Hoy nos damos el lujo de no madrugar. Nuestro vuelo sale a las cinco de la tarde, por lo que nos han dicho que estemos en el aeropuerto a las 14:00. Acordamos con el hotel que nos pida un taxi para la 1:30 por 500 rupias -mucho más barato de lo que nos pidieron en el aeropuerto al venir-.
Aprovechamos que estamos al lado para visitar el Jardín de los sueños. Está bonito, pero sin más. No nos parece que merezca especialmente la pena, ni que valga las 200 rupias que vale la entrada.
La entrada a The Garden of Dreams vale 200 rupias
De allí nos vamos paseando tranquilamente hasta la Durbar. Hay otro desfile con tambores y música, mucha gente y animación en las calles.
Visitamos el palacio de la Kumari, la niña diosa de Katmandú. Hay varias Kumaris en Nepal, pero esta es la Real y la más importante. Fue elegida recientemente y tiene sólo tres años. Estas niñas viven aisladas aquí hasta que tienen su primera sangre y, aunque antiguamente no se relacionaban con nadie, hoy en día se les permiten recibir clase y juntarse con niños de su misma casta, gracias a la denuncia que una antigua Kumari hizo en su libro ‘De diosa a mortal’. Realmente debe de ser duro para una niña de doce o trece años, acostumbrada a ser tratada como una diosa viviente, adaptarse al mundo real como si fuera una persona normal.
El palacio de la Kumari se encuentra dentro de la Durbar y el acceso es gratuito.
En el palacio hay mucha gente que nos empiezan a pedir fotos, con la que intercambiamos los teléfonos o emails para enviárselas a nuestra vuelta. Después nos alejamos un poco del centro para ir hacia el río y nos topamos con una especie de desfile pero de camiones y motos. Van con música y mucha gente montada, bailando y haciendo sonar el claxon. Debe ser parte del Diwali. Tenemos que callejear para volver al centro para comer algo. Pedimos un par de platos pero están tan sumamente picantes que no podemos terminarlo. Después, gastamos nuestras últimas rupias en unos tés para llevarnos a casa.
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Llegar hasta el hotel se convierte en una odisea porque las calles están colapsadas por los camiones y la fiesta que hay montada. Nos agobiamos un poco porque creemos que no llegamos al aeropuerto pero al final todo sale bien y llegamos a las 2:10. Para nada porque hasta las 3 no abren la facturación. No entiendo por qué piden que estés con tres horas de antelación si no es necesario.
El techo del mundo
Pedimos asientos en el lado derecho avión para ver el Himalaya. Debe ser algo que hace todo el mundo porque enseguida entienden mis intenciones. Y… acertamos de lleno. Por fin las nubes nos conceden una tregua y podemos disfrutar de unas increíbles vistas de las montañas. El broche perfecto para cerrar la primera parte del viaje y despedirnos de un país que nos ha enamorado totalmente.
Para ver los Himalayas desde el avión hay que pedir asientos al lado derecho cuando se vuela de Katmandú a Delhi y al lado izquierdo cuando el viaje se hace al revés.
Namasté, India
Aterrizamos en India y encontramos mucha cola para la e-visa. Tardamos un montón en pasar. Eso sí, el aeropuerto de Delhi es una pasada. Enorme y muy nuevo.
Nos recoge Mahendra a la salida. Hemos hablado durante tanto tiempo para organizar el viaje que parece que nos conociéramos de siempre. Para mi sorpresa, habla perfecto español. Siempre nos habíamos comunicado en inglés porque al parecer el español escrito no lo domina. Nos comenta que ha tenido que hacer un cambio de hotel a última hora por uno más cercano al aeropuerto debido a que los de la compañía aérea le han escrito diciendo que tenemos que estar cuatro horas antes en el aeropuerto por la saturación que están sufriendo estos días. El nuevo hotel se llama City Park y, aunque no hemos visto el otro para comparar, este nos parece una pasada. Sobre todo viniendo de Nepal, donde los alojamientos han sido de todo menos lujosos.
Nos vamos a dormir nada más llegar porque el madrugón de mañana va a ser importante.