Diario de Namibia y Botswana (13): Cataratas Victoria
Diario de Namibia y Botswana (13): Cataratas Victoria

Diario de Namibia y Botswana (13): Cataratas Victoria

 

Sin duda, hoy es uno de los días más esperados de todo el viaje. Hoy vamos a conocer uno de los lugares más increíbles del mundo: las cataratas Victoria 🙂

Ayer contratamos el translado con una agencia local de Kasane. Habíamos leido bastantes experiencias no muy buenas sobre el cruce de la frontera de Zimbabwe con coche propio (corrupción, retrasos injustificados, etc..) y hemos decidido no arriesgar. Asi que, a las 7:30 de la mañana (con casi media hora de retraso) nos recogen en el hostal y ponemos rumbo a las cataratas. Que ganas!!!

Indice

Zimbabwe

Llegamos a la frontera con Zimbabwe en unos quince minutos y allí nos toca esperar unos 45 más. Se lo toman con mucha calma. Hay cuatro ventanillas pero solo una persona atendiendo y, aunque hemos llegado los primeros, la lentitud es tremenda. Primero nos tienen un buen rato allí parados, hasta que el tipo de la ventanilla decide empezar a trabajar. Luego rellenan todo a mano, pese a que tienen un ordenador, y van a paso de tortuga porque tienen que hacer varias copias y van sin ninguna prisa. Nosotros, que somos los primeros, lo vamos a tener más o menos bien, pero justo detrás acaba de llegar un autobús con unos 20 turistas que van a echar aquí la mañana, visto lo visto. No me quiero imaginar los que lleguen tras ellos. Hemos pedido la Univisa, que nos permite acceder también a Zambia por 50$ en total. Son muy listos y si pagas en pulas o en euros te piden 50€, por lo que  interesa llevar dólares. No aceptan ninguna otra divisa.

Sobrevolando las cataratas

Desde la frontera hasta las cataratas hay aproximadamente una hora de trayecto. Primero paramos en la oficina del vuelo en helicóptero, llamada Chikopoko helicopters. No lo hemos elegido nosotros, es la empresa con la que trabaja la empresa con la que realizamos el traslado. Nos ofrecieron el vuelo por 150$, que es un precio bastante razonable. En general, sobrevolar las cataratas en helicóptero es bastante caro.

De ahí nos llevan al helipuerto que está como a 10 minutos en coche. Al llegar nos pesan y nos divididen en dos grupos, ya que los vuelos son para tres personas. Uno de nosotros tiene que ir con una pareja. Graban todo en video y luego te lo intentan vender, aunque nosotros no lo compramos porque, la verdad, el vídeo es bastante cutre y caro. 

El vuelo dura 15 minutos, aunque se puede hacer uno más largo que vale el doble. No creo que merezca la pena, con 15 minutos tienes tiempo de sobra para hacerte una idea de la magnitud de las cataratas.

Sobrevolar las cataratas es… bueno, es increíble. Primero las ves a lo lejos, una nube blanca que sale de la tierra. Como un incendio de vapor. Luego, a medida que te vas acercando, puedes ver cómo la tierra se encuentra fragmentada, como si la hubieran cortado con un cuchillo. Enormes aberturas por las que transcurre el río Zambeze. Y, allí están, las cataratas. Impresionantes, inmensas, rugiendo a lo lejos. Nunca podría haber imaginado un nombre más apropiado para ellas que el que tienen: el humo que truena. Es, posiblemente, la mejor descripción que se puede hacer de este lugar.

La caída de las cataratas va desde los 80 metros hasta los 108 en el centro y su anchura es de 1’7 kilómetros. Fueron bautizadas por el explorador escocés David Livingstone en 1855 como cataratas Victoria en honor a la reina, pero localmente se conocen como Mosi-oa-Tunya, el humo que truena.

La verdad es que vamos todo el vuelo un poco asustados porque el helicóptero no tiene el horizonte artificial operativo, se lo comentamos al piloto al bajar y nos dice que bueno, que es que no lo tiene calibrado, pero que no pasa nada, que no lo necesita. Uno de los instrumentos más importantes de vuelo! Nos quedamos un poco sin saber qué decir. 

Al bajar e ir a pagar nos dicen que además de los 150$ que nos dijeron, tenemos que pagar otros 15$ por persona en concepto de tasas. Le decimos que no es lo que nos dijeron y nos dicen que hablemos con la compañía que ha hecho de intermediaria.

Volvemos a la oficina y dejamos pagado el vuelo, sin las tasas. Luego nos llevan a buscar a nuestra conductora. Le enseñamos los mail dónde nadie nos dice nada sobre tasas. Al final nos dice que va a llamar a su oficina mientras pasamos a las cataratas.

El humo que truena

Entramos al Parque Nacional de las Cataratas Victoria. Desde Zimbabwe es posible visitar solo una parte de las mismas, aunque es la de mayor longitud. La entrada cuesta 30$ por persona y se puede pagar con tarjeta. El camino recorre las cataratas a lo ancho, por el acantilado que hay frente a las mismas y está dividido en varios view points numerados.

Desde 2009, Zimbabwe no tiene moneda oficial. El dólar zimbabwense llegó a ser la moneda de menor valor del mundo. La inflación era tal, que el gobierno se vio obligado a aceptar el uso de monedas extranjeras, lo que llevó a la desaparición de la moneda.

En la primera parte del recorrido las vistas son laterales y a medida que te acercas al final vas viendo las cataratas en toda su magnitud. El entorno es una pasada porque se trata de un bosque tropical muy frondoso, donde los babuinos campan a sus anchas (así que cuidado con los hurtos). El único problema es que el agua genera tal cantidad de vapor de agua que en algunos miradores no se puede ver absolutamente nada y, además, el agua condensada vuelve a caer generando una intensa lluvia tropical. Vamos, que nos empapamos. La mitad de las fotos nos salen con gotas de agua en el objetivo. Es bastante frustrante porque el lugar es precioso, pero resulta muy complicado sacar buenas fotos y encima nos estamos empapando. Con todo, merece muchísimo la pena.

El mejor consejo que te van a dar para tu visita a las cataratas Victoria: ve preparado como si te tuvieras que meter en una piscina con todo lo que llevas encima. 

Calados hasta los huesos salimos del recinto. Nos secamos lo poco que podemos y regresamos al aparcamiento. Allí nos venden los famosos dólares zimbawenses, que ya no están en circulación y no valen absolutamente nada, pero siempre mola tener un billete de veinte billones de dólares, así que los zimbabwenses se dedican a vender sus antiguos billetes a los turistas y todos tan contentos.

Zambia

Cruzamos la frontera con Zambia para ir a ver la otra mitad de las cataratas. Para cruzar a Zambia tenemos que sellar primero nuestro pasaporte a la salida de Zimbabwe. Hoy va a ser un día muy loco porque vamos a llenar dos páginas enteras del pasaporte en un rato: dos sellos de entrada a Zimbabwe, dos de salida, uno de entrada a Zambia, uno de salida, uno de salida de Botswana y otro de entrada. Ocho sellos en total en un solo día.  

Para ir de Zimbabwe a Zambia hay que cruzar un puente desde el que se tiene una vista preciosa de las cataratas con el río Zambeze de fondo, que además es el punto desde el que mejor te haces a la idea de la altura de las cataratas porque no estás tan cerca de la catarata (¡y encima no te mojas!). Lo único es que hay que tener cuidado porque en esta zona, aparte de mil vendedores de artesanía, hay muchos babuinos y son unos ladronzuelos expertos, así que mejor vigilar tus pertenencias.

La entrada al Parque Nacional de  Mosi-oa-Tunya está justo al lado de la oficina de inmigración de Zambia -no tiene pérdida-. Esta entrada cuesta 20$ por persona, algo más barata que la de Zimbabwe.

La idea es más o menos la misma, un recorrido por un mirador que da a las cataratas, aunque más corto que el de Zimbabwe y menos masificado. Aquí hay muchos menos turistas y la mayoría parecen africanos. Bajo nuestro punto de vista, está bastante mejor montado y las vistas son mejores. Además, también se ve el puente que hace de frontera con Zimbabwe desde aquí y tienen un sendero que baja hasta la orilla del río Zambeze. Nos da la sensación de que aquí hay menos vapor de agua y la vista está más despejada. Eso sí, nos empapamos igual, aunque aquí lo tienen mejor montado y te alquilan chanclas, chubasqueros y hasta bolsas estancas en la entrada, que me parece una idea de negocio brillante.

Aprovechamos para comer algo en el recinto. Llevamos unos sándwiches y algo para picar y unos plátanos para el postre pero… ¿os he dicho ya que está todo lleno de babuinos? Pues, adivinad… uno llega y nos roba nuestros plátanos. Y cuando digo robar, quiero decir que se los arrojamos asustados cuando llega corriendo a la mesa y nos quita un paquete de galletas. Al final el babuino se va con un botín enorme y nosotros nos quedamos sin postre. 

Empezamos a pensar en volver cuando descubrimos un camino por la jungla que nos lleva a la base de las cataratas siguiendo el cauce de un pequeño arroyo. No tenemos mucho tiempo, pero no nos lo queremos perder, así que bajamos a matacaballo hasta un  lugar alucinante (Boiling Pot) del que somos incapaces de hacer ninguna foto sin tener la lente saturada de gotas de agua. Con la imagen en nuestras retinas en vez de en nuestra tarjeta SD subimos corriendo y salimos de las cataratas a las 4:15 y llegamos a Zimbabwe media hora más tarde, tras pasar la frontera y volver a poner un montón de sellos en nuestro pasaporte (tenemos tal caos que llega un punto en el que no sabemos si estamos entrando o saliendo de qué país.. xD).

La verdad es que no nos gusta ir con prisa a los sitios, pero alguna de las multiples fronteras que tenemos que cruzar cierra con la puesta de sol y no nos la queremos jugar. Aún así, cuando deshacemos el camino de esta mañana hasta la frontera con Botswana y cruzamos de nuevo el cielo está anaranjado ya. La verdad es que ha sido una locura de países, de fronteras y de sellos, pero ha estado divertido. 

Nuestra conductora nos lleva hasta el hostal sin volver a mencionar los 15$ de tasas del vuelo, nosotros tampoco preguntamos. Llegamos a casa y nos quitamos la ropa, que sigue mojada, preparamos la cena y nos vamos a dormir maravillados aún por lo que hemos visto hoy.