Entre himbas y guepardos (6)
Entre himbas y guepardos (6)

Entre himbas y guepardos (6)

Hoy tenemos bastante carretera por delante y queremos volver a salir temprano. De hecho, el despertador suena a las 6 pero, no sabemos muy bien como, entre recoger las tiendas, cambiarnos, lavarnos y desayunar, nos dan las 8 de la mañana. Debe ser que nos hemos levantado leeentos. Eso, y también que hemos estado un buen rato haciendo fotos de la luna, está espectacular entre las piedras.

Kamanjab

Salimos hacia Kamanjab. Nuevamente pista de grava, aunque parece que en buen estado. Al llegar a Uis cogemos un tramo que está asfaltado. En general las carreteras no están tan mal como esperábamos. Hay tramos con más baches y en peor estado, pero se podía decir que el 70% se pueden hacer perfectamente a 70-80km por hora.

Por el camino vemos varios puestecitos de artesanía donde hay himbas y mujeres herero vestidas con unos vestidos de colores, bailando como para llamar nuestra atención y que nos paremos, imagino. No lo hacemos, seguimos hasta una gasolinera dónde aprovechamos para repostar y comprar algo de pan.

 

Los himba son un pueblo seminómada, criadores de ganado, que están estrechamente ligados con los herero, con quienes comparten sus orígenes, así como el idioma otjiherero.

Cómo volvemos a tener cobertura, llamamos a la gente de Namibia Reservations. Nos dicen que no nos preocupemos, que hoy solucionan lo de Etosha. En la NWR nos dicen que nuestra reserva está cancelada por impago y que el camping está lleno. Pasada una hora, nos llega un email diciendo que el problema está resuelto. Llamamos a la NWR y, efectivamente, nos confirman que todo está correcto con nuestra reserva y que podremos dormir dentro del parque. Respiramos aliviados… uff!

Sonrientes con nuestra confirmación, llegamos a Kamanjab. Esta es una de las ciudades más grandes de la zona, aunque no tiene nada que ver con las que habíamos visto hasta ahora: no se ve ninguna construcción de estilo occidental y el ritmo que se percive en la ciudad es totalmente africano. Hay un supermercado bastante abastecido dónde aprovechamos para hacer compra. En la puerta hay varias mujeres himbas pidiendo dinero a cambio de fotos. Básicamente viven de esto y de cobrar a los turistas por visitar los poblados que hay en la zona. No somos muy amigos de pagar por hacer fotos, pero acabamos cediendo. Lo que pide nos parece razonable (20NAD).

Con el objeto de protegerse del intenso sol, las mujeres himba untan su cuerpo con una sustancia hecha mezclando ocre, manteca y hierbas, la cual les da a su piel un característico color rojizo.

Tras la compra, comemos en una gasolinera que hay al lado, unos sándwiches calientes y después salimos hacia la granja donde dormiremos. Por el camino vemos un poblado himba, pero lo que nos piden (350NAD) por la visita nos parece excesivo. Además, aunque tenemos ganas de ver como es, hemos leido que es una auténtica turistada, y eso le quita bastante la gracia.

Otjitotongwe

Llegamos a la «granja de guepardos» de Otjitotongwe. Nos asignan una parcela cerca de los baños, con manguera, barbacoa y punto de luz. Está bastante bien el sitio. Aprovechamos que es pronto para hacer algo de colada y darnos un baño rápido de la piscina.

A las 4:15 nos recogen para empezar el tour. Y aquí viene la decepción. No sé si por falta de preparación o de entendimiento, este sitio no es lo que pensábamos que era. Veníamos con la idea de que era un centro de recuperación de guepardos que habían sido víctimas de los cazadores furtivos, pero nada más lejos de la realidad. El propietario es un antiguo cazador furtivo que hace 25 años decidió dejar de cazar. Capturó a una hembra de guepardo que había atacado a su ganado y que estaba embarazada, y se quedó con sus crías. Ahora los tiene como mascotas, completamente domesticados. Durante la visita se pasea a su lado y se los puede incluso tocar, como si fueran gatos. El único momento en el que parecen los animales salvajes que son es a la hora de comer: cuando observan la carne de antílope se tiran hacia ella olvidandose de cualquier otra cosa.

No nos parece justo de tener a un animal salvaje como mascota, aunque imaginamos que las opciones de estos guepardos sin su madre tampoco eran mucho mejores. Le preguntamos al propietario si esto es legal en Namibia, pero no llega a responder. Lo que si es cierto, dejando la parte ética a un lado, es que increíble verlos tan de cerca y poder tocarlos. Es increible ver como se acercan, como observan todo y como se preparan para saltar o correr cuando oyen algún sonido que les llama la atención. No sabemos muy bien como, pero se percibe la potencia que tienen en cada uno de sus movimiento.

Después de estar con ellos un buen rato, nos llevan en un remolque de un 4×4 a una zona externa a la granja, vallada de manera independiente. Hay como 10-12 guepardos a los que van persiguiendo el coche (que está completamente abierto) hasta que nuestro conductor para, les echa varios trozos de carne y ya se van corriendo a comérsela. Aparte de una una temeridad -estos son animales salvajes y podrían saltar perfectamente a la camioneta en un momento dado – es realmente una pena: los ha ido acostumbrando a que les alimenten los humanos hasta que han dejado de cazar, quitandoles así la oportunidad de regresar a la naturaleza y buscar alimento por su cuenta. Se lo decimos al hombre y se justifica diciendo que los alimenta para que no se vayan y él pueda tener algo que ofrecer a los turistas.

Finalizando el tour, llegamos a otra zona aparte en la que tiene a otros guepardos, estos bastante más salvajes que los anteriores. A estos también alimenta, pero en este caso desde el otro lado de la valla. Parece que los va acostumbrando por fases y que su objetivo final e tener una granja inmensa de guepardos mascota 🙁

Nos parece terrible todo esto. Tener a 20-30 guepardos secuestrados, alimentándoles para domesticarlos poco a poco… la verdad es que nos sentimos fatal por haber contribuído a esto. Es cierto que ver a los guepardos tan de cerca es increíble, pero no a este precio. Este sitio no debería existir. Culpa nuestra por haber venido sin enterarnos debidamente de en qué consistía exactamente este lugar. Era nuestra responsabilidad y nos arrepentimos de haber venido.

Decepcionados y asqueados, nos vamos a dormir. Menos mal que la noche vuelve a estar repleta de estrellas y nos quita un poco el mar sabor de boca.

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