Empezamos el viaje. La verdad es que es emocionante volver a hacer maletas y preparativos. Llevábamos mucho tiempo, demasiado, sin prepararnos para un viaje largo y es algo que se nota. No es el viaje que habíamos planeado a principios de año, pero es un viaje que abordamos con, más que ganas, necesidad. Necesitamos viajar, nuestro cerebro ya nos pide a gritos una desconexión 😉
Primera parada: San Sebastián
Conducimos prácticamente del tirón (salvo una parada para repostar y cambiar de conductor) hasta San Sebastián, donde paramos para comer. Consideramos prácticamente obligatorio comer en esta ciudad si uno pasa relativamente cerca. Y, por supuesto, es indispensable probar la maravillosa y deliciosa tarta de queso de «La Viña», que nos encontramos sin colas de turistas. Es una tarta riquísima que recomendamos probar si se visita la ciudad. Muy cremosa, con el toque justo de dulzor y un precio más que correcto: 6€ una ración que se corresponde con dos raciones de cualquier otro restaurante.
Después de comer y tomarnos nuestra porción de tarta, damos un pequeño paseo por el centro. Nos encantan las callecitas de esta ciudad, llenas de bares y muy animadas. No está como otras veces, como es obvio, pero siempre es agradable regresar a San Sebastián. No nos queremos entretener mucho porque ya hemos estado varias veces en la ciudad y además hace un calor terrible, así que damos una vuelta rápida, algunas fotos y nos vamos de nuevo al parking Txofre, uno de los más baratos de la zona centro y que os recomendamos si tenéis que parar por la ciudad, a por nuestro coche.
Bayona
Nuestra siguiente parada es Bayona, ciudad en la que vamos a hacer noche. Hemos reservado una habitación bastante céntrica, así que aparcamos en uno de los parkings que hay cerca del centro. Es un parking público cerrado por una barrera pero, por suerte, al ser hoy domingo no tenemos que pagar nada por dejarlo estacionado.
La ciudad nos la encontramos muerta: no hay absolutamente nadie por la calle y está todo prácticamente cerrado. No sabemos si es por ser domingo, si es porque son las seis de la tarde o si es por el coronavirus, pero el caso es que estamos prácticamente solos. En la zona del río sí hay algún bar abierto con gente, sobre todo joven, en la terraza… pero vamos, poca cosa. Y a eso de las 20:00 ya no queda nadie. De hecho nosotros optamos por retirarnos y acabamos cogiendo una pizza para llevar (en el único sitio abierto) que nos comemos en el hotel.
Lo que si es cierto es que ca ciudad en sí es preciosa. Y la catedral es una maravilla. No es una ciudad grande, por lo que se recorre en poco tiempo, pero tiene un encanto especial. Posiblemente sea bastante más agradable pasear por ella con algo de actividad en las calles, pero tampoco está mal poder disfrutarla a solas.
Nos vamos a dormir relativamente pronto, esto de conducir nos ha dejado agotados.
Burdeos
Nos despertamos pronto y nos damos un paseo mientras que la ciudad amanece y se despereza. La verdad es que se nota distinta a ayer, con gente (tampoco mucha) por las calles y algo de movimiento en las puertas de las tiendas.
Después del paseo, recogemos nuestras mochilas y nos ponemos en ruta de nuevo. Conducimos de Bayona a Burdeos, unos 185 km que hacemos en algo más de 2 horas sin peajes. Dejamos el coche en un Parc-Relais, que es una cosa maravillosa de Francia: Básicamente son aparcamientos disuasorios que se encuentran junto a las principales líneas de transporte de la ciudad. El precio del aparcamiento para un día completo y un billete de ida y vuelta para cada ocupante de vehículo es de 4,5€ en total, ya sean 2, 3, 4 o 5 los ocupantes. Los precios varían según el aparcamiento se encuentre más cerca del centro de la ciudad (los más alejados pueden llegar a costar tan solo 2€). Vamos, una idea maravillosa para descongestionar la ciudad de tráfico y una alternativa más que atractiva para el turista.
Cogemos el tranvía hasta el centro de la ciudad y empezamos a descubrirla. O, mejor dicho, a redescubrirla, porque D, que ya estuvo por aquí hace más de 15 años. Visitamos la basílica de San Michel, que está totalmente rodeada por un mercadillo. Es curioso: salvando las distancias, algo así debería haber pasado en su época, con la plaza central rodeada de tenderetes y mercancías!
Seguimos hacia la puerta de Aquitania y bajamos por Cours Pasteur, una larga calle peatonal, esta vez si, atestada de gente. Continuamos por ella casi hasta llegar a la catedral, que está en el centro de una plaza enorme. A pesar de no poder entrar en ella, nos encanta tanto la propia construcción como lo bien que han dejado el entorno (Hace 17 años, cuando D. estuvo por aquí, estaba todo sucio, con gente jugando al baloncesto sobre los muros de la catedral y bastante poco acogedor. Menudo cambio!!)
Luego subimos por corso de la Intendance y callejeamos un poco por el casco histórico hasta llegar a L’entrecote, una cadena muy famosa en Francia en la que tienen un único menú: ensalada de nueces, entrecote con salsa secreta y patatas fritas. Todo esto por 19€ por persona (un chollo para ser Francia). Tenemos que reconocer que el entrecote está muy rico y, además, como hemos llegado a comer casi a las 14 horas, estamos prácticamente solos. Esto es algo que iremos interiorizando a lo largo del viaje: los franceses comen de 12 a 14 horas. Punto. Sin opciones (De hecho, esto llegará a ser un problema porque nos encontraremos muchos sitios cerrados a la hora de la comida… menos mal que vamos bien surtidos de embutido!).
De postre probamos los famosos caneles, un dulce típico de la ciudad. Primero probamos unos que nos cuestan solo 0’7€ la unidad. Confiados, cogemos otros dos en una de las tiendas que nos habían recomendado, sin preguntar… y nos clavan 6€ por dos caneles un pelín más grandes que los anteriores. Vamos, que ya hemos hecho la turistada del viaje.
Un poco mosqueados tras esta estafa, nos vamos hasta la plaza de la Bolsa y de ahí cruzamos hasta el espejo del agua, que es una zona junto al río donde hay una fuente. La verdad es que está todo muy agradable para pasear. Es una ciudad que parece cómoda para vivir en ella, con calles amplias y muchas zonas peatonales.
Tras otro pequeño paseo regresamos al tranvía y de ahí al aparcamiento donde está nuestro coche. Hoy dormimos en Angulema, que está a unos 120 km de aquí y que nos pilla de camino a nuestro siguiente destino.
Atascos y adaptadores
De camino a Angulema nos vemos atrapados en un atasco monumental. No sabemos qué ha pasado, pero la carretera está completamente parada. Tanto que la gente se ha bajado de los coches. Tras una media hora de espera y desesperación, llega la policía que nos permite dar media vuelta y avanzar en sentido contrario por la autopista hasta llegar a una incorporación, que cogemos al revés para salir nuevamente en sentido contrario a una rotonda. Una locura. La verdad es que es tremendísimo la que se ha liado, lo que no sabemos es qué pasará con los muchísimos camiones que hay atascados, porque esos dar media vuelta no van a poder…
Cuando queremos llegar a Angulema está completamente (son más de las siete. Una locura aquí!). Aparte del atasco, nos hemos entretenido un poco tratando de encontrar una gasolinera donde nos prestaran un adaptador de GLP para nuestro coche, ya que las mangueras francesas no son iguales que las españolas… pero nada, los franceses no tienen muchas ganas de ayudarnos. Hemos parado en cuatro gasolineras y no nos han ayudado demasiado. Una sensación bastante mala, todo sea dicho. Quizás les cobren la amabilidad. En cualquier caso, tenemos el depósito de gasolina prácticamente lleno y todavía nos quedan kilómetros por hacer (ventajas de tener un híbrido).
Además de ser tarde y estar muerta, lo cierto es que Angulema tampoco tiene mucho que ofrecer: una catedral enclavaba entre casas que la oculta, un ayuntamiento construido sobre un antiguo castillo y un conjunto de graffitis de calidad y tamaño variable (algunos geniales. Otros.. no tanto).
Después de dar un paseo, cenamos en el hotel algo de lo que hemos llevado de casa.. entre otras cosas porque no hemos encontrado nada abierto. La verdad es que fue una idea un poco improvisada lo de llevar comida y al final nos va a salvar el viaje!