Valparaíso (20)
Valparaíso (20)

Valparaíso (20)

 

Dejamos temporalmente Santiago para visitar la vecina ciudad de Valparaíso. Para llegar, vamos en metro hasta la terminal de autobuses de Alameda. Desde hace unos meses, para acceder al metro de Santiago es necesario disponer de una tarjeta BIP que, en nuestro caso, nos prestan en el hostal.

En infraestructuras como el metro se aprecia el gran contraste entre Chile y sus países vecinos. Santiago es una ciudad que bien podría ser una capital europea -nada que ver con La Paz, que es pura Sudamérica-. Algo así sucede con todo el país: Chile está más cerca de Europa que de Sudamérica. Salvo pequeños detalles que te hacen percatarte de que están en este continente, a nivel de infraestructuras, organización y edificación están más próximos a nosotros.

El precio de un billete de ida y vuelta a Valparaíso es de, aproximadamente, unos 6400 pesos. El trayecto dura algo menos de 2 horas.

Cuestión de seguridad

La zona de la estación de autobuses de Valparaíso es una de las áreas marcadas como rojas en la ciudad. Es decir, se han producido atracos y hay carteristas, por lo que se recomienda precaución. Es algo que se siente en el ambiente desde que llegamos: así como en Santiago caminamos despreocupados por completo, aquí notamos como nos miran con preocupación cuando ven que llevamos la cámara,. Tanto que decidimos guardar la reflex cuando un hombre nos dice que no nos recomienda que la llevemos tan a la vista.

En materia de seguridad, debemos decir que no hemos sentido peligro en ninguna zona del viaje, salvo quizás en El Alto y aquí. Más que miedo a que nos pase algo grave, nos inquieta que puedan robarnos sin que nos demos cuenta o darnos un tirón. Es por ello que vamos con mil ojos y mucho control de nuestras pertenencias. La cámara la tenemos asegurada, pero las fotografías que guardamos en la tarjeta de memoria son irreemplazables.

La ciudad de los murales

Tardamos una media hora aproximadamente en llegar al centro de Valparaíso, que recorremos con calma: tenemos que hacer tiempo hasta las 15 horas que comienza el Free Tour (Repetimos con la compañía de ayer, después de la buena experiencia que tuvimos).  Hay bastantes parques y actividad por las calles pero, en general, la ciudad no nos dice mucho. Damos una vuelta por el centro y subimos al cerro Alegre, donde nuestra percepción de Valparaiso comienza a cambiar. No solo por las bonitas vistas de la ciudad, si no por que empezamos a ver la razón por la que la ciudad es famosa: sus increíbles murales.

Paseamos tranquilamente entre autenticas obras de arte. Callejeando un poco encontramos un sitio para comer en el que tienen chorrillana (nuestro segundo plato favorito de Chile después de las empanadas!). Tras la comida, vamos al punto de encuentro del Free Tour, que comienza en la Plaza de Aníbal Pinto. Ya acompañados, llegamos caminando hasta el ascensor de Reina Victoria, que cogemos para subir a Cerro Alegre. Los ascensores se utilizaban para conectar la parte baja de la ciudad con los cerros. Muchos de ellos desaparecieron a causa de incendios o terremotos, quedando actualmente solo 16 de ellos. Este en concreto es de propiedad municipal, pero otros son privados, subir en él cuesta 100 pesos.

Los ascensores de Valparaíso son Monumentos Históricos Nacionales, siendo el más antiguo el de Concepción, construido en 1883.

Seguimos por cerro Alegre, donde nuestro guía -Hache- nos habla de los distintos murales de la ciudad. Las calles están plagadas de arte urbano, con obras que realizan denuncias sociales o cuentan peculiaridades de la ciudad y del país, como un mural cercano al ascensor de Concepción en el que se habla sobre la jerga chilena. La importancia de los murales para la ciudad es tal que la gente paga por tenerlos en sus fachadas, siendo el precio aproximado de un edificio completo de apenas 800 euros. Hay murales muy conocidos, de artistas reputados y muy apreciados por los visitantes de la ciudad. La verdad es que es una maravilla pasear por las calles de Valparaíso y deleitarse con este museo al aire libre, lleno de obras de gran calidad y mucho colorido.

Los cerros

En sus orígenes, la ciudad de Valparaíso solo tenía cerros. La parte llana se fue ganando poco a poco al mar, ya que era necesario contar con una zona donde poder comerciar. Esta ciudad era un importante puerto, fuente principal de ingreso y salida de mercancía en Chile. Por tanto, era una ciudad económicamente muy fuerte. Es por ello que la primera Bolsa de Sudamérica está ubicada aquí. Sin embargo, la vida en los cerros no es fácil: al ser Patrimonio de la Humanidad, está absolutamente prohibido tirar o modificar nada. Esto implica que las calles siguen siendo tan estrechas como en sus orígenes, en absoluto adaptadas para el paso de vehículos -y no hablemos ya de camiones de bomberos o ambulancias-. Esto hace que los incendios sean un verdadero problema aquí (por lo mencionado previamente y porque la mayoría de las construcciones son de madera).

Otra cosa que nos llama la atención de Valparaíso, y de Chile en general, es la cantidad de perros callejeros que hay. En Santiago no se ven tantos, pero aquí es alucinante. Nos cuentan que son perros “comunitarios”. Es decir, no pertenecen a nadie pero todo el barrio se encarga de cuidarlos y alimentarlos. No son tan problemáticos cómo cabría esperar, ya que son muy mansos y tranquilos, pero ciertamente que nadie tenga la responsabilidad de recoger sus deposiciones hacen de la ciudad un auténtico campo de minas.

Terminamos el tour en el puerto, después de tres horas intensas de caminata y con bastante tiempo antes de que tengamos que regresar a la terminal de autobuses. Si bien el puerto no es especialmente bonito, la plaza que se abre hacia el si que lo es. Además, está cargada de historia.

Después de un rato, volvemos tranquilamente paseando hasta el centro. La verdad es que Valparaiso no está especialmente bien iluminado por la noche, pero sus plazas rebosan de vida. De hecho, nos encontramos un grupo de bailarines vestidos como de carnaval bailando frenéticamente.

Nos tomamos un helado de lúcuma en una heladería llamada Emporio de la Rosa, que en su publicidad asegura ser una de las 25 mejores heladerías del mundo (esta plaza también está amenizada por un grupo de música con sus correspondientes bailarines pero, en esté caso, es de música tradicional). Después cogemos un autobús (no queremos caminar de noche por la zona de esta mañana) que nos lleva a una velocidad vertiginosa hasta la estación.

Compramos algo de cena en un puesto callejero de los que rodean la estación y nuestro bus sale puntualmente a las 20:15. En apenas dos horas estamos en Santiago, pese al enorme atasco que hay a la entrada de la terminal de Alameda y al ajetreo de pasajeros que tiene a esta hora. Desde ahí, regresamos en metro hasta el hostal para caer rendidos en la cama.