Tras diez horas de vuelo y de incertidumbre por saber si llegaremos a tiempo, aterrizamos en Windhoek veinte minutos más tarde de la hora prevista. Salimos tan rápido como podemos del avión y conseguimos posicionarnos los primeros en el control de pasaportes. Tras unas cuantas preguntas y comprobaciones (“No me suena de nada este alojamiento que me dices, voy a buscarlo en google”) nos los sellan y estamos, por fin, de manera oficial en Namibia! Ahora solo nos queda saber si conseguiremos salvar el viaje.
Mientras los demás esperan nuestras maletas, salgo a buscar al de la agencia de alquiler y a sacar dinero. Necesitamos bastante efectivo ya que si pagamos así el alquiler, nos hacen un descuento de un 5%… y en un alquiler de 2000€ es un pico. Salgo y el taxista nos está esperando. Le comento que estamos esperando las maletas y mientras voy al cajero. El primer problema es que la retirada máxima es de 2000 NAD, así que me toca repetir la operación varias veces hasta conseguir una cantidad razonable. El cajero da indistintamente dólares namibios o sudafricanos (ambas monedas tienen el mismo valor y se utilizan en el país habitualmente).
Tras sacar unos 12000 NAD me voy de nuevo a buscar a los demás, que siguen esperando las maletas, así que salgo a buscar otro cajero que nos dé más dinero. Encuentro uno de 2500. Saco otras dos veces pero no me da tiempo a sacar más porque las maletas ya han salido, así que nos vamos. El trayecto en coche hasta el lugar donde está el coche de alquiler es de aproximadamente 40 minutos en los que recorremos un paisaje bastante parecido al que se podría ver recorriendo Castilla-La Mancha (pero con monos en los arcenes de la carretera xD) y una ciudad de casas modernas y bajas, rodeadas de alambradas de espino..
Nuestro hogar para las proximas semanas
En la agencia (el patio de una casa) nos explican detenidamente como funciona todo: no solo montaje de tienda, sino nociones básicas de mecánica (cómo cambiar una rueda, medir la presión, comprobar los niveles de aceite) y de conducción (como conducir por arena, presión de las ruedas, conducir por grava…). Son muchas cosas y a eso se le suma la dificultad de conducir por la izquierda un coche grande y cargado de peso, algo a lo que no estamos habituados. El consejo que nos dan es ir despacio y tomárnoslo con calma.
El vehículo, un Toyota Hilux, tiene dos tanques de combustible. Uno es el oficial y otro es un añadido que se le hace a este tipo de vehículos, por lo que el nivel de este segundo tanque no viene reflejado en el panel delantero. Nos dicen que no saben si está lleno, pero que vayamos hasta Rebohoot (a unos 100km) de aquí y que lo llenemos, que si guardamos el ticket cuando devolvamos el vehículo con el tanque lleno nos abonarán la diferencia.
Empieza el viaje
Cuando terminamos de formalizar el contrato (más 2h tardamos entre unas cosas y otras), salimos de Windhoek. Al principio vamos bastante despacio y asustados, sobre todo después de ver, según salimos, un vehículo de alquiler igual que el nuestro volcado completamente en uno de los arcenes.
La carretera está asfaltada y en buenas condiciones hasta Reboohot. A partir de ahí el camino es una pista de grava por el que podemos circular a 60 km por hora, pero en la práctica es fácil ir a 70-80. Lo más importante para conducir por este tipo de terreno es hacerlo de manera suave y continuada, evitando realizar giros bruscos, incluso si se pierde el control del vehículo (cosa que experimentamos en nuestras propias carnes), es importante no dar volantazos o frenar bruscamente. Lo mejor es bajar la velocidad con el freno motor y tratar de enderezar el vehículo con suavidad. La ventaja es que las pistas son bastante anchas y poco transitadas, por lo que hay espacio y tiempo de sobra para maniobrar. Otra cosa importante es que es obligatorio llevar las luces siempre encendidas. No solo porque lo dice la normativa, sino porque los vehículos levantan importantes nubes de polvo al circular y sin las luces, es posible que no se nos vea.
Empieza a atardecer y el sol cae cuando nos quedan aún dos horas. El contrato de alquiler no nos permite conducir de noche, pero la propietaria nos ha dado esta noche permiso por las circunstancias. Tenemos que extremar precauciones, reducir velocidad y tener mucho cuidado porque es fácil que algún animal se cruce en la carretera. De hecho, se nos cruza un oryx enorme, aunque lo vemos con bastante tiempo.
Cuando por fin llegamos al camping de Sesriem nos encontramos con que está cerrado. D. salta la valla y busca al guarda… que no localizan nuestra reserva. Estamos un buen rato en la puerta hasta que el hombre nos deja pasar y nos dice que ya lo resolveremos por la mañana. Nos coloca en una parcela que no debe ser oficial porque no tiene toma de luz ni barbacoa, pero al menos podremos pasar la noche dentro. Nos explica cómo llegar al día siguiente a la Duna 45 y nos aconseja que no nos dejen conducir a las mujeres por la arena, que no saben. En fin.
La verdad es que el sentmiento de alivio, una vez quitado el contaco del coche, es patente. El camping está precioso por la noche con el cielo estrellado, pero nosotros demasiado cansados como para disfrutarlo. Montamos las tiendas a oscuras, con los frontales, hacemos unas fotos disfrutando de unas cervezas y nos vamos a dormir. Hemos pasado lo suyo, pero lo hemos conseguido 🙂
El desierto del Namib
Nos levantamos antes de que amanezca. Aún es de noche, por lo que nos toca recoger las tiendas a oscuras (no llevamos aquí ni 24h nos estamos haciendo verdaderos expertos en montar y desmontar la tienda iluminados únicamente por los frontales xD). No somos los únicos, varios grupos del camping están recogiendo. Una de las ventajas de quedarse aquí es precisamente esa: la puerta de entrada al parque abre a las 6:15 y desde aquí, podemos ser de los primeros en acceder. Quienes se alojan en otros campings que no pertenecen a la NWR, tendrán que esperar una hora extra.
La Duna 45
La carretera hasta la Duna 45 está asfaltada y es un gustazo conducir por ella, sobre todo porque es de noche y ya hemos tenido caminos de tierra sin luz para aburrir. La Duna se sitúa en el kilómetro 45 de la carretera, de ahí su nombre. Esta duna, de 170 metros de altura, tiene arena de hace 5 millones de años… aunque no siempre ha estado aquí, el viento la ha ido desplazando a lo largo de los años.
Namib significa en lengua nama “enorme”. Con sus más de 65 millones de años (cuando se extinguieron los dinosaurios), este desierto está considerado como el más antiguo del mundo.
Llegamos con el tiempo muy justo para ver amanecer. Los chicos se van caminando hasta el mirador de la duna -bastante más alejado y alto- mientras que nosotras subimos directamente la Duna 45. Son dos perspectivas diferentes del amanecer, aunque el primer camino es algo más duro y se nota, porque apenas va otra pareja más.
Subir por arena es agotador, sobre todo por lo empinado de la duna y porque la arena se cuela por todas partes. Tras un rato, parece que camino sobre arena pese a ir calzada y tengo arena metida hasta en los bajos de los pantalones. El amanecer no me resulta tan espectacular como esperaba, aunque las vistas desde la duna sí que son bonitas. A D., en cambio, desde el otro mirador, le encanta el amanecer (aunque puede que sea solamente por que ha conseguido llegar arriba a tiempo, que no las tenia todas consigo :D). En cualquier caso, el color anaranjado de la arena del Namib es hipnótico.
La arena del desierto de Namib debe su color a su alto contenido en hierro que es junto al cuarzo el mineral más abundante en ella.
Nos volvemos a reunir en el parking, desde donde salimos hacia el aparcamiento de entrada a Sossusvlei y donde aprovechamos para ir al baño. Las opciones son ir en nuestro coche hasta el segundo aparcamiento o coger un shuttle por 170NAD por persona. Uno de los chicos ha conducido por arena anteriormente y nos recomienda no arriesgar, sobre todo porque cuando volvamos el sol ya habrá salido y la arena caliente es bastante más inestable, así que corremos el riesgo de quedarnos atrapados. Optamos por la segunda opción y no nos arrepentimos: entre la ida y la vuelta vemos unos siete u ocho vehículos atrapados en arena, alguno incluso sin ocupantes… y no parece una situación muy agradable ponerse a quitar arena con la pala con el calor que hace.
Big Daddy
Llegamos al aparcamiento y nos dirigimos hacia Big Daddy, la enorme duna que vamos a subir. Las vistas son una maravilla, sobre todo cuando se empieza a ver Deadvlei con su arena blanca y sus árboles petrificados.
Big Daddy es una duna de 325 metros de altura que separa Sossusvlei de Deadvlei. Es la Duna más alta de la zona, aunque no la más grande del desierto del Namib.
Es temprano aún y, por suerte, no pega muy fuerte el sol. Sin embargo, la subida es cansada y se nota el sol constante sobre nosotros. Además, el ascenso se complica por la arena, que hace que nuestro cuerpo trabaje el doble para desplazarse.
Deadvlei
Bajamos hasta Deadvlei, que es algo espectacular. Habíamos visto fotos antes y nos costaba creer que este lugar existiese, pero así es. Un sitio con una magia especial.
Deadvlei es un lago seco de arcilla blanca y repleto de acacias -también conocidas como espina de camello- muertas. La zona se formó cuando el río Tsauchab River se inundó y eso permitió a las acacias crecer, pero el clima cambió y la zona se llenó de dunas, por lo que el agua del río ya no pudo llegar más hasta aquí. Los árboles tienen más de 900 años y no se han descompuesto por la sequedad de la zona.
Nos quedamos un rato allí, paseando ente los árboles y haciendo fotografías. No queremos irnos, pero el sol empieza a apretar fuerte y se nota la falta de sombra. No entendemos cómo hay gente llegando ahora a subir la duna, con este calor es imposible.
Son las once y media de la mañana cuando cogemos el shuttle de regreso. No nos ha dado tiempo a ir a Sossusvlei, que es una zona similar a la de Deadvlei pero con árboles vivos y una duna algo más pequeña llamada Big Mamma. Hace mucho calor, de hecho el resto del día lo pasaremos con dolor de cabeza debido a la insolación. Y eso que vamos con crema, gorra, gafas y agua.
La crisis del día
Volvemos al camping y nos dirigimos a la recepción para aclarar el problema de anoche. Nos encontramos con que nos dicen que no tenemos reserva, que ven que sí que la hicimos pero que se anuló por impago. No entendemos nada porque nosotros sí hemos pagado. Nos dicen que lo aclaremos con la gente de Namibia Reservations. Empezamos a llamar con nuestro móvil, porque desde el camping al parecer no pueden hacer llamadas, y nos encontramos con que la persona que nos había hecho las reservas nos dice que ya no trabaja para ellos. Seguimos llamando y nos dicen que están comiendo, que nos llamarán… Finalmente conseguimos hablar con un tipo, se lo pasamos a la gente del camping y aclaran la situación con él. Al parecer el problema es que este tipo de agencias hacen las reservas pero no las pagan por adelantado, aunque sí te pidan a ti pagarla. Esto funciona con los campings privados, pero con los de la NWR es un problema porque ellos exige un 10% por adelantado para garantizar la reserva, si no, cancelan la plaza.
Así que ahora nuestro gran problema es Etosha. La directora del camping se porta fenomenal con nosotros y, tras aclararlo todo, también trata de asegurarse de que Etosha está confirmado. Llama al camping y le dicen que está todo completo para esos días y que no tienen ninguna reserva a nuestro nombre, así que llama a los de Namibia Reservations y se lo dice, el tipo de antes promete que va a solucionarlo y nos pide que llamemos en una hora.
Pagamos la entrada al Parque Natural de Namib-Naukluft y nos vamos hacia Solitaire, con la preocupación de no saber si tendremos alojamiento en Etosha o no. Teniendo las reservas hechas y pagadas desde enero.
Solitaire
El camino hasta Solitaire es una pista de grava con bastantes baches, por el que circulamos a una velocidad de 50-60km por hora. Lo bueno es que la pista es amplia y poco transitada. Por el camino vemos una jirafa y varios oryx (hay muchísimos por esta zona!).
Llegamos a Solitaire y nuestra primera parada es McGregor Desert Bakery, dónde probamos la internacionalmente famosa tarta de manzana. La porción vale 35 NAD y la verdad es que esta muy buena. Lleva un recubrimiento de galleta y está rellena con manzana al estilo del strudel alemán. Además, está recién hecha y calentita.
Nuestro camping está un poco más adelante, se llama Solitaire Desert Farm. Es un lugar pequeño, con apenas tres parcelas y un edificio bajo con algunas habitaciones, un bar y una piscina. Nuestra parcela es espectacular: tenemos barbacoa, una zona techada con luz y una pequeña caseta de piedra con un fregadero, un lavabo, un baño y una ducha. Todo ello con luz, así que no tenemos que montar la tienda a oscuras…un auténtico lujo.
Montamos tiendas, mesa y sillas. Ya vamos cogiendo práctica y lo montamos mucho más rápido. Luego nos dividimos, algunos se van a la ducha, otros nos vamos a la piscina, que tiene una situación espectacular pero el agua helada. D se baña igualmente, yo no me atrevo.
Cuando empieza a atardecer regresamos a la parcela, nos duchamos y preparamos la cena, unos macarrones que hemos comprado en una gasolinera de camino con tomate que trajimos de España (y menos mal, porque después comprobaremos que el tomate en lata de aquí sabe horrible). Es la primera vez que comemos algo que no sea embutido desde que llegamos a Namibia, que realmente fue ayer, pero aparece que haya pasado muchísimo más tiempo. De hecho, en eso coincidimos todos, parece que llevamos aquí semanas.
Tras la cena, nos quedamos haciendo algunas fotos del cielo estrellado, que es una pasada y después nos metemos a las tiendas a dormir.
D y R se van a dar una vuelta hasta la piscina y en el camino de vuelta se encuentran una hiena pequeña. La alumbran con la linterna y se va, pero el susto no se los quita nadie. Y así es como aprendemos algo importante: es mejor no caminar de noche por los campings.