Ueno, Asakusa y Akihabara: tradición, mercados y el Tokio más popular (3)
Ueno, Asakusa y Akihabara: tradición, mercados y el Tokio más popular (3)

Ueno, Asakusa y Akihabara: tradición, mercados y el Tokio más popular (3)

Nos levantamos a las 6:30 y salimos temprano hacia el parque de Ueno, una de las grandes zonas verdes de Tokio. A esa hora el ambiente es tranquilo, con gente paseando, mayores haciendo ejercicio y corredores aprovechando el fresco de la mañana.

Pasamos por fuera del Museo Nacional de Tokio, el más importante del país en cuanto a arte y arqueología japonesa, pero hoy no entramos. Justo al lado vemos el Ueno Tōshō-gū, un santuario dedicado, una vez más, a Tokugawa Ieyasu. Está empezando a abrir y lo observamos solo desde fuera.👉 Curiosidad: este santuario es uno de los pocos de Tokio que sobrevivió a terremotos, incendios y bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.

Seguimos por un camino flanqueado por torii naranjas y bambú, que nos conduce hasta el templo Bentendō, situado en una pequeña isla dentro del estanque Shinobazu. El lago está completamente cubierto de plantas acuáticas. El templo es modesto, no ponen sello y no nos parece especialmente destacable, pero el entorno es agradable.

Aquí empezamos a fijarnos en algo muy japonés: las papeleras separadas entre residuos combustibles y no combustibles, un reflejo del sistema de reciclaje tan estricto del país. También llama la atención la cantidad de baños públicos, limpios y bien cuidados, algo que facilita muchísimo el viaje… aunque nos parece incomprensible que no tengan papeleras o que, cuando las tienen, sean minúsculas. Para los pañales de la bebé resulta verdaderamente problemático.


Ueno Ameyoko: mercado y vida callejera

Desde el parque nos dirigimos a Ueno Ameyoko, una calle comercial bajo las vías del tren que conserva el espíritu de mercado popular. Puestos de fruta, pescado, ropa y comida se mezclan en un ambiente animado y caótico, muy distinto al Tokio ordenado de otras zonas.

Compramos brochetas de fruta fresca, perfectas para seguir caminando. Hay muy buen ambiente, ruido, voces y vida real.

Giramos a la derecha y pasamos por una rotonda elevada para peatones, muy curiosa, y entramos en una tienda especializada en sobres y papelería tradicional japonesa, preciosa. Japón eleva hasta lo cotidiano al nivel de arte.


Kappabashi y un templo inesperado

Continuamos caminando hasta Kappabashi, la famosa calle de los utensilios de cocina. Aquí hay tiendas especializadas en cuchillos japoneses, vajillas, palillos y reproducciones de comida de plástico.

Los cuchillos llaman la atención, pero es difícil saber cuáles son realmente buenos y cuáles no. Además, no son baratos. Se nota que es una zona muy orientada tanto a profesionales como a turistas. Tampoco nos convence el no saber si podríamos tener problemas al llevarlos en el equipaje, así que acabamos pasando.

De camino nos encontramos con el templo Higashi Hongan-ji, un enorme templo budista reconstruido recientemente. Es grande, moderno y sorprendentemente no hay casi nadie. Entramos, tomamos un té matcha frío y aprovechamos para ir al baño. Un descanso muy agradable lejos del bullicio.

Ramen y Asakusa: el Tokio más visitado

Seguimos por una zona comercial llena de turistas y chicas vestidas como princesas japonesas, muchas de ellas posando para fotos.
A las 12:00 en punto comemos ramen en Kamukura, una cadena muy conocida. El local es enorme, el ramen correcto y reconfortante. De postre, tarta de manzana.
👉 Recordatorio cultural: en Japón no se come caminando por la calle, salvo en zonas muy concretas.

Continuamos hasta la calle Nakamise, que conduce al templo Sensō-ji. Está completamente llena de gente. Nakamise lleva más de 300 años vendiendo dulces, recuerdos y snacks tradicionales.

El Sensō-ji es el templo budista más antiguo de Tokio, fundado en el año 645. La enorme linterna roja de papel, de unos 700 kg, impresiona. El templo es espectacular, pero el exceso de visitantes hace que la experiencia sea algo abrumadora.
Vemos muchísimas chicas vestidas con kimono, muchas con fotógrafo profesional o trípode, y también chicos. Es un desfile constante. Es algo que ya vimos en China, pero nos sigue llamando enormemente la atención.

Muy recomendable, por cierto, hacer una visita guiada por esta zona para profundizar en su historia.


Nihombashi, el Palacio Imperial y la estación de Tokio

Tomamos el metro hacia Nihombashi, una zona de oficinas llena de rascacielos que recuerda bastante a Nueva York. Al final de la calle aparecen los jardines del Palacio Imperial.

Paseamos por el parque, aunque queda poco de la antigua fortaleza. No se puede cruzar al otro lado. Los jardines también se pueden visitar con un tour guiado gratuito, pero lamentablemente no nos coincide en hora.
👉 Dato: el emperador de Japón reside en el Palacio Imperial, aunque su figura es hoy puramente simbólica y ceremonial.

Muy cerca está la estación de Tokio, con su fachada histórica de ladrillo rojo, completamente restaurada, en la plaza de Marunouchi. Una imagen clásica y elegante de la ciudad.


Torre de Tokio y Akihabara bajo la lluvia

Volvemos a coger el metro hasta la llamada “Torre Eiffel de Tokio”, la Tokyo Tower. Hay gente haciendo picnic en el parque y el ambiente es muy relajado. La iluminación nos parece incluso más bonita que la de la original de París.

De ahí vamos a Akihabara, el barrio electrónico y otaku. Empieza a llover y entramos a cenar en un restaurante en una primera planta: sushi, tortilla japonesa y ensalada. El dueño se pone a hacer el payaso con la peque, que se lo pasa en grande. La verdad es que es chocante ver a un señor japonés trajeado haciendo muecas a un bebé de 7 meses.

Cuando salimos, ya no llueve. Caminamos por las calles principales, pero muchas tiendas están cerradas a esa hora. Aun así, nos cruzamos con chicas vestidas de maid ofreciendo entrar a locales. Llama la atención lo jóvenes que parecen. No es peligroso, pero sí incómodo si no conoces el contexto: muchas no trabajan en cafeterías inocentes, sino como captadoras para bares y clubes de compañía, una realidad bastante controvertida en Japón y cada vez más vigilada por la policía.


Vuelta a casa y cierre del día

Cogemos el tren de vuelta. En el metro, la niña se hace amiga de una señora, que incluso le presta la bola de juguete de su hija. Estos pequeños gestos dicen mucho de Japón.

Llegamos al alojamiento, lavamos ropa, preparamos biberones, ducha y a dormir.
Un día largo, intenso y muy variado, de esos que mezclan historia, caos, momentos incómodos y pequeñas escenas bonitas que se quedan contigo.

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