A las 6:45 estamos cogiendo el tren que nos llevará a Surabaya, después de despedirnos con mucha pena de Rio -que ha sido uno de los mejores guías que hemos tenido nunca-. Nos ha ayudado a sacar el billete en las máquinas que hay en la entrada de la estación -donde hay qye introducir el código que te envían por correo al hacer la compra-. Es un proceso bastante intuitivo y la estación está bien organizada, así que no cuesta nada encontrar el tren correcto. Eso sí, los primeros asientos de cada vagón no tienen ventana… justo los que tenemos nosotros dos 🙁
Cemoro Lawang
Hay un atasco importante a la salida de Surabaya y nos cuesta salir de la ciudad. Tanto que al final hoy no nos va a dar tiempo a ver las cataratas Madakaripura (a las que iremos mañana). Nos tomamos con calma el trayecto, que pasa por diversos pueblos, todos muy pequeños pero con colores alegres. También vemos bastante naturaleza y, finalmente, nos damos cuenta por fin de que estamos en una zona tropical.
Llegamos a nuestro homestay en Cemoro Lawang sobre las cinco de la tarde. El alojamiento es muy básico: una casa que alquila habitaciones -sin agua caliente- y que no tiene un criterio de limpieza muy exigente, por decirlo de alguna manera. Aunque, la verdad, tampoco parece que el pueblo de para mucho más (es muy pequeñito y apenas tienen nada). Tanto es así que, para cenar, compramos en una gasolinera varias bolsas de aperitivos surtidos: cacahuetes, mango deshidratado, plátano, patatas… y las ponemos en común para probarlo todo (hay cosas muy curiosas, que nos acompañaran casi el resto del viaje!).
Después de dar un paseo y ver un rato las estrellas, como no hay mucho más que hacer por aquí y a las 2 tenemos que estar en pie, nos vamos a dormir.
Al amanecer del sexto día
A las 3 de la madrugada estamos de camino a Bromo. Vamos repartidos en dos jeep, que es la única forma de llegar hasta el mirador. Es tremendo volver la vista hacia atrás y ver la inmensa fila de vehículos que nos siguen. Todos ellos se dirigen al mismo destino, por lo que nos encontramos el mirador hasta arriba de gente.
Lo tienen todo muy bien montado. En la subida al mirador vamos viendo puestos de café, mantas o abrigos. Nosotros cogemos abrigos porque no hemos llevado (contábamos con que los alquilaban) y, una vez arriba, también cogemos mantas porque nos toca esperar un buen rato hasta el amanecer. La verdad es que no entiendo por qué subimos tan pronto, si no amanece hasta las 5:30. No tiene ningún sentido tenernos esperando durante más de una hora. Sinceramente, si hubiéramos tenido algo más de margen, creo que hubiera sido mejor venir durante el día y no al amanecer, cuando todos los turistas se han marchado.
El amanecer en sí es bonito, pero no espectacular ya que el sol no sale detrás del volcán, sino por la izquierda y, aunque la luz está preciosa, no es lo que esperábamos. El hecho de estar rodeados de turistas tampoco ayuda (Posiblemente hubiera sido mejor desplazarnos hasta algún otro mirador menos masificado). Con todo, D. y yo nos ponemos en primera fila con las cámaras (ventajas de llegar tan pronto) y nos olvidamos del mundo.
El cráter
Tras el amanecer, cogemos el jeep para ir hasta el cráter. Se sube a pie, aunque hay caballos disponibles para recorrer el pequeño trayecto que hay desde el aparcamiento hasta las escaleras. Sinceramente, creo que no merece la pena a menos que te haga especial ilusión montar a caballo.
Las escaleras que dan acceso al cráter están masificadas, ¡hay cola! Y es que, aparte de muchísima gente, la mayoría se van parando para hacerse selfies, por lo que se monta un atasco importante. Nos desespera un poco la espera y estamos algo decepcionados con esta saturación de turismo, pero al llegar arriba se nos olvida todo. El cráter del volcán es alucinante. Huele fatal a azufre y emite un sonido muy peculiar, pero es una maravilla. Nunca habíamos visto uno y es algo que nos deja fascinados: ver el movimiento que tiene, la actividad.. debería darnos miedo, pero más bien nos hipnotiza.
Tras esta visita nos llevan a lo que llaman Whispering Sands, que no es más que una explanada con arena. Hacemos algunas fotos y regresamos al homestay, donde nos damos una ducha (de agua fría) y recogemos nuestras cosas antes de desayunar un maravilloso plato de arroz blanco con pollo -lo típico que siempre apetece a las siete de la mañana!-.
Cascadas Madakaripura
Nuestra siguiente parada son estas cascadas, que ayer no tuvimos tiempo de ver. El coche nos deja en un aparcamiento, desde donde tenemos que ir durante unos 4 kilómetros en moto hasta el principio del camino que lleva a las cascadas, que es de aproximadamente un kilómetro (Lo tenemos todo incluido en el precio de la excursión que contratamos para Bromo e Ijen, así que desconozcemos los precios individuales de cada actividad).
Una vez llegas a las cascadas… wow, son alucinantes! Tenemos que avanzar por el cauce de un pequeño río que discurre por debajo de una de ellas (resulta imposible no mojarte, por lo que se recomienda llevar chubasquero. Los venden allí mismo si no tienes. Además, es conveniente llevar cangrejeras o escarpines).
No hay mucha gente hoy -apenas un par de grupos más aparte del nuestro-, lo cual nos parece estupendo. Las cascadas son una pasada. Altísimas y preciosas, algo que nunca habíamos visto y nos deja a todos enamorados. Además, hay a una segunda zona en la que otras cascadas caen sobre un pequeño laguito, todo rodeado de roca como en un pozo natural. Es.. tremendo. De las cosas que más nos han gustado con diferencia.
De vuelta al coche, emprendemos el camino hacia Ijen. Por el camino tenemos que parar unos diez minutos porque el coche tiene algún problema, que resuelven rapidísimo. Paramos a comer en un sitio que nos indican los conductores, que no está muy allá y además es bastante caro, lo que nos hace echar mucho de menos a Rio. Cuando llegamos al homestay, bastante mejor que el de la pasada noche, caemos rendidos en la cama aunque apenas sean las siete de la tarde.