Diario de Uganda (12): Karamoja
Diario de Uganda (12): Karamoja

Diario de Uganda (12): Karamoja

 

Hoy vamos a movernos por la región de Karamoja, zona de paso hasta llegar a Sipi Falls. Esta región tiene mala prensa y, de hecho, si buscáis en la página del Ministerio de Asuntos Exteriores veréis que la desaconsejan… ¿por qué? Bueno, pues principalmente porque los karamojongs tienen fama de ser bastante violentos.

Un poco de historia

Los karamojongs son pastores nómadas. Emigraron desde Etiopía entre los siglos XVI y XVII. Son pastores, pero también feroces guerreros, muy obsesivos con su ganado, hasta el punto de que uno de los pilares de su modo de vida es robar ganado a los demás, para así aumentar sus rebaños… y, por supuesto, defender sus animales hasta las últimas consecuencias.

Literalmente karamojong significa “el viejo hombre se ha sentado“, y se dice que la tribu se llama así porque en algún momento se cansaron de emigrar y decidieron establecerse en lo que hoy conocemos como región de Karamoja.

Los karamojongs acostumbraban a circular desnudos libremente por Uganda. La vestimenta tradicional de los hombres consiste en ir con un sombrero con plumas (aunque esto solo si se tiene cierta posición social), un pequeño taburete y una lanza. Las mujeres solo llevan un collar enorme de cuentas (igual, según posición social) o una pequeña falda. En 1970 Idi Amin, presidente del país entre el 71 y el 79 y oficial del ejército en aquel momento, envió soldados para obligarles a vestir al modo occidental a punta de pistola. Los hombres acabaron poniéndose una manta por encima, normalmente a rayas o con un patrón de tartán… aunque hoy día también es posible verlos con ropa occidental.

Sobre Idi Amin merece la pena que busquéis información, solo os contamos que se le conoce como “el carnicero de Uganda” y es considerado uno de los dictadores más crueles de la Historia.

Pese a todo esto, siguieron viviendo a la manera tradicional. Las comunidades habitan en casas colocadas de manera concéntrica, rodeadas por una valla construida con materiales naturales de la zona y cerradas con arbustos espinosos, con una zona central en la que se ubicaba el corral y donde dormían los animales. Hoy día estos corrales se ubican ya en otras áreas y van moviéndose de ubicación para que las comunidades vecinas no puedan localizarlos y así no roben el ganado… pero vamos, que hay robos igual.

En 1979 el ejército de Amin dejó el norte, abandonado un arsenal de armas en los barracones de Soroti. Los Karamojons vieron cielo abierto para vengarse de tantos años de represión y se hicieron con ellas, reemplazando sus lanzas tradicionales por AK47. El cambio fue radical, claro está. Visitar la región pasó a ser muy peligroso y se quedaron aislados del resto del país. Entre 2006 y 2011 el ejército ugandés consiguió desarmar a los karamojongs, aunque en la zona de Kenia el gobierno no ha conseguido repetir la proeza y sigue considerándose una zona conflictiva.

Primeras impresiones

No son amigables y lo notamos desde el minuto uno. En todo Uganda no hemos tenido ni un solo problema para hacer fotografías a la gente, de hecho en la mayoría de las ocasiones nos las han pedido, veníamos acostumbrados a que nos saludaran al vernos pasar, a que la gente nos recibiera con una sonrisa… pero en Karamoja las cosas son diferentes. No se hacen fotos sin pagar primero y las miradas son bastante más serias. Además, aquí no hablan ni inglés ni swahili, tienen su propio dialecto y es complicado comunicarse con ellos sin conocerlo.

Hacemos una parada en un mercado local que nos parece bastante llamativo, aunque Gerard nos advierte de que no hagamos fotos sin pagar antes porque podemos tener problemas. Nos cuenta que los karamojongs hacen su propia cerveza y que la consumen en grandes cantidades, por lo que a medida que va avanzando el día es más peligroso interactuar con ellos porque el alcohol va subiendo.

Llegado un momento, Gerard nos sugiere una idea: podemos invitarles a una ronda de cerveza y así nos ganamos su simpatía y podemos tirar alguna foto. Nos parece buen plan y aceptamos… aunque no tardamos en ver que ha sido mala idea. Una señora coge el dinero que supuestamente iba para cerveza y comienza a colocar a un grupo de gente en fila, pidiéndoles que hagan cosas como para entretenernos. Es un momento muy incómodo y no nos gusta nada. Tiramos algunas fotos para salir del paso, pero nos vamos rápido porque no es lo que queríamos.

El poblado

Llegamos a nuestro alojamiento en Moroto, donde nos ofrecen una serie de visitas para conocer a los karamojongs en profundidad. En principio no nos atrae demasiado porque no nos suelen gustar las turistadas, y menos aún cuando implican visitar a gente que se tiene que comportar como si vivieran en un teatrillo continuo para ganarse el pan. Nos parece ofensivo y no nos gusta tratar a las personas como si fueran animales en un zoo.

Sin embargo, nos convencen para ir a visitar el poblado y nos aseguran que no es en absoluto algo preparado. Nos va a acompañar una mujer, karamojong, que habla inglés perfectamente y que va a ser nuestra intérprete.

Cuando llegamos nos encontramos a un grupo de hombres en el exterior de poblado, sentados bebiendo cerveza. Hay varias mujeres también alrededor y niños jugando en un improvisado campo de fútbol. Nuestra guía nos conduce hasta el interior de poblado, contándonos sobre la cultura karamojong.

Los karamojong, como ya sabemos, son principalmente pastores. Cuidan de sus rebaños y roban rebaños ajenos. Si quieres casarte y eres hombre, debes entregar 100 reses a tu suegro. Los más poderosos son los que tienen el rebaño más grande y mayor número de hijos, así que son polígamos porque a mayor número de mujeres, mayor número de hijos.

Las mujeres tienen una vida complicada aquí. Ellas realizan el 90% del trabajo: cocinan, cuidan de los bebés, construyen los poblados, consiguen comida… los hombres se pasan el día tirados bebiendo cerveza y solo algunos son los elegidos para estar en el cattle vigilando a los animales. Y os preguntaréis, ¿y los niños? Pues los niños a partir de los 4 años ya están vigilando a los rebaños y trabajando de sol a sol.

En este punto empezamos a estar bastante en ebullición, sobre todo nosotras. Nos resulta muy indignante que esto se vea como algo normal, sobre todo la forma que tiene nuestra guía de contarlo, siendo ella una mujer que tiene un trabajo, unos estudios y una vida muy distinta a esta, que nos venda que estas mujeres y estos niños tienen que vivir así porque tienen la obligación de mantener las costumbres de sus ancestros… pues mira, no. Que una costumbre sea ancestral no significa que sea buena y estos niños tienen que ir al colegio y estas mujeres no pueden estar esclavizadas, trabajando día y noche, y siendo intercambiadas por vacas.

La tensión es bastante alta y nuestra incomodidad manifiesta, ni siquiera somos capaces de disfrutar del baile que han preparado para nosotros al acabar, que es bastante chulo, pero nos parece demasiado artificial y, bueno que en este punto no estamos nada cómodos en este sitio.

Nos vamos muy decepcionados con la visita y con una impresión muy mala de este lugar. No nos consideramos gente cerrada de mente y hemos visitado muchos sitios, hemos visto muchos pueblos con un modo de vida tradicional y somos conscientes de que tradicional suele implicar también machista en muchas ocasiones. Hemos conocido costumbres y culturas muy diferentes a las nuestras, hemos visto teatrillos otras veces, hemos discutido sobre el uso del hiyab, sobre la poligamia… y jamás nos hemos quedado con esta sensación tan horrible.  Más tarde hablaré con nuestros amigos de @Mochilasvoladoras, que hicieron una experiencia similar durante su viaje y me confirmarán que su experiencia no fue para nada así, por lo que la conclusión final es que la culpa fue totalmente de una mala elección de guía. De hecho, queríamos visitar al día siguiente el cattle y hasta que nos confirman que nos llevará otro guía, curiosamente un camarero que al parecer se está formando y va a ser nuestro “guía en prácticas”, no nos decidimos.