Namasté, India (20)
Namasté, India (20)

Namasté, India (20)

 

Desayunamos en el hotel una especie de pan hueco llamado chole bhature. Aquí lo acompañan de una salsa picante, pero nosotros le echamos miel. Los desayunos en los hoteles de India son muy peculiares. Las opciones occidentales son bastante pobres: tostadas, zumos, cereales y tortilla. Sin embargo, te sueles encontrar una gran variedad de platos de aquí, en su mayoría masala. Es decir, picante. Nosotros, que somos muy dados a probar todo lo que se nos ponga por delante, aún no nos hemos atrevido a meternos semejante bomba en el estómago recién levantados, pero no deja de parecernos curioso.

El fuerte de Delhi

Cuando acabamos de desayunar bajamos a la recepción a esperar hasta que llega Shyam a recogernos. Hoy tenemos un día muy ajetreado ya que ayer nos dejamos varias cosas sin ver porque ayer lunes estaban cerradas.  Nuestra primera parada es el Fuerte de Delhi,al que también llaman fuerte rojo por el color de la piedra arenisca en la que está construido. Aquí  vivió Shah Jahan, que te sonará porque es el mismo que encargó el Taj Mahal. Tras enterrar a su amada, se vino a vivir a Delhi… bueno, mejor dicho a Shahjahanabad, la séptima ciudad musulmana que se erigió en la zona que ocupa la actual Delhi.

Nos arrepentimos enseguida de no haber hecho caso a Shyam y habernos limitado a ver el fuerte por fuera. Por dentro resulta ser decepcionante. Quizás si tuvieran las fuentes que hay por todo el recinto con agua sería otra cosa pero tal como está no merece en absoluto la pena. Sobre todo después de haber visto sitios como los que hemos visto hasta ahora.  La audioguía, que también cogemos, en la línea de todas las de aquí. Alguien debería replantearse actualizarlas porque son bastante malas.

La entrada al Fuerte de Delhi cuesta 500 rupias. Su horario es del amanecer al atardecer, de martes a domingo.

Templo Swami Narayan Akshardham

Al salir cogemos el coche y vamos al Templo Swami Narayan Akshardham. Inaugurado en 2005, fue inspirado y desarrollado por Pramukh Swami Maharaj, y en su construcción participaron más de 3000 voluntarios y 7000 artesanos. Los materiales empleados para su construcción fueron mármol, arenisca y pan de oro. Es el templo hinduista más grande del mundo. Pertenece a la fe Swaminarayan, una de las sectas del visnuismo (una de las religiones principales del hinduismo).  El interior del Mandir, el edificio principal, está repleto de estatuas de oro y hermosos tallados de diferentes dioses hindús, un trabajo impresionante. La zona exterior, con jardines y fuentes, es perfecta para pasear. Una de las zonas, la del parque infantil, emula una inmensa flor de loto. Cuenta además con una zona de restauración a un precio más que razonable.

La entrada al templo es gratuita y cierra los lunes. No se puede pasar con nada electrónico al interior (camara tampoco 🙁 ).

Posiblemente esta sea una de las visitas que más nos han sorprendido hasta la fecha. No habíamos escuchado hablar de este lugar antes de venir y es tan sumamente espectacular que nos deja sin palabras.

Ugrasen ki baori

Lo siguiente que visitamos es el Ugrasen ki baori. Aunque no hay registros históricos oficinales, se cree que fue construido por el rey Agrasen y reconstruido en el siglo XIV por la comunidad Agrawal. El concepto es el mismo que el de Chand Baori, pero este es algo más pequeño y cuenta con 108 escalones. Como curiosidad, nos dice Shyam que aquí se rodaron algunas escenas de Batman.

La entrada al baori es gratuita. Cierra los lunes.

 

Templo del loto

Y, por fin, llegamos al famoso Templo del loto, todo un símbolo de la ciudad. Fue construido entre 1980 y  1986 y, al contrario de la creencia popular, no es un templo hinduista, es un templo Baha’is. Está religión defiende la integración de todas las religiones. En el interior de sus templos se pueden leer las sagradas escrituras de cualquier fe, pero no está permitido dar sermones, realizar rituales o tocar instrumentos. El interior del templo es circular, tal como establecen las escrituras Baha’is. Además no hay figuras ni púlpitos, prohibidas también en las escrituras. Sorprendentemente, desde su apertura se ha convertido en uno de los monumentos más visitados de India, superando en número de visitantes anuales al mismísimo Taj Mahal.

El acceso es gratuito. Abre de martes a domingo, de 9 a 5:30 y cierra los lunes.

Realmente el templo es muy bonito, sobre todo visto desde los jardines desde donde se asemeja verdaderamente a una flor de Loto. Lo realmente increíble debe ser la vista aérea del lugar, aunque me temo que nos quedaremos con las ganas.

Qutab minar

La última parada es el Qutab minar, el alminar de ladrillos más alto del mundo y el monumento islámico más antiguo de Delhi. La construcción se inició en el año 1193 pero no fue completada hasta el año 1368  por Firuz Shah Tughluq. Está construido en arenisca roja, tallada con diversas figuras y versículos del Corán. No se sabe a ciencia cierta su función original. Podría haberse diseñado como minarete para la mezquita junto a la que se encuentra o como una torre defensiva o de la victoria.

La entrada cuesta 500 rupias. Abre todos los días de 7 a 17 horas.

El sitio nos deja impresionados. Se construyó sobre un templo hindú y todavía es posible ver las figuras talladas de los dioses hinduistas con la cara borrada. El complejo en general es espectacular y la torre una de las cosas más impresionantes que hemos visto en Delhi. Para nosotros un imprescindible en la ciudad.

Sobre las cuatro de la tarde vamos a comer. Shyam nos invita a comer en un lugar que conoce cerca del aeropuerto, donde hacen un malai kofta de impresión. Este posiblemente es mi plato de comida india preferido,  está buenísimo. El mejor que hemos probado.

Namasté

Sucede algo cuando te vas de un lugar. De pronto, los últimos instantes se llenan de importancia. Es como si todos tus sentidos fueran conscientes de que todo lo que les rodea son últimas veces. Como si empezara a cobrar relevancia lo que hasta ese momento te había pasado desapercibido. Y es así como ese autobús lleno de pasajeros se queda grabado en tus retinas, el sonido del claxon penetra en tus oídos de una manera mucho más consciente, el olor a incienso impregna tus fosas nasales, el sabor de ese último bocado se queda suspendido en tu paladar, tus manos se empeñan en tocarlo todo, en llevarse algo tan intangible como un país convertido en algo tan volátil como el tacto. De algún modo, quieres retenerlo todo. Llenarte de todo lo que te rodea para no perder, para llevarte la parte de ti que esta tierra ajena ha moldeado y convertido en experiencia, en recuerdo.  Y la ciudad, el país, se va quedando en tu memoria. Se va tatuando en tu piel. Y cuando el avión aterriza en el lugar desde el que días antes partiste, sabes que no es la persona que se fue la que regresa. La que ahora llega eres tú, con todo lo que has acumulado en el camino, con todo lo que has vivido y aprendido. Eres un poco del lugar al que viajaste, aunque sólo sea un sonido, una textura, un sabor… ese algo que se quedó prendido en ti para siempre.

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