Nuestro autobús llega a Shiraz a las cinco y media de la mañana; bastante antes de lo esperado. Cogemos un taxi y vamos directos al hotel Sasan, que vimos ayer con ayuda de Mehdi en una aplicación tipo Booking que tienen aquí y que, por desgracia, solo está en farsi.
Tras dejar el equipaje y negociar sin éxito un early check in, acabamos por dejar las maletas, cambiarnos de ropa y salir a recorrer la ciudad bien temprano. La verdad es que el hotel está bien, pero el personal deja bastante que desear: tienen un nivel de pasotismo brutal.
Luz y color
Como son las 6:30 pasadas, aprovechamos para ir a la mezquita de Nasir-ol-Molk, o la mezquita rosa, que es famosa por sus vidrieras de colores y el efecto de luz que se produce en ellas a primera hora de la mañana (abre a las 7).
La mezquita es preciosa: sin lugar a dudas, una de las más bonitas que hemos visto. El efecto de la luz entrando por las vidrieras y reflejándose en las paredes y alfombras es espectacular. La pena es que hay un grupo de turistas chinos que no dejan disfrutar con tranquilidad del lugar. Además, es curioso porque van todos de blanco, como si les hubieran avisado de que así quedan mejor las fotos.
Nos quedamos un buen rato haciendo fotos, hasta que se despeja un poco de gente. Hay una pareja de fotógrafos profesionales que están haciendo un timelapse muy chulo, que luego nos envían al móvil. También hay una chica, posiblemente alemana, que va vestida con un chador y lo está dando todo para las fotos. Realmente no acabamos de entender estas cosas, pero bueno.
A la salida de la mezquita nos aborda un taxista y negociamos con él una excursión a Persépolis para después de comer. Es sorprendentemente barato (nos cobra casi la mitad de lo que hemos visto por ahí), pero nos da buen rollo. Hablando con él, confirmamos que no queremos visitar Pasargada porque, además de que nos han comentado que no merece mucho la pena, implica alargar mucho el viaje e crementar bastante el precio.
De mezquitas y bazares
Nuestra siguiente parada es la Holy Shrine del Shah-e-cheragh. El acceso es gratuito pero no libre, te tiene que acompañar un voluntario. En nuestro caso es una mujer. No se permite el acceso con cámaras, así que tenemos que dejar la cámara grande en la entrada, sin embargo sí que nos dejan pasar la pequeña.
La chica nos cuenta algunas cosas sobre la mezquita y también nos indica a qué lugares podemos pasar y a qué lugares no. Como todas las mezquitas aquí, tiene un gran patio central en el que la gente se reúne o se sienta a descansar y varios lugares de culto, con distintas tumbas y sus correspondientes cristalitos adornando el interior.
La siguiente mezquita que visitamos es la de Vaskil. Está dentro del bazar y, sin tener nada especial a nivel de arquitectura o de mosaicos, nos resulta increíble por las proyecciones geométricas que tiene.
Dentro conocemos a una familia de Teherán que viaja con su hijo, empezamos a hablar con ellos. Nos preguntan sobre nuestro viaje y sobre lo que pensamos en Europa de su país y de ellos. Nos explican que están pensando en viajar a Alemania porque la situación se está volviendo insostenible en Irán por las sanciones.
Estamos un buen rato charlando con ellos e intercambiamos los teléfonos con la idea de quedar más tarde con ellos de nuevo. La verdad es que nos resulta muy duro escuchar cómo les preocupa la imagen que proyectan en el exterior, sobre todo porque vemos que son conscientes de que no es buena y eso les entristece. Nos parece algo injusto, desde que hemos llegado aquí solo hemos tratado con gente buena y amable que ha tratado de ayudarnos, con sonrisas por las calles y buenas palabras. ¿Cómo se puede llamar terrorismo a eso? El desconocimiento y la ignorancia pueden ser muy dañinos.
Una comida persa
Nos vamos a comer después de dar una vuelta por el bazar, que hemos aprovechado a visitar rápidamente hoy porque mañana cierran por ser festivo.
Encontrar un sitio para comer aquí es complicado. En la mayoría de los lugares no tienen carta en inglés o, directamente, no nos entienden. Acabamos llegando a un restaurante que parece más una casa particular y en el que, por lo que creemos entender, solo hay un plato. Algo llamado kalam polo shirazi, que vienen a ser como unas albóndigas de carne con arroz. Está rico, aunque realmente toda la comida persa nos está gustando.
Después de la comida vamos a buscar a nuestro conductor, que nos está esperando para llevarnos hasta Persépolis. No habla mucho inglés, pero es muy simpático y rápido nos medio entendemos con él.
Persépolis
Nuestra primera parada es la necrópolis de Naqsh-e Rostam, el lugar donde están enterrados los grandes reyes aqueménidas: Darío I, Jerjes, Artajerjes y Darío II. Son unas impresionantes tumbas excavadas en roca, con varios bajorrelieves en su parte inferior. El lugar es espectacular y, sobre todo, es espectacular estar allí solos. No llega otro grupo de turistas hasta pasado un rato.
El precio de la entrada a Naqsh-e Rostam es de 500.000 riales por persona, igual que el de la entrada a Persépolis.
Frente a las tumbas se encuentra Ka’ba-i-Zartosht, un monumento zoroástrico. Y es que la religión oficial de los aqueménidas era el zoroastrismo, aunque tenían libertad religiosa, esta era la religión que practicaban sus reyes. De hecho, en el extremo del recinto se pueden ver dos pequeños altares de fuego.
Después de la necrópolis ya sí, por fin, vamos a Persépolis. Teníamos muchas, muchísimas ganas de estar en este lugar… y no decepciona. Tenemos que dejar todo en la taquilla de la entrada salvo la cámara y una botella de agua, ya que no se permite acceder con mochilas.
La entrada ya es espectacular. Se accede a través de unas escaleras con 111 escalones que llevan hasta la Puerta de todas las naciones, supuestamente construida en el año 475 a.c. Se dice que en su día la puerta estuvo adornada con metales preciosos pero, obviamente, ya no queda nada de todo aquello. Aún así, es impresionante y te deja sin palabras, no puedo imaginar lo que sentirían los visitantes al llegar a un lugar así antes de que Alejandro Magno lo destruyera. Supongo que se quedarían tan mudos como nosotros.
Persépolis fue la nueva capital del imperio Persa, construida por Darío I en el 521 a.C, sustituyendo a Pasargada, que había sido la capital hasta entonces. Se ha hablado durante mucho tiempo sobre el uso estacional de Persépolis, pero recientemente se ha demostrado que era la capital permanente del Imperio Persa. Estuvo en activo durante unos 200 años y pasaron por allí 7 reyes. En aquella época Persia estaba dividida en 28 territorios, se pueden ver grabados en el interior de la ciudad que representan a personas de esos territorios, todos aparecen llevando presentes a los reyes aqueménidas.
La verdad es que poco podemos decir sobre este lugar, sinceramente lo mejor es estar allí y sentirlo… o, en su defecto, verlo. El atardecer sobre las columnas es espectacular, de esos que te dejan sin palabras.
A la vuelta paramos en la Qur’an Gate, solo a hacer una fotografía. Se dice que los viajeros que pasen bajo esta puerta recibirán la bendición del libro sagrado al comenzar su viaje desde Shiraz. Es un lugar de reunión, donde la gente aprovecha para sentarse a tomar algo o a pasar el rato, algo muy popular en todo el país.
Si te apetece escuchar como vivimos y sentimos Persépolis, puedes hacerlo en nuestro podcast Otoño en Persia.