Hoy toca madrugón porque, si ayer cerramos Petra, hoy queremos ir a abrir. Bueno, eso y que nos de tiempo a llegar a Wadi Rum
Amanecer en Petra
Petra abre a las seis y media, que es a la hora que pensábamos estar, pero como ayer lo vimos solos y hasta las 7:30 no amanece hemos decidido entrar a las 7:15, justo a tiempo del amanecer y ya con algo de luz, para no tener que recorrer el Siq a oscuras. Cosa que, por otro lado, tampoco tiene mucho sentido porque nosotros precisamente queremos sacar fotografías del Siq.
La luz es maravillosa y, como además no hay nadie volviendo, la oportunidad es excepcional para hacer fotografías en el cañón, que es un espectáculo. No nos extraña que los nabateos eligieran este lugar para esculpir su capital, porque es una maravilla de la naturaleza.
Llegamos al Tesoro, hoy mucho más despejado que cuando llegamos ayer, y nos vamos directos hacia las Tumbas Reales y el Gran Templo, que es inmenso. Nuestro objetivo es ir al Monasterio a pie, aunque no escuchamos nada que nos incentive a ello. Todo el mundo nos habla de una subida muy dura de 800 escalones, una caminata de dos horas en cuesta, y nos recomiendan ir en burro o pagar un taxi para entrar por la parte de atrás y hacerlo en bajada. Decidimos ignorarlo y hacerlo a pie. No puede ser peor que otros trekking que hemos hecho y aquí estamos.
El Monasterio
Al empezar la subida verificamos que la gente exageraba, al menos a nuestro juicio. Es una subida bastante cómoda, un camino repleto de tiendas y nada duro. Un paseo vamos. De hecho, lo peor es tener que apartarse para que pasen los burros. De camino nos desviamos ligeremente para ver el Templo de los Leones, y luego seguimos subiendo para llegar la Monasterio. Tardamos algo menos de una hora en subir.
Se nota que para llegar aquí hay que andar porque hay bastante menos gente que en el Tesoro, pese a que bajo nuestro punto de vista, es mucho más espectacular. Sobre todo porque es mucho más grande y el hecho de que no esté vallado lo hace parecer más auténtico.
Seguimos caminando para subir a los dos miradores que hay, uno que da al Monasterio y otro que da hacia el valle. En ambos estamos solos y disfrutamos mucho de la vista… y de las fotos. Aprovechamos lo maravilloso del lugar para comernos un bocadillo con vistas antes de iniciar el descenso.
Volvemos hacia las Tumbas Reales y, cuando nos queremos dar cuenta, se nos ha echado el tiempo encima. Tenemos que volver más rápido de lo que creíamos porque aún nos queda parar en la casa de cambio. Nuestro siguiente destino es Wadi Rum y allí solo admiten efectivo, además tenemos que llegar antes de que atardezca.
Wadi Rum
Conseguimos salir a tiempo y coger la carretera del Rey que, al llegar a cierto punto, tiene unos carteles enormes de carretera cortada. Nos planteamos darnos la vuelta, pero el desvío nos llevaría un par de horas y nosotros vemos a los coches seguir como si nada. Decidimos hacer lo mismo y… sorpresa, la carretera no está cortada, simplemente hay un tramo con obras. No entendemos nada.
Llegamos a Wadi Rum y nos hacemos un lío con el desvío, al ver que nos estamos metiendo por dirección contraria, un policía nos para y nos dice que tenemos que ir al Centro de Visitantes para sellar la Jordan Pass antes de ir al campamento. Eso hacemos.
Con todo listo, nos vamos al sitio donde nos han dicho que aparquemos, una especie de parking privado junto a un colegio, y esperamos a que vengan a recogernos. Mientras esperamos, llega otra chica que también va a nuestro campamento, británica. Nos subimos en el coche, la británica delante con el conductor y nosotros en la parte trasera, que va a abierta y sin cinturones ni nada. Y señalamos esto porque, llegado un momento y estando ya en medio del desierto, el coche se para. La británica y el conductor bajan y se intercambian asientos, entre risas, diciendo que la chica quiere probar a coger el coche. Nosotros entendemos que será cuestión de avanzar unos metros y ya… pero no, la chica coge el volante y empieza a acelerar, dándonos un rallie por todo el desierto que, obviamente, estando en la parte de atrás y sin cinturón nos hace temer por nuestra vida y por nuestro trasero, por que los saltos que vamos pegando son tremendos. Al llegar pega un frenazo que no salimos disparados de milagro. Y, obviamente, nos quejamos de la situación porque no nos ha parecido ni medio normal.
Ya intsalados, nuestra habitación nos sorprende por lo bien que está, con un baño y un cristal al desierto desde el que podemos ver el atardecer por los pelos. Nos damos una ducha rápida porque el agua caliente es solar y vamos a cenar, la cena típica beduina, que consiste en cocinar carne y verdura debajo de la tierra. La verdad es que está muy bien y es bastante completa.
Cuando terminamos salimos casi directamente a ver las estrellas, dentro de un cañón al que nos acerca Abdullah, que será nuestro conductor y guía estos días, y en el que hace una hoguera y pone música. Al principio no se ven muchas estrellas porque hay luna creciente, pero cuando esta se va, las estrellas se ven bastante bien, teniendo siempre en cuenta que es invierno y estamos en el hemisferio norte, es decir, el centro galáctico nos pilla justo al otro lado. Al final llegamos al campamento de vuelta sobre las 11:30 y nos vamos directamente a la cama porque mañana nos tenemos que levantar para ver la salida del sol en el desierto.
Un día en el desierto
Nos levantamos a las 7 de la mañana para ir a ver el amanecer. Repetimos con Abdullah, que es un guía majísimo y que está súper contento a pesar de que ayer se acostó también tarde como nosotros porque fue el que nos llevó a ver las estrellas y, aunque hoy supuestamente libraba, le han hecho trabajar. De hecho, nos comenta más tarde que está un poco harto del campamento porque no respetan para nada sus días libres y le tienen haciendo horas y horas sin parar. Al parecer él es de Yemen y se aprovechan de su situación irregular en el país para explotarle. Nos parece bastante indignante, sobre todo porque es un tipo fabuloso y un guía excepcional.
Después de ver el amanecer vamos a desayunar a una tienda bereber y vemos los camellos. Nos ofrecen montar en ellos, pero no nos llama especialmente. Todo lo que implica animales nos espanta.
Seguimos recorriendo el desierto, que tiene unos acantilados altísimos aunque no muchas dunas, de hecho nos resulta bastante inevitable compararlo con el desierto de Lut, en Irán, aunque a nuestro juicio este último es mucho más bonito, la verdad es que el Wadi Rum es todo un espectáculo.
El sol empieza a subir y es impresionante ver el color rojizo que va tomando todo. Recorremos varios cañones y vamos haciendo paradas para hacer fotografías en distintos puntos singulares, como la casa de Laurence de Arabia o la piedra que tiene forma de seta. También atravesamos el cañón de Abu Khashaba, que es alucinante. A nosotros las 6 horas de tour se nos hacen cortas, aunque nuestros cuatro acompañantes parecen bastante cansadas y se están quejando de que se les hace muy largo, de hecho al llegar al campamento y coincidir con otros turistas dicen precisamente eso, que tendrían que haber cogido el tour de dos horas porque se les ha hecho eterno y agotador. Los que han cogido el de cuatro horas dicen lo mismo. No entendemos nada, la verdad. ¿Para qué vas a Wadi Rum si te cansa recorrerlo? ¡En jeep! Sin tener que andar apenas.
Llegamos sobre la una y media al campamento para comer. La comida no está mal, pero es un poco decepcionante tras la cena del día anterior. Después de comer nos vamos a echar un rato y a darnos una ducha aprovechando que tenemos agua caliente, al parecer somos los únicos del campamento que tienen porque tenemos la suerte de estar al lado del depósito de agua… y, por lo que nos han contado, no está muy bien diseñado el sistema y tienen problemas constantes en otras tiendas, incluyendo las más caras, que cuestan como el triple que la nuestra. Los que se quedan en esas tiendas están contentos, como es de imaginar.
Tras reponer fuerzas nos vamos a ver el atardecer hasta un roca, nos lleva el conductor del primer día que nos tira una indirecta sobre nuestra queja y va conduciendo a ritmo de tortuga para luego añadir: «¿he conducido con suficiente seguridad?». Encima. En el lugar donde vemos el atardecer está Abdullah con el resto de turistas, que por cierto también se están quejando del tour de dos horas de por la tarde porque les ha parecido eterno. En serio, ¿qué pretende la gente? ¿Que les enseñen el Wadi Rum en fotos? Es que ya el colmo es que dos horas de recorrerlo en jeep les parezcan eternas. Estamos que no damos crédito.
Tras el atardecer nos vamos a la habitación. Sara se encuentra regular, así que David sale a hacer fotos nocturnas solo. Hay luna creciente bastante alta y el cielo está nublado,pero el desierto está súper tranquilo y es maravilloso para pasear por él, la sensación de calma y de tranquilidad es genial y el paisaje iluminado por la luna y con las pocas estrellas que se ve es fantástico. Al volver a la habitación nos tomamos algo de lo que llevamos de comer y nos vamos a la cama para levantarnos otro día más a ver nuestro último amanecer en Jordania.