Diario de Islandia (2): La península de Snæfellsnes
Diario de Islandia (2): La península de Snæfellsnes

Diario de Islandia (2): La península de Snæfellsnes

 

Empezamos la mañana, que amanece con nubes pero sin lluvia, visitando el Troll garden que hay en el camping. Es realmente una pequeña colina con algunas estatuas de un cuento infantil y bonitas vistas, sin más. La verdad es que el camping está genial y es muy bonito.

Iglesias y acantilados

Nuestra ruta de hoy va hacia la península de Snæfellsnes. Nuestra primera parada es la iglesia negra de Búðakirkja, aunque técnicamente hacemos como mil paradas antes porque todos los paisajes son preciosos y apenas podemos avanzar unos kilómetros sin ver algo que queramos pararnos a fotografiar.

La iglesia en sí no nos parece gran cosa. Es igual que todas las que estamos viendo, que son muy chulas sin duda, pero no está en un sitio especialmente bonito y lo único que la diferencia es que es de color negro. Si a eso le sumamos que no para de llover y el cielo está cubierto de nubes, tienes como resultado que estamos menos de 10 minutos en el sitio y nos movemos hasta los acantilados de Arnarstapi, que vemos también muy rápido porque la lluvia coge aún más fuerza y no podemos ni sacar la cámara de la que está cayendo, así que corremos a refugiarnos a la camper.

Por suerte, en los de Lóndrangar llueve algo menos y podemos dar un paseo por la zona. Los acantilados son una preciosidad y las vistas un espectáculo. Nos quedamos como una hora fácilmente dando una vuelta por los miradores.

Los restos del naufragio

De ahí nos movemos a la playa volcánica de Djúpalónssandur, que es muy bonita, tiene un mirador en la parte alta desde el que se ve toda la playa y los restos del barco Epine que naufragó en sus costas hace en 1948. Nos sigue lloviendo, pero esta lluvia es más asumible, sobre todo porque llevamos ropa impermeable de la cabeza a los pies.

La siguiente parada es el cráter de Saxhólar, con un mirador en construcción y poco más que ofrecer. Se ve rápido y tiene unas escaleras que llevan a la parte de arriba, pero no es una parada para repetir, desde luego.

Una imagen de postal

Volvemos a coger el coche y, de nuevo, os quedamos con la boca abierta en casi cada kilometro: ya no es solo los sitios que tenemos marcados en cada ruta, si no que los paisajes entre unos y otros son sobrecogedores.

Pasamos por la playa de Skarðsvík y luego vamos hasta la iglesia de Ingjaldsholl que, esta sí, está situada en un sitio espectacular. La imagen de la iglesia desde la carretera, con el glaciar de fondo es una pasada.

Seguimos hasta la montaña Kirkjufell, que además pillamos justo con el arco iris al lado desde el mirador de la carretera. Luego vamos al mirador de las cascadas Kirkjufoss, que es desde donde se hace la famosa fotografía con las montañas de fondo. El parking cuesta 700 isk y se paga a través de una web que se nos queda colgada todo el tiempo y nos da un error al pagar, por lo que no conseguimos pagarlo.

El sitio es precioso y las vistas una maravilla, tanto hacia Kirkjufell como hacia el otro lado. Hay dos miradores, uno arriba y otro más abajo, un pequeño paseo para bordear por completo las dos cascadas. La verdad es que la estampa es una postal, no nos sorprende que sea una de las imágenes más famosas del país.

Seguimos hacia Grundarfoss, que está un poco más adelante. Hay que caminar un poco para llegar, unos 10 minutos, pero el terreno está mojado porque hay un río cerca, así que hay que ir con cierto cuidado. La cascada es muy bonita y bastante más alta desde cerca de lo que parece desde la carretera, aunque no te puedes acercar demasiado.

Un atardecer con vistas

Cogemos ya el coche para un buen rato, cosa que nos va bien porque la lluvia sigue y así podemos secarnos un poco. Vamos hasta Hvítserkur, la famosa roca con forma de rinoceronte (o burro, según a quién preguntes). Se llega desde el parking por un pequeño sendero, no es una ruta complicada. Luego se puede bajar a la playa, pero la bajada tiene muy mala pinta y estando las piedras mojadas no nos arriesgamos a caernos, además está ya anocheciendo. Un chaval, que ha llegado al sitio en autostop y que va en vaqueros y zapatos con una pequeña mochila sí que baja a la playa y se sienta ahí tranquilamente. La verdad es que nos deja intrigadísimos el qué irá a hacer allí porque por esta zona no pasan vehículos, ni hay alojamientos, ni hay nada de nada y sigue chispeando y empieza a hacer bastante frío, pero el chaval no parece ni un mínimo preocupado, así que imaginamos que sabrá qué está haciendo.

Volvemos al coche y, tras llenar por primera vez el depósito de gasolina, nos vamos al Glaðheimar campsite, que no está tan bien como el camping de la segunda noche, la verdad. Nos cuesta 1500 isk por persona y básicamente es un césped grande con pequeñas parcelas. Solo tienen una ducha y dos wc por sexo, lo que hace que para ducharme tenga que estar hora y pico porque hay bastante gente esperando. Además el agua es sulfurosa, de esa que huele a huevo podrido, que no es lo más agradable del mundo.. y, de hecho, solo tienen una manguera con agua potable a la entrada, el resto todo agua sulfurosa. No hay nadie en el camping, así que pagamos con el QR de la entrada.