Tiene ese algo de las ciudades que han visto pasar los siglos. Las vistas de la Alhambra desde el Albaicín. Las vistas de Granada desde la Alhambra. La esencia de aquellos que, pese a irse, la ciudad no olvidó. Las cruces que invaden con color cada patio, cada barra, cada escenario. La alegría. Es necesario perderse en Granada. Los mayores tesoros no se encuentran en los mapas.
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