde la cama…¡o desde las hamacas que tenemos en la puerta! Allí nos quedamos hasta que una hora más tarde viene a buscarnos Hernán para empezar la ruta por la selva. Vamos a conocer la zona que rodea el lodge y nos va a explicar la vegetación y fauna de la misma 🙂
Los sonidos de la jungla
No se puede describir con palabras lo que se siente estando en la selva, ni siquiera con imágenes. La clave, lo que realmente lo diferencia de cualquier otro lugar, es el sonido. Los sonidos. Es como un silencio muy intenso, pero lleno de ruidos. Imagina que, de repente, todo a tu alrededor se calla. Las voces, los coches, esos ruidos diarios a los que tan acostumbrados estamos. Todo en silencio. Y tú en medio de todo, rodeado de árboles gigantes. Entonces comienzas a escuchar y descubres nuevos sonidos. El crepitar de las hojas bajo tus pies, el canto de un pájaro a lo lejos, un insecto, las copas de los árboles agitándose con el viento o el aleteo de algún ave. Todo se llena de sonidos nuevos, algunos desconocidos. Y tus oídos no dan abasto porque toda la información que reciben es completamente nueva, diferente. No es un sonido que puedas explicar, que puedas reconocer. Es algo totalmente distinto.
Hernán sabe mucho de la selva, lleva más de 25 años siendo guía en esta zona y escucharle es fascinante. Nos habla de los árboles estranguladores, que rodean a otros árboles y van creciendo a su alrededor, hasta que los matan. Entonces se alimentan de ellos para hacerse aún más grandes. O de las palmeras caminantes, que tienen muchas patas y se apoyan en una u otra, dependiendo de hacia dónde quieran orientar su copa. Aprendemos a reconocer nidos de tarántula (yo encuentro incluso uno, sorprendiendo al propio Hernán), qué frutos son comestibles y cómo podríamos sobrevivir en la selva si lo necesitáramos, el árbol que está relleno de hormigas, o cómo las termitas construyen caminos en la corteza de los árboles en los que anidan para no dañarlos, vemos insectos, mariposas y mucha, mucha vegetación.
Lo que más nos impresiona de todo es que, en un momento dado, empieza a llover y sólo podemos oírlo. Escuchamos con total claridad como el agua cae sobre las copas de los árboles, como el viento las agita… pero no sentimos nada. No nos mojamos, no cae ni una gota sobre nosotros. La vegetación es tan frondosa que lo impide. Es una sensación indescriptible.
Tras este paseo regresamos al lodge para comer, completamente sobrecogidos por lo que acabamos de experimentar. Conocemos al resto de nuestro grupo, una chica española y su novio británico. Enseguida surge buen rollo entre nosotros y me alegro, porque no hay nada peor que tener que convivir tres días con alguien a con quien no congenias. Por suerte Chris y Alba son encantadores y tenemos muchos temas de conversación en común (un saludo si nos estáis leyendo, chicos).
La isla de los monos
Después de comer vamos a la Isla de los monos. Te lo venden como si estuviera plagado de monos, pero Hernán nos cuenta que en realidad es un grupo pequeño que han llevado allí para reinsertarlos y que raramente se ven, ya que los monos son pocos y la isla muy grande. Aún así, paseamos tranquilamente entre los frondosos arboles y disfrutamos de la playa que ha dejado al descubierto la estación seca.
Tal como nos había advertido, no conseguimos ver a los monos, pero el regreso al lodge por el río Madre de Dios al atardecer es espectacular. Si ayer nos maravillamos, hoy nos quedamos sin palabras. Esto es absolutamente alucinante.
La selva al caer la noche
Antes de la cena salimos con Hernán a hacer una caminata nocturna por la zona que hemos recorrido esta mañana. No hay palabras para explicar lo que se siente estando en la selva por la noche: imagina que a la sensación de esta mañana, le restas la vista. La capacidad de percepción de tus oídos se amplía. Todo es mucho más intenso, recibes muchos más sonidos. La vida de la selva comienza ahora y puedes percibirlo. Hay más actividad, más sonidos, más movimiento..
Vemos bastantes insectos, caracoles gigantes y una tarántula en uno de los nidos de esta mañana. Enorme para nosotros, aunque Hernán nos asegura que es tan solo una cría. En esta zona no hay animales grandes, ya que en, general, no suelen frecuentar las zonas explotadas por el ser humano. Cosa que me resulta completamente normal después de lo que vimos ayer desde el avión, ¿qué animal querría vivir rodeado de humanos teniendo hectáreas enteras de selva sin explotar?
Volvemos al lodge a la hora de la cena. Ha llegado el otro grupo, que empezó el tour ayer, y está formado por una pareja de canadienses y otra de españoles expatriados en Chile. Nuevamente surge buen rollo con los españoles, así que la cena resulta muy distendida. También ayuda que la comida está muy rica y el ambiente en general es muy bueno. Además Inmanol, el chico español, nos enseña una tarántula que le contaron ayer que anidaba en uno de los árboles del lodge.
Nos vamos a dormir rodeados de sonidos y muy emocionados por todo lo que hemos vivido. Sin duda esta está siendo una de las mejores experiencias que hemos tenido nunca 🙂