Diario de Tanzania (14): De lentitud y despedidas
Diario de Tanzania (14): De lentitud y despedidas

Diario de Tanzania (14): De lentitud y despedidas

 

Nos despiertan los gallos de la casa de enfrente, no es raro que aquí se oigan animales durante la noche, aunque hasta ahora casi siempre habían sido pájaros o gatos.

Salimos a desayunar, aunque nos cuesta un rato localizar dónde porque el hostal parece desierto. Finalmente descubrimos que se desayuna en la azotea, con una fabulosa vista aérea de la ciudad. Hoy sopla con fuerza el viento en Stone Town. Marbella viene a buscarnos puntual a las 9. Hoy vamos a ir con su hermano Ali y un grupo de españoles a Prision Island. Los españoles se alojan en Nungwi, en uno de los resorts que vimos, van a pasar 10 días allí. Nos cuentan que han estado haciendo algunas excursiones pero que no han visitado más puntos de la isla. Les recomendamos que lo hagan y, que si se animan, visiten los pueblecitos locales. Son muy agradables, cosa que agradecemos después de la experiencia  con los alemanes.

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Vamos en una barquita pequeña que tarda una media hora en llegar a Prision. La isla se utilizaba antiguamente para poner en cuarentena a los enfermos de cólera o fiebre amarilla, pese a haber sido concebida inicialmente como cárcel. Durante una época fue una residencia privada. Actualmente es un hotel y una reserva de tortugas gigantes. Las tortugas las trajeron de Seychelles y son impresionantemente grandes. La más mayor tiene casi 200 años, aunque las tortugas pueden llegar a vivir hasta 300. Estamos un rato con ellas. La verdad es que son super tranquilas. Se las puede tocar sin problemas, aunque los carteles prohíben sentarse sobre ellas. A saber qué ha motivado la colocación del cartel.

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Salimos de la isla media hora más tarde. Hay oleaje, así que acabamos empapados tras un viaje algo movidito. Nos despedimos del grupo, que van a continuar haciendo la visita de la ciudad, y nos vamos a buscar el sitio donde comimos ayer. Hoy es viernes y al parecer, según nos explica Marbella,  la gente acaba pronto de trabajar para rezar. Efectivamente, la mezquita está llena de gente. Muchos negocios están cerrados y hay gente rezando hasta en la calle.

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Desistimos a la hora de buscar el sitio de ayer, posiblemente cerrado, y acabamos comiendo unas patatas fritas en un puesto callejero. Nos aprovisionamos de agua y pastelitos de los que descubrimos ayer, antes de ir al hotel a recoger el equipaje. Suma nos va a recoger al hotel para acercarnos al ferry, aunque está bastante cerca, pero vamos muy cargados y esto es un laberinto. Llegamos al ferry justo cuando están embarcando. Hoy va hasta arriba de gente, no como el otro día. Nada más salir reparten bolsas a los pasajeros, lo cual me mosquea. La última vez que me dieron una bolsa en un ferry acabé perdiendo dos vuelos y durmiendo una noche en la calle, en las islas Griegas. No me gusta. Efectivamente, hay oleaje y el barco parece que va a romperse. La gente empieza a marearse. La mujer que está a mi lado utiliza repetidamente su bolsa, tiene muy mala cara. Yo me empiezo a marear también. El barco se mueve muchísimo y me encuentro muy mal. Un señor sale a cubierta en un descuido de la tripulación, pero salen rápido a buscarle. El viaje se me hace eterno. D sin embargo va muy tranquilo, hasta se duerme. Cuando pisamos tierra firme empiezo a recuperar el color. Bakari ha venido a buscarnos. Menos mal porque ahora mismo lo último que me apetece es caminar por Dar. Hablamos con él, queremos ir a cenar a un sitio que nos han recomendado antes de ir al aeropuerto. Nos ofrece llevarnos y esperar en el coche hasta que terminemos, con el equipaje, para llevarnos al aeropuerto después. Casualmente, la cifra que nos da es todo el dinero local que nos queda, así que aceptamos. Vamos a Slipway, que es un hotel bastante pijo con un restaurante que pega al mar. Un sitio alucinante que para nosotros tiene un precio económico, aunque para el país es muy caro. Cenamos tranquilamente frente al mar, el ambiente es totalmente europeo, por un momento se nos olvida dónde estamos. A las 10 salimos para el aeropuerto. Es la hora que nos ha recomendado Bakari porque es cuando hay menos tráfico. Para llegar hemos tardado casi dos horas, la mitad del tiempo parados por completo, así que le hacemos caso. Y es cierto que el tráfico es menor, salvo en un tramo del trayecto en el que nos topamos con un atasco bastante importante causado por un semáforo que no funciona en un cruce. Precisamente frente a las fábricas de Azam, que tiene un auténtico imperio aquí. Llegamos al aeropuerto a las 11, nuestro vuelo sale a las 4 de la mañana. Una larga despedida para un viaje maravilloso.

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