Nuestras últimas horas en Singapur son básicamente un trayecto al aeropuerto (por un camino bastante más largo que por el que vinimos, gracias a la indicación de un asistente del metro. Lo dicho, ¡este metro no tiene pies ni cabeza!). Nos despedimos de este pequeño país con la sensación de que, si algún día podemos hacer otra escala aquí, no lo dudaremos ni un instante.
Por fin, Indonesia
Llegamos al cielo de Java, donde el piloto tiene la amabilidad de tenernos casi una hora dando vueltas en círculo para que podamos disfrutar debidamente de las fabulosas vistas del volcán Merapi.
A la salida del aeropuerto nos está esperando Rio, que será nuestro guía durante los próximos dos días. Como ya comenté en el post de los preparativos del viaje, nos resultaba mucho más cómodo y económico, al ser un grupo de 10 personas, movernos en transporte privado. La verdad es que no lo teníamos claro, pero confirmamos que ha sido una gran decisión cuando, de camino al hotel, Rio nos informa de que el Castillo del Agua cierra a las tres de la tarde y, si no vamos ahora, ya no podremos verlo. Decidimos de inmediato desviarnos de la ruta para aprovechar el rato que nos queda y Rio nos presta el dinero -aún no hemos tenido tiempo de sacar o cambiar- para las entradas.
El precio de la entrada al Castillo del Agua es de 15.000 rupias por persona.
El Taman Sari, o Castillo del Agua, fue originariamente un edificio que el sultán utilizaba como zona de recreo. Se dice que el arquitecto portugués que lo construyó fue ejecutado para que nunca pudiera revelar dónde se encontraban las habitaciones secretas que le habían mandado construir. Además, aprovechamos a visitar por allí la mezquita Sumur Gumuling -una curiosa mezquita subterránea de forma circular-, donde somos los únicos turistas extranjeros (sí que hay turistas locales).
Tras la visita, Rio nos deja en el hotel. Dejamos las maletas y salimos a buscar un cajero o una casa de cambio, ya que no tenemos nada de moneda local.
Los cajeros de Indonesia suelen tener una pegatina con una cifra -100.000 o 50.000- que son los billetes de los que dispone. El número máximo de billetes que puedes retirar es, normalmente, veinticinco. Por lo que en un cajero con billetes de 50.000 podrás retirar hasta 1.250.000 rupias y en uno de 100.000 hasta 2.500.000.
Como estamos muertos de hambre y es bastante tarde, vamos a comer a un warung que encontramos cerca del hotel. Solo tienen nasi goreng y mie goreng, así que no podemos pensar mucho qué queremos. Todo resulta estar delicioso. De hecho, es una de las comidas que todos recordaremos como de las mejores del viaje… y por tan solo 12.000 rupias (0.80€) por cabeza, una pasada.
JL. Maliboro
La calle más importante de Yogyakarta, en torno a la cual se desarrolla toda la vida de la ciudad. En esta calle se puede encontrar de todo: puestos de comida, dulces, fruta, souvenirs, batiks, ropa… También hay cajeros, casas de cambio, carros de caballos, rickshaws. Si buscas algo en esta ciudad, posiblemente lo encuentres en esta calle. Allí nos quedamos un rato dando una vuelta y haciendo algunas fotos. También aprovechamos para comprar una tarjeta SIM. Después regresamos a pie al hotel y, tras darnos un baño en la piscina (y tomarnos un mojito!) , nos vamos a dormir.
Borobudur
A las seis de la mañana nos recoge Rio para ir a Borobudur. El trayecto dura algo menos de una hora y media, pero poco puedo contar sobre el mismo porque lo pasamos entero durmiendo :D.
Nada más llegar, compramos las entradas combinadas para los templos de Borobudur y Prambanan, ya que sale algo más económico que comprarlas por separado. Aunque varios de nosotros tienen carnet de estudiante, solo aceptan aquellos que tienen fecha de caducidad. La entrada incluye una bebida de bienvenida, a elegir entre té, agua o café. Además, contratamos a un guía para el grupo.
La entrada combinada tiene un precio de 580.000 rupias, siendo el precio para estudiantes de 362.500 rupias. El precio de los guías, aunque varía según el número de personas que tenga el grupo, ronda las 150.000 rupias.
El templo de Borobudur es el monumento budista más grande del mundo. Se trata de una estupa, una construcción que ya conocimos en Nepal, que tiene más de 500 estatus de Buda. Su nombre significa, literalmente, “el templo budista de la montaña” y fue construido entre los años 750 y 850 por los soberanos de la dinastía Sailendra. Curiosamente, este lugar fue abandonado en el siglo XIV, coincidiendo con la conversión de los javaneses al Islam. No fue “redescubierto” hasta 1814, por el gobernador británico de Java. Hoy día, está declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y es la atracción turística más visitada de Indonesia.
Nosotros tenemos que agradecerle al madrugón que no haya un número excesivo de turistas. De hecho, notamos que empiezan a aumentar cuando ya estamos saliendo. Es una suerte porque es un lugar que transmite mucha calma, sobre todo en la fachada principal, desde la que hay unas vistas increíbles del volcán Merapi.
Dos templos y un café
Nuestra siguiente parada es el templo Pawon que, aunque es pequeñito y tiene poco que ofrecer, resulta curioso porque justo hoy los vecinos de la zona están celebrando una festividad en la que es costumbre sacrificar una vaca. Aunque desagradable, resulta curioso e interesante ver cómo lo hacen. O eso me dicen porque yo no me atrevo ni a mirar.
Muy cerquita hay una tienda en la que es posible probar el famoso café Luwak. Aunque nosotros no somos muy partidarios de esta práctica, como el resto del grupo quiere probarlo decidimos entrar. Este café, conocido por ser el más caro del mundo, se produce de una forma curiosa: se recoge entre los excrementos de un animal, la civeta. Según nos cuentan durante la visita, los animales no sufren ni son maltratados en el proceso, pero a saber… (cuando algo se convierte en un negocio, malo).
El precio de una taza de café Luwak es de 25.000 rupias.
Cogemos el coche para ir a Candi Mendut, un templo mucho más impresionante que el anterior. Se encuentra rodeado de un pequeño campo de girasoles y de un magnífico árbol centenario. Nos recuerda mucho a los templos que vimos en Khajuraho. Justo al lado hay un monasterio budista de entrada gratuita que también merece la pena visitar.
Las entradas combinadas al templo Pawon y al Candi Mendut cuestan 3500 rupias.
De camino a Prambanan, Rio hace una parada para comprarnos snake fruit, muy típica de aquí. Tiene un sabor curioso que no sabría definir y una textura similar a la de la castaña, aunque su corteza se asemeja a las escamas de una serpiente, de ahí su nombre.
Prambanan
Se trata de un conjunto de más de 200 templos hindúes, construidos en el siglo IX bajo el mandato de la dinastía Sanjaya. Es el templo hindú más grande de toda Indonesia y en 1991 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Los templos están relativamente cerca, aunque hay alguno como el de Sewu que está algo más retirado. Nosotros cogemos el tren gratuito que hay para acercarnos a visitarlo porque hace un calor horrible y no nos apetecen los diez minutos de caminata a pleno sol.
Una comida muy especial
Cuando llegamos a Yogyakarta, casi a las tres de la tarde, le pedimos a Rio que nos lleve a comer a algún sitio que le guste a él. El elegido es The House of Raminten, un lugar muy curioso ya que es propiedad de una Drag Queen bastante conocida aquí. En el local te puedes encontrar desde un jacuzzi hasta una cuadra con caballos, todo bastante peculiar.
El menú es muy extenso -lo cual es bastante anómalo en Indonesia- y la comida está muy buena y a buen precio. La verdad es que es todo un acierto este lugar. Posiblemente sea la primera vez que un guía pilla a la primera lo que queremos porque, además, no hay ni un turista. De hecho, Rio nos cuenta que le gusta venir a este restaurante a comer con su novia cuando tienen una celebración especial.
Después de la comida vamos a Maliboro, donde nos quedamos dando una vuelta y haciendo algunas fotografías antes de volver al hotel para darnos otro baño en la piscina y prepararnos para mañana.