Tayrona, entre la selva y el mar (5, 6)
Tayrona, entre la selva y el mar (5, 6)

Tayrona, entre la selva y el mar (5, 6)

 

Empezamos bien temprano, poniendo rumbo al mercado en taxi. Nos han recomendado hacerlo así porque para llegar hay que pasar por algunas calles un poco complicadas, aunque posiblemente por el día no haya problema, pero preferimos evitarnos jaleos. 

De Santa Marta a Zaino

En la zona del mercado hay mucha actividad. Desayunamos en uno de los bares que hay en la segunda planta, fruta y una arepa, mientras esperamos a que se llene el autobús a Taryona. Son busetas pequeñas, a razón de 7000 pesos por persona. 

El autobús tarda como unos cuarenta minutos en llegar a la entrada de Zaino, con sus correspondientes paradas y sus vendedores ambulantes subiendo y bajando, cosa que no puede faltar. Ya en la entrada hacemos la reserva de la carpa donde vamos a dormir, una tienda doble por 100.000 pesos. Hay otras opciones, como cabañas individuales por 250.000 pesos o hamacas por 50.000, pero nosotros nos quedamos con la tienda.

De Zaino a Cabo de San Juan

Pagamos la entrada y el seguro para dos días, obteniendo las consiguientes pulseritas. Y comenzamos a caminar. En teoría son unas tres horas desde la entrada de Zaino al Cabo de San Juan, pero nosotros tardamos un poco más porque vamos parando para hacer fotos y porque tenemos que ir esquivando el barro, que hay una barbaridad… de hecho una de las veces no consigo esquivarlo y acabo con el pie sumergido en barro y la zapatilla empapada. Un percal porque con la humedad que hay no se va a secar en la vida. De hecho no lo hace hasta prácticamente el final del viaje. Un desastre. Y por si fuera poco con meter el pie en barro una vez, me tropiezo pasando por encima de un tronco y lo meto una segunda vez. Maravilloso.

El recorrido desde Zaino al cabo es espectacular. Muchísima vegetación y unas playas de infarto, completamente salvajes. En muchas de ellas no es posible el baño por las corrientes submarinas que hay y el peligro que implican, lo cual posiblemente sea positivo porque en las que se permite el baño hay más gente y claro, el efecto no es el mismo que el de salir de la selva y encontrarse con una playa desierta.

Probamos de camino el pan de chocolate de la Panadería Bere, muy típico de Tayrona, y muy rico. Ya en el cabo hay opciones para comer, entre 20 y 30 mil pesos por plato, aunque nosotros optamos por unos pasteles caprese que venden en un puestecillo de la playa y que resultan estar muy ricos.

Atardecer en Tayrona

En el cabo se nota que hay bastante más gente, muchos bañándose o en la playa. Damos una vuelta por la zona y hacemos fotos al atardecer. Se nota que la playa ha empezado a vaciarse, muchos se han ido en la lancha y ya solo quedamos los que vamos a dormir aquí, que tampoco es que seamos pocos. De noche empieza a hacer aire y a llover. Por suerte tenemos la carpa cubierta con el plástico y conseguimos pasar la noche secos en el interior de la tienda, cosa que no puede decir todo el mundo.

…y amanecer

Nos despertamos temprano para ir a ver el amanecer a la torre del cabo. Esta noche ha caído una buena y muchas de las tiendas están empapadas. Y no solo las tiendas, la torre del cabo tiene unos buenos charcos dentro y las hamacas están empapadas. Esperamos que nadie haya pasado ahí la noche, pobres.

Esperábamos estar solos al amanecer pero para nada, hay bastante gente. No exagerado, pero si unos 20 o así. No es que sea un gran amanecer porque el cielo está demasiado cubierto y no se alcanza a ver nada, pero bueno.

Después de desayunar con el amanecer de fondo, recogemos nuestras cosas y nos disponemos a emprender el camino de vuelta cuando una chica se acerca a nosotros. Nos ha visto con la cámara  y nos quiere comentar que hay una playa un poco más adelante en la que no hay nadie y es bastante chula para fotografiarla… pero para llegar a ella hay que atravesar un barrizal importante. Ella lo hizo ayer y ya era malo, así que ahora recién llovido estará peor… pero, ¿quién dijo miedo? Allá que vamos.Decidimos irnos directamente con los escarpines. Son de plástico, así que con un agua quedarán limpios luego… y aunque es tremendamente desagradable meter el pie dentro del barro (hasta el tobillo, ojo), la verdad es que las dos siguientes playas bien merecen la pena. Es la playa conocida como “Playa nudista”.  La chica también nos ha hablado de Playa Brava, pero hay que ir hasta el Pueblito y eso ya son varias horas de ruta, tiempo que no tenemos.

Tras las playas ya sí, empezamos la ruta de vuelta… directamente en escarpines porque el tema con el barro no está para arriesgar las zapatillas, que igualmente tenemos empapadas. Tardamos un buen rato en salir, de hecho llegamos a la salida sobre las 3 y media de la tarde, que no está nada mal teniendo en cuenta que cierran a las 5… y que empezamos a salir a eso de las 10:30. Y es que Tayrona es un sitio espectacular y no podemos evitar quedarnos embobados de cuando en cuando haciendo fotos en alguna de sus playas o rincones. ¡Qué espectáculo de sitio!

Conseguimos salir sin barro del parque y con el estómago lleno gracias a unos panes de bocadillo con queso que hemos comprado en la Panadería Bere y que estaban deliciosos. Nos subimos al autobús para regresar a la civilización.

Santa Marta

Al llegar al hotel, con la luz del día, caemos en la cuenta de algo que la noche de nuestra llegada no vimos: no estamos en el hotel que teníamos reservado. Los nombres son muy similares y están uno frente al otro, de ahí la confusión…y de ahí el email que nos enviaron ayer preguntando que por qué no habíamos ido y al que nosotros respondimos diciendo que sí que habíamos ido. ¡Vaya liada! Visto el error, hablamos con el hotel original y les explicamos lo sucedido, disculpándonos por el malentendido. Les debe pasar bastante porque no le dan mayor importancia.

Esta ciudad nos intimida un poco porque nos han contado horrores sobre ella. De hecho, no nos hemos atrevido ni a hacer a pie el trayecto de 20-30 minutos entre nuestro alojamiento y el mercado, desde donde salen las busetas a Tayrona, porque hay que pasar por algunas zonas complicadas y preferíamos no arriesgar. Así que ahora, cuando nos toca salir a buscar la cena, vamos asustados…

Y lo que nos encontramos es con una ciudad muy viva, una zona repleta de bares y restaurantes, con un ambiente sensacional, muchas familias y parejas paseando, música, animación y buen ambiente. Eso sí, en cuando te alejas un par de cuadras del Parque de los Novios la cosa cambia drásticamente y tu propio instinto te pide recular.

Cenamos una picada de carne, que es algo típico de esta zona, y una limonada de cereza que es, posiblemente, uno de los mayores descubrimientos del viaje. ¡Qué cosa más deliciosa! Nos encanta aunque tengamos una pequeña trifulca con el restaurante porque al llegar, e imaginamos que para atraernos, el tipo de la puerta nos ha prometido un 2×1 en bebidas… pero a la hora de pagar nos dicen que justo las limonadas no entran en la promoción. Nos fastidia porque hemos preguntado específicamente si las limonadas entraban en el 2×1 y nos han dicho que sí, pero ahora se desdicen y aseguran que no han entendido bien la pregunta. En fin, pagamos pero nos vamos muy enfadados por la tomadura de pelo. Ya no es por el dinero, que realmente han sido 8.000 pesos, pero nos molesta que nos tomen por idiotas simplemente por ser turistas.

 

Cenados y agotados nos vamos a dormir… mañana empieza una de las etapas más duras del viaje y vamos a necesitar todas nuestras fuerzas con nosotros.

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