La Golden Whip de Zhangjiajie, una ruta imprescindible (7)
La Golden Whip de Zhangjiajie, una ruta imprescindible (7)

La Golden Whip de Zhangjiajie, una ruta imprescindible (7)

 

Nos despertamos a las 6 y llueve mucho, pero muchísimo. Ponemos el despertador más tarde porque entendemos que no tiene sentido irnos a hacer la Golden Whip a Zhangjiajie, una ruta a pie, con este tiempo… pero nada, no para. Nos damos media hora más y, ya viendo que esto no va a parar, nos bajamos a comprar chubasquero de plástico, de los que los chinos sacan siempre que llueve. Aunque vamos equipados de goretex de cabeza a pies, esto nos cubre en conjunto, lo cuál incluye la mochila por delante y detrás, para que no se nos cale la espalday proteger al máximo el equipo fotográfico. Según acabamos de prepararnos y salir a la calle con todas las mochilas, deja de llover. La ley de Murphy.

La Golden Whip

Cogemos el autobús de ayer, que ya nos conocemos la ruta, y esta vez si nos toca pasar el control y comprar los billetes en taquilla. Se nota que ya se han puesto en marcha. Hoy nos bajamos antes, vamos a acceder por la entrada sur, una de las principales del parque y la más concurrida.

Llevamos todo el equipaje encima, así que lo primero que hacemos al llegar a la entrada del parque es buscar un sitio donde dejar las mochilas. No vemos taquillas, así que nos acercamos a información y nos dicen que nos las guardan allí mismo por 10 yuanes, precio estándar en China al parecer. Nos dan nuestro comprobante y ahí que dejamos las mochilas.

No tenemos que coger ningún transporte interno, ya que el camino está perfectamente señalizado y se coge desde la misma entrada. Es un trayecto sencillo, sin desniveles y pavimentado, que va siguiendo el transcurso del río y permite observar las montañas desde la parte baja. Espectacular, sin lugar a dudas. Es totalmente alucinante caminar por el pie de estas increíbles montañas y ver sus cumbres en las alturas. Además, el murmullo del agua como banda sonora es una delicia.

Como comentábamos el día anterior, no es el camino salvaje entre naturaleza que uno espera. Aparte de que todo el camino está pavimentado, lo cuál es una clara ventaja para personas de movilidad reducida y lo hace accesible a todos los públicos, cuenta con máquinas de vending en distintos puntos del recorrido, las omnipresentes cámaras de seguridad en los mismos árboles, zonas de descanso son bancos, mesas y puestos de comida y, por supuesto, baños. No es excesivo, pero hay facilidades para los visitantes.

En un punto del recorrido, se nos acerca una niña y nos da un yuan, explicándonos como puede en inglés que es un recuerdo. Muy simpática.

La parte mala de la ruta es que hay zonas con muchos monos. Monos acostumbrados a los humanos y, sobre todo, a robar a los humanos. Eso se traduce en que es mejor no sacar absolutamente nada de comer ni llevar nada de comida que puedan oler. Nosotros llevamos algo de picar, pero todo cerrado en bolsas herméticas y centro de la mochila. Un chaval que va delante comete el error de aparecer con una bolsa del KFC que huele a kilómetros y pronto se ve rodeado de monos, que no dudan lo más mínimo en enfrentarse a él para quitarle la comida. El chico, muy temerario a nuestro juicio, les planta cara… pero los monos son más y más rápidos, así que no tardan mucho en hacerse con el botín. Si algo hemos aprendido en nuestros viajes es que los monos pueden ser muy peligrosos y que lo mejor es no tener nada que les pueda interesar o que puedan coger.

La ruta nos lleva hasta los pies del ascensor Bailong. Si no tuviéramos que irnos, subiríamos y haríamos algún mirador de la parte de arriba, pero como no conseguimos reservar el tren para mañana, tenemos que irnos a dormir a Huahuaia y nos toca dejar el parque antes de lo esperado. Ahí la importancia de reservar los trenes con tiempo. Lo que hacemos es emprender la ruta de regreso por el mismo camino por el que hemos venido. Son unos 4’5 kilómetros, que no podemos precisar cuánto se tardan en hacer porque nosotros con la cámara vamos a un ritmo distinto.

Por el camino, paramos en una zona en la que sorprendentemente no hay monos, y nos tomamos unos dumplings y una especie de bollito relleno en uno de los puestos, acompañado de algo de picoteo del que llevamos encima.

Cuando llegamos a la salida, vemos que hemos tardado menos de lo esperado, así que decidimos intentar subir a Yuangjiahie. Cogemos el autobús que nos lleva a la parada donde se enlaza con el bus que sube al teleférico, y que está inusualmente colapsado. Nos toca esperar una buena cola para subir. No nos damos cuenta, por un error de interpretación del mapa, que hay que coger un tercer autobús y empezamos a subir a pie, cuando de repente pasa el autobús y, al vernos, nos para para recogernos. Majísimos en este país.

Entre las colas, los errores y demás, vemos que se nos ha echado el tiempo encima y que ya no tiene sentido subir a los miradores superiores porque nos tenemos que ir si queremos llegar a tiempo al tren, así que emprendemos el camino de regreso y nos vamos a la salida, donde recogemos nuestras mochilas y nos ponemos en marcha a la estación de tren de alta velocidad.

Huaihua

Llegamos con tiempo de sobra a la estación, donde cogemos nuestro tren rápido a Huaihua. Allí se supone que vamos a hacer conexión para ir a Chengdú. La idea inicial era hacerlo todo mañana por la mañana, enlazando este tren con el siguiente, pero se agotaron las plazas y no conseguimos reservarla… y eso que es un trayecto de apenas una hora, que no esperábamos que fuera a tener una alta demanda. Pero así es China, no se puede dejar nada a la improvisación.

Llegamos a la ciudad que es bastante grande. El hotel está muy cerca pero es poco accesible, lo cuál sumado a que está lloviendo nos obliga a coger un autobús… autobús que, por cierto, no conseguimos pagar porque WeChat nos lleva a una web que está completamente en chino y que nos pide mucha información a completar para el pago. No nos enteramos de nada y al final no conseguimos pagar los 2 yuanes que cuesta el transporte. Tampoco es que el conductor o los pasajeros se dignen a ayudarnos, la verdad. Es la primera vez en todo el viaje que la gente es desagradable con nosotros y nos dan una mala contestación cuando pedimos ayuda.

Nos cuesta horrores encontrar el hotel porque está, literalmente, dentro de un centro comercial. En el piso 23. Es una cosa loquísima porque el centro comercial es inmenso y tenemos que buscar la entrada y de ahí el ascensor que sube a la planta donde se encuentra. Una vez que lo sabes no es tan complicado, pero recién llegados… La parte buena es que tenemos una habitación chulísima, con una cama inmensa, un proyector y vistas impresionantes de la ciudad desde las alturas.

Por cierto, mientras chequeamos la habitación, nos llega una notificación de Microsoft sobre un intento de acceso a varias de nuestras cuentas de correo desde China. Menos mal que tenemos doble factor de autenticación y bastante seguridad en general, pero vamos..

Nos bajamos a cenar a la calle, es una zona comercial y casi todo lo que hay son cadenas, cosa que no nos apetece. Encontramos un local que parece algo más sencillo, lo llevan una mujer y su suegra, una mujer graciosísima que es tiktoker! Nos enseña su cuenta y resulta tener un montón de seguidores, sube vídeos rarísimos y muy locos. Nos pide una foto para subirla en sus redes sociales y luego vemos que ha puesto en los estados de wechat la foto y un comentario, en chino, diciendo que tienen comensales españoles. Probamos algo que nos recuerda al arroz tres delicias y unos tallarines muy ricos, recomendación de la suegra tiktoker. Menos mal que hemos decidido entrar aquí, porque nos íbamos con una impresión nefasta de esta ciudad y estas dos señoras han salvado la experiencia. Contentos, nos vamos a dormir.

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