Tras una noche nada cómoda en el tren, en la que hemos dormido poco entre el traqueteo y el calor que hacía, llegamos a Jiva. Al menos elegimos bien la litera, porque las de abajo tienen un compartimento debajo de la cama donde dejar de manera segura las maletas, y eso que te quitas de preocupación durante el trayecto.
Llegamos al hotel donde nos adelantan el desayuno, cosa que agradecemos un montón porque estamos hambrientos, y salimos a recorrer la ciudad porque no tenemos tiempo que perder, solo tenemos un día en Jiva que, por cierto, ha amanecido bastante nublado.
La ciudad amurallada
Jiva fue la antigua capital de la región histórica de Corasmia, así como del Kanato de Jiva. Según la leyenda, Jiva fue fundada en el lugar en el que Sem (el hijo de Noé) cavó los pozos Keivah. El Kanato de Jiva (1512–1920) fue uno de los tres Señoríos uzbecos creados tras la división del Señorío de Chagatai junto con los de Bujará (que englobaba Samarcanda) y Kokand.
Quizás lo más representativo de Jiva sea su minarete, Kalta Minor, tremendamente llamativo por su intenso color azul y por su forma achatada… que no se debe a otra cosa que al hecho de estar inacabado. El minarete fue iniciado por Mohammad Amin Khan, el gobernante de Khwarezm, en 1852. Según la leyenda, quería construir un minarete tan alto que se pudiera ver durante todo el camino a Bujara… pero murió antes de poder finalizar la obra y el minarete se quedó a medias. De los 80 metros proyectados, solo se completaron 26. De hecho, su nombre significa literalmente “minarete corto”.
Todo lo que hay que ver está dentro de un recinto amurallado, Itchan Kala, y entrar cuesta 150.000 soms, con esta entrada se puede acceder prácticamente a todos los edificios de la ciudad, salvo a las murallas y a un par de madrasas y mezquitas más, que se pagan aparte. En este punto, tenemos que comentar que se puede pagar con tarjeta de crédito pero que, al volver a España, nos hicieron devolución de todo lo que habíamos pagado con tarjeta en Uzbekistán porque, al parecer, nunca confirmaron la transación. Habrá a quien esto le parezca maravilloso, pero a nosotros nos pareció sinceramente fatal, porque entendemos que lo que pagamos va destinado a preservar estas maravillas arquitectónicas y en ningún momento fue nuestra intención no pagar la entrada, simplemente no teníamos efectivo suficiente y no podíamos sacarlo (como ya contamos ayer). Así que nos dio mucha pena recuperar todo ese dinero, la verdad, y recomendamos a quienes lo vean como nosotros pagar en efectivo en estos lugares en la medida de lo posible.
La verdad es que en Jiva es todo precioso, demencialmente bonito, pero como poco real. Es excesivamente turístico, la ciudad entera está pensada por y para el turismo… de hecho, por lo que sabemos viven en su interior unas 300 familias, la mayoría dedicadas a la artesanía… pero nosotros todas las casas que vemos las tienen dedicadas a alojar turistas. Nos recuerda a Dubrovnik, no en la forma, que no se parece absolutamente nada, sino en el fondo. Visitamos todo lo que se puede visitar con la entrada que tenemos y llegamos a estar un poco agobiados porque hay grupos organizados por todos lados.
Lo más bonito es la fortaleza de Kunya, la mezquita de Juma, los minaretes y el palacio Toshhovli, para nuestro gusto, pero sobre todo la maravilla es recorrer las preciosísimas calles de esta ciudad. Rematamos la experiencia subiendo a la muralla, cuyo acceso lleva un señor bastante peculiar que nos quiere cambiar una moneda de 1 € por una moneda uzbeka… pero no llevamos euros encima. Las vistas desde la muralla merecen bastante la pena, se ve toda la ciudad desde las alturas.
Kunya-ark – “fortaleza en la fortaleza” – es la ciudadela de los kanes de Khiva porque, no olvidemos, esto no era un reino, era un kanato. Kanato o janato es una palabra de origen túrquico-mongólico utilizada para describir una entidad política gobernada por un kan. La construcción de Kunya-Ark comenzó en 1686-1688. A finales del siglo XVIII, Kunya-Ark se convirtió en “una ciudad dentro de la ciudad” y fue separada de Ichan-Kala por una gran muralla.
La primera mezquita Juma fue construida en el siglo X. La moderna mezquita de viernes fue construida a finales del siglo XVIII. El edificio es único, ya que no tiene portales ni cúpulas. Dentro de la mezquita hay 213 columnas hechas de madera, que, por así decirlo, sostienen el techo. Al mismo tiempo, se han conservado 21 columnas de los siglos X-XII. Las puertas talladas más antiguas de esta mezquita fueron creadas en 1316.
Vemos atardecer desde Kuhna Ark, donde varias parejas, que nosotros decimos que van vestidas de princesas uzbekas, se hacen lo que creemos que son fotos de compromiso… aunque nos genera duda el hecho de que nos parecen muy jóvenes. Nos quedamos viendo el atardecer hasta que nos echan porque van a cerrar.
Ya cuando va cayendo la noche, nos damos un paseo y hacemos fotos, pero está todo muerto. Todo cerrado a las 9 de la noche, por no haber no hay nada abierto para cenar. Finalmente acabamos en el único sitio que queda abierto, donde la mujer nos improvisa una cena en diez minutos.
Volvemos por calles sin iluminar y compramos un pan para llevarnos mañana de excursión. Nos planteamos ir a ver el amanecer y retratasar la salida, pero nos dicen que mañana no podemos porque que el día es largo y no daría tiempo a llegar hasta el mar de Aral, de todas formas el recinto amurallado abre demasiado tarde.