Descubriendo Macedonia del norte: Un día en Skopje (3)
Descubriendo Macedonia del norte: Un día en Skopje (3)

Descubriendo Macedonia del norte: Un día en Skopje (3)

 

Nos levantamos para desayunar rápido porque nos recogen a las 8:00 en la puerta de nuestro edificio. Esto es una cosa que casi nunca nos suele pasar y que valoramos claramente.

Cómo ir a Skopje

Al igual que para ir al monasterio de Rila os recomendamos utilizar Civitatis, para ir a Skopje vamos a hacer todo lo contrario. Y es que, con que hayamos pagado la turistada nosotros es suficiente. Contratamos la excursión a través de Civitiatis, pero posteriormente confirmamos que es mucho más barata contratándola directamente con el proveedor local. Esta opción te permite coger solo el traslado y ahorrarte el guía local en Skopje, a razón de 30€ por cabeza y, la verdad, con las explicaciones del conductor tuvimos de sobra. Obviamente no todos los conductores serán iguales, pero nosotros tuvimos una suerte inmensa. Civitatis está genial para muchas cosas, pero cuando no tiene el mejor precio, no lo tiene y a nosotros nos gusta dar recomendaciones honestas.

Aún así, no recomendamos en absoluto cogerla con Civitatis o un proveedor local. De hecho, lo más conveniente es mirarlo con tiempo y coger un autobús, aunque ya advertimos que tardan más. Nosotros tardamos unas tres horas y media y el autobús tarda entre cuatro y cinco horas. La opción óptima sería alquilar un coche que, después de ver el trayecto y la facilidad con la que cruzamos la frontera, sería lo que recomendaríamos. Nosotros no lo llegamos a hacer porque fue demasiado improvisado todo, pero posiblemente saliera más barato coger un par de días de coche que
hacer las excursiones como las hicimos.

 

 

Cuatro en la carretera

Nuestro conductor, Lubo, nos está esperando junto con una chica británica que va a ser nuestra única compañera de viaje. No está nada mal, prácticamente excursión privada. Tenemos dos horas  por delante hasta llegar a la frontera y otra hora y media de ahí hasta Skopje. Pensamos que se nos puede hacer largo el camino pero, sorprendentemente, nada más lejos de la realidad. El conductor, con pinta de mafioso, resulta ser un director de teatro con un máster en historia y una cultura que nos deja impresionados. Nos cuenta infinitas cosas sobre la idiosincrasia de la región, los conflictos que tienen entre ellos y su origen histórico, las tradiciones locales y la actualidad del país. Tiene una visión aguda y una conversación muy amena, se nota que es un buen orador y una persona muy inteligente. Tanto, que las casi cuatro horas se nos pasan super rápido.

El cruce de frontera es cómodo y fácil. Ni nos bajamos del coche. Le damos a Lubo los pasaportes, porque queremos que nos los sellen pero realmente se puede pasar con DNI, y él se encarga de todo. Es prácticamente como cruzar cualquier frontera Schengen, realmente. Atrás quedan esos locos cruces de frontera en Asia central.

Una ciudad reconstruida

Cuando llegamos nos está esperando nuestra guía macedonia en el paseo que bordea el río. La verdad es que el paseo es una locura, porque lo han llenado de estatuas y edificios neoclásicos. Todo se corresponde con el plan 2024 del gobierno macedonio, que quería hacer más turística y atractiva la capital. ¿Y cómo lo hizo? Pues a través de las estatuas de gobernantes, militares y personajes de la historia. Dicen que hay más de mil y, curiosamente, ninguna mujer. Esta pregunta le resulta muy interesante, pero no me sabe dar una explicación. A lo largo de la ribera del río, destruida por el terremoto de 1970, se elevan edificios grandiosos de estilo clásico: una nueva ópera, el museo arqueológico, etc. La verdad es que quedan raros ya que estamos acostumbrados a que este tipo de edificios sean antiguos y estos se ven claramente nuevos, pero la atmósfera general es curiosa. No resulta tan artificial como Las Vegas, se ve real pero choca.

Otra cosa curiosa son los autobuses rojos que se ven por la ciudad, al más puro estilo lodinense. Sin embargo, nos dicen que llevan décadas en uso. De hecho, los nuevos son normales.

Teresa de Skopje

Empezamos la visita en un centro comercial y comprando sobre la marcha un pan de maíz muy rico en un puesto por el que pasamos. De ahi vamos a la puerta de Macedonia. Perdón, de Macedonia del Norte, porque el país tuvo que cambiar su nombre en 2007 para que Grecia dejase de vetar su acceso a la EU. Es muy similar al Arco del Triunfo de Paris, pero más modesto. Continuamos hasta el museo de la madre Teresa de Calcuta, que justo está abriendo. Está mujer, de familia albanesa, nació en Skopje y parece que los macedonios se sienten muy orgullosos de ello.

El museo tiene algunos objetos personajes y fotografías de su vida. No nos apasiona especiamente esta visita. De hecho, lo que más nos gusta es la iglesia ortodoxa que están construyendo justo al lado, con una piedra trabajada preciosa. Va a quedar espectacular cuando la terminen. La verdad es que es curioso el gasto público de un país tan pequeño, con poco más de dos millones de habitantes.

Desde ahí salimos a la plaza de Macedonia (del norte), que está así final del paseo del río y que órbita alrededor de una gigantesca estatua ecuestre que está en un pedestal de 20m. La estatua representa a Alejandro Magno (perdón, a un guerrero anónimo.., por la misma razón) y los relieves del pedestal hablan de sus batallas. El conjunto es el mayor dedicado a Alejandro Magno en cualquier lugar del mundo.

Un poco de contexto

Para entender lo que es hoy Macedonia hay que entender lo que fue. Y es que lo que el antiguo imperio de Macedonia, el del famoso Alejandro Magno, ocupaba lo que es hoy Macedonia del norte, sí, pero también parte de Bulgaria y de Grecia. De hecho, el norte de Grecia sigue conservando el nombre y el famoso conquistador nació en Pella, que era la capital del reino allá por el 356 a.C y que ahora mismo está en suelo griego. Así que ahí está el drama: los griegos no quieren que Macedonia del norte se apropie de Alejandro Magno porque consideran que nació en su territorio y los macedonios consideran que, bueno, era macedonio a fin de cuentas.

Macedonia presentó su solicitud oficial de adhesión a la UE en 2004 y el conflicto por el nombre del país se resolvió en 2019, con el Acuerdo de Prespa. Les tocó también ceder y eliminar toda referencia a Alejandro Magno, empezando por cambiar el nombre de su aeropuerto.

Pero no fue suficiente. Resulta que los búlgaros también tenían algo que decir al respecto. Principalmente, opinan que el macedonio no es más que un dialecto del búlgaro. De hecho, Lubo nos lo demuestra varias veces hablando en búlgaro con los macedonios y entendiéndose perfectamente con ellos.

Y, los que faltaban en la ecuación, los albaneses. Que, si bien no han vetado que Macedonia entre en la UE, sí que mantienen cierto conflicto con el país porque existe un porcentaje bastante significativo de la población, en torno al 20%, proveniente de este país. Y un 20% de la población influye, y mucho, en la política de un país.

El mercado

La parte de la plaza abierta al río da comienzo en el Puente de piedra, que data de la época de Justiniano y que es el único de esta zona de la ciudad que no tiene estatuas.. aunque nos esperan (las estatuas) al otro lado, en forma de fuentes. Una para Olimpia, la madre de Alejandro Magno, y otra para Filipo II, su padre. Curiosamente, él si era de Macedonia (del norte). La madre era griega. Ambas están bajo la atenta mirada de la fortaleza de Skopje, 100% reconstruidal. Aquí empieza del barrio albanés, que conocide 100% con el antiguo bazar turco.

A lo largo del camino nos ha ido contando la guía todos los problemas de convivencia que tienen los macedonios con sus vecinos Albaneses: sienten que les están invadiendo, y que eso está haciendo que se fuerce el uso de la lengua albanesa en ciertas zonas, así como la imposición de costumbres típicamente turcas.. que les retrotrae a la época de la dominación Otomana. La verdad es que es una zona complicada del mundo, puesto que la antigua Macedonia ocupada partes de Bulgaria, Grecia y Albania (agendar de la propia Macedonia del norte, claro). Si eso se mezcla con la dominación romana, el posterior imperio tracio, la conquista Otomana y la era soviética/yugoslava, las fronteras han cambiado tanto en la zona, se han unificado y dividido tantas veces, que la relación con los vecinos es complicada. Suponemos que por eso, a Lena, nuestra guía, se le nota bastante resquemor con la parte más turca.

Por nuestro lado, está es la parte de la ciudad que más nos gusta: por mucho que el tipo de negocio haya cambiado, sigue teniendo un cierto aire a mercado, con sus puestos bajos y sus calles estrechas y revoltonas. Además, huele a comida rica por todos lados, y se nota por la calle un ambiente menos frío/ruso (como el de Bulgaria) y más cálido/árabe.

Recorremos en bazar viendo las diferentes calles y parándonos tanto en el antiguo hamman como en el caravanseray, que hoy en día alberga parte de la universidad y un museo.

La fortaleza

Nuestro tour termina 2 horas después de haber empezado en la iglesia de la ascensión de Jesús. Una iglesia que con una torre de madera y que, según Lena, es muy especial, aunque a nosotros no nos dice mucho. Desde ahora tenemos 2 horas más para comer y recorrer lo que queramos antes de volver al punto de salida. Parece bastante tiempo pero, como nos conocemos, nos apresuramos para ir a la fortaleza, que nos pilla al lado y es gratuita. Por dentro no tiene nada, ya que se destruyó durante el terremoto, pero las vistas de la ciudad son ciertamente interesantes.

Desde ahí pasamos por la mezquita Mustafá Pasa, que domina la colina del bazar, y bajamos hasta las propias calles del bazar. Hace bastante calor (sobre todo comparado con el frío de ayer) y las calles están bastante llenas. Aunque no tenemos mucha hambre, vemos por los escaparates gente preparando micis/shasliks/kebabs (que es la cosa que más nos gusta en el mundo) y unas cazuelitas de barro con judías.. y nos decidimos a comer. Lo que pasa es que después de preguntar en 4 o 5 sitios si aceptan tarjeta ninguno nos deja, con que tenemos que buscar un cajero antes y sacar algo de efectivo. Curiosamente, los dínares macedonios resultan ser preciosos y nos quedamos varios de recuerdo.

Armados con nuestros dinares macedonios volvemos de nuevo a la calle y nos decidimos por Kosmos, que es el sitio en el que mejor pinta tiene la carne. Además ,coincide con el que más gente tiene en general. Adicionalmente, nos confirma un señor de la calle que es el mejor de la zona. Nos pedimos lo mismo que todo el mundo: el refresco tipico de pera, las judías típicas y un plato de shasliks (530 dinares).. ¡y Dios mío que cosa más rica! Con diferencia ha sido la comida más buena de lo que llevamos de viaje. Las judías sobre todo estaban espectaculares.

Comemos rápido pero, sin saber muy bien cómo, cuando salimos del local solo nos quedan 45 minutos para volver. Empezamos a bajar hacia el río, pero hacemos una parada técnica en un sitio de baklava  en el que nos dejemos los dinares que nos quedaban en darnos un dulce homenaje.

Volvemos a la plaza de Macedonia y, a marchas forzadas, nos vamos al oeste hacia la iglesia de San Clemente de Ohrid.. que está bien, y que tiene unas pinturas bonitas, pero que no merece la pena la carrera y el agobio que llevábamos encima. Aun con todas las prisas, llegamos 5/10 min tarde y nos ponemos en marcha, reaunudando la conversación que vuelve a durar 4h, aunque en este caso cambiamos de la geopolítica a la música y la literatura.

Llegamos pasadas las 7 al centro de Sofía. Damos otro paseo, pero sentimos que recorremos una y otra vez los mismos pasos. Intentamos ir a cenar a Belogradchik Rock (un restaurante en el que nadie habla inglés, tienen la comida que tienen y que no se puede elegir -por lo menos si eres turista-, en el que dicen que en dueño es muy desagradable.. y en el que parece que se come una fantástica comida casera a un precio imbatible) pero está cerrado. De hecho, no sólo este está cerrado: parece que muchos restaurantes de los que no están en el bulevar cierran los lunes o solo están abiertos al medio día. Así que nos encaminamos de a Balito, que antes de ayer nos pareció que estaba bien (antes de ayer.. pero parece que fue hace una semana) y repetimos de champiñones rellenos, que estaban tremendos, aunque esta vez complementándos con queso al horno con miel y tiras de pollo rebozadas en cereales (parece que son típicas también de por aquí). Con esto creo que ya hemos probado todos los platos típicos del país.

 

Y con esto, nos vamos a dormir nuestra última noche bulgara por el momento. Mañana queremos aprovechar la mañana antes de que salga el vuelo al medio día y toca madrugar.