Nos levantamos muy pronto y bajamos a recorrer la zona de Thamel. Queremos comprar material escolar para llevar al orfanato ya que, aunque traemos algunas cosas de España que nos han dado unos amigos, nosotros hemos preferido comprar aquí porque, en primer lugar, es mucho más barato y, en segundo lugar y más importante, así ayudamos también a los comercios locales.
Desayunamos un chapati con tortilla y vegetales que nos prepara un vendedor ambulante. Los chapati son viejos amigos: ya los conocíamos de Tanzania y siguen siendo una delicia. Después compramos unos rotis, que son una especie de rosquillas con sabor a churro. Paseando con nuestros rotis, encontramos una tienda con artículos de papelería y compramos cuadernos, lapiceros y bolígrafos. Un montón. El tipo de la tienda se queda encantado.
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Con la luz del día, Katmandú parece algo más amable. Las calles se han llenado de gente y en las plazas se juntan vendedores con todo tipo de productos : artesanía, verduras, flores… También las tiendas están abiertas. Vemos muchísimas tiendas de ropa y material de montaña (entiendo que la mayoría falsificaciones, pero dan el pego bastante bien). Lo peor, sin duda, es el tráfico: los coches y las motos pitan a los viandantes constantemente y nos vemos obligados a caminar apartándonos todo el rato para que no nos atropellan. Las calles son estrechas y el tráfico muy intenso. En las zonas con aglomeraciones de gente pasan igualmente. Resulta bastante estresante.
En una de las plazas, un niño se acerca a nosotros. Nos dice que quiere practicar su inglés y que no va a pedirnos dinero. Nos lleva a ver un templo que hay escondido en una plaza y después a ver una estupa. No terminamos de fiarnos mucho de él, sobre todo cuando nos dice que si le podemos acompañar a su escuela de arte para que su profesor nos conozca porque, asegura, eso le hará estar muy orgulloso de él. No nos convence mucho la historia, pero hasta ahora el niño ha sido bastante agradable y educado, así que le acompañamos. Acabamos en una tienda de pinturas y mandalas, pero en cuanto vemos el percal decimos que no vamos a comprar nada y nos vamos.
Nos sentimos un poco decepcionados, no tanto por el engaño (que realmente nos ha beneficiado más que otra cosa, pues al templo no hubiéramos accedido si no hubiera sido por el niño), sino por el hecho de sentir que toca estar alerta. Es algo que ya experimentamos en Cuba y en Tanzania y no resulta nada agradable: aunque comprensible, sentir constantemente que todo el mundo trata de sacarte dinero da bastante pena.
Volvemos a la guest house y reservamos el autobús para Pokhara. Son 700 rupias aunque nos bajemos en Dumre, ya que cobran el trayecto completo. Nos garantizan, eso sí, que tiene aire acondicionado (Importante porque hace mucho calor). A las 11 viene a buscarnos el director de Hopad. Es un orfanato situado cerca de Patán al que llegamos en taxi.
El precio de un autobús de Katmandú a Pokhara es de 700 rupias.
Los niños más simpáticos de Patán
En el orfanato hay 18 niños. La mayoría ha sido abandonados por sus padres por falta de recursos económicos, aunque también hay varios huérfanos. Aquí cuidan de ellos, van a la escuela y practican deporte, siendo especialmente buenos (varios de ellos campeones a nivel nacional!) en artes marciales. Nada más llegar nos reciben con montones de dibujos que han hecho para nosotros, dándonos la bienvenida a Nepal. Nos emociona el gesto y la sonrisa de los niños que, desde el primer momento, se ponen a jugar con nosotros. Se vuelven locos con las cámaras: «clic» nos piden sin parar de hacerse selfies y fotografías entre ellos. Algunos incluso se animan con los vídeos y cantan, bailan o, simplemente, se graban hablando y contando cosas como el nombre de su colegio o su color favorito.
Pasamos un buen rato con ellos y después charlamos con el director para recabar la información que necesitamos para JMM, la ONG que colabora con el orfanato que visitamos en Tanzania. Después el director nos invita a comer con su familia: un dal bath que es nuestro primer contacto con la comida Nepalí. Se trata de un plato típico, consistente en arroz y un guiso de lentejas especiadas. Está muy rico. Después de comer, y con mucha pena, nos despedimos de los niños y cogemos un taxi hasta la estupa de Swayambhunath.
Swayambhunath
La estupa es impresionante y, sin duda, uno de los imprescindibles de Katmandú. Está situada en la cima de una colina al oeste de la ciudad y fue elegida Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1979. También es conocido como el Templo de los monos por la cantidad de estos animales que viven aquí. Hay mucha gente local, que le da un ambiente cálido y movido. Entre eso, las vistas y lo impresionante de la estupa, nos tiramos un buen rato por allí.
La entrada a la estupa cuesta 200 rupias.
De la estupa bajamos andando a Katmandú. No tardamos mucho (50 min) en llegar a la Durbar. La entrada cuesta mil rupias, pero se puede pasar durante todo el tiempo que dura el visado con una foto (lo llevas a la oficina de turismo y te hacen una especie de carnet). No llevamos una foto encima, pero nos hacen una tarjeta provisional para que la llevemos el próximo día.
La entrada a la Durbar de Katmandú es de 1000 rupias por persona.
Aprovechamos para ir a mirar hoteles para las dos noches que pasaremos en Katmandú a la vuelta de Pokhara. No vamos a repetir en el que estamos,: queremos un sitio con agua caliente y, sobre todo, con recepción 24 horas. Tras dar un par de vueltas nos decidimos por uno situado cerca de The Garden of Dreams llamado Magnificient View. Nos cuesta entendernos con el recepcionista , pero nos dice que la habitación doble cuesta 15$ por noche y la reservamos. No nos pide el nombre ni apunta nada, así que nos vamos algo mosqueados pero.. bueno, esto es Nepal. Después vamos a cenar y echamos un vistazo a las tiendas de montaña antes de irnos al hotel.