Oporto
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Motivado principalmente por el auge del turismo en la ciudad, Oporto ha cambiado muchísimo en los últimos años: Las fachadas se han renovado, la delincuencia ha disminuido y la ciudad es ahora mucho más atractiva. Nosotros, que hemos estado antes de todo esto, damos fe de ello. Ahora mismo Oporto es una ciudad preciosa que bien merece una visita. Además, es una ciudad pequeña y manejable, por lo que es sencillo recorrerla en un fin de semana. Incluso, tal vez, en un día bien aprovechado.

Nosotros aterrizamos el sábado por la mañana y, directamente, cogemos el metro hasta Trinidade, una de las estaciones más céntricas de la ciudad. Nos vamos caminando hasta la Avenida de los Aliados, donde nos encontramos con un Free Tour que empieza justo en ese momento. No lo teníamos previsto, pero nos convence el número de participantes y el guía, así que nos quedamos.

El tour comienza en la propia Avenida de los Aliados con una introducción general y de ahí nos movemos a la estación de Sao Bento, con sus preciosas baldosas contando la historia de Portugal (España no sale muy bien parada, os avisamos). De ahí subimos hacia la Iglesia de San Ildefonso (una de las bonitas iglesias con baldosas azules y blancas en el exterior, como otras tantas de la ciudad) y seguimos, pasando por el Teatro Nacional, hasta el comienzo del puente de Luis I: este es el icono de Oporto, alrededor del cual se organiza la vida de la ciudad (o de las dos ciudades, porque realmente une Oporto con Vila Nova de Gaia, la ciudad de enfrente). Como curiosidad, este puente fue diseñado por un discípulo de Eiffel llamado Téophile Seyrig, que vivió (Eiffel) un tiempo en la ciudad y que, de hecho, tiene otro punto en ella… aunque no tan popular.  Se llama puente María Pía y, en realidad, se parece bastante al de Luis I, solo que le falta la pasarela inferior. Se dice que el diseño de Seyrig triunfó precisamente por eso: permitía cruzar tanto por arriba como por abajo el punto, lo cual es muy ventajoso en una ciudad con tantas cuestas.

En vez de cruzarlo, lo dejamos de lado y ponemos rumbo a la catedral del siglo XII que domina la ciudad, Sé de Oporto. De ahí, tomamos las pequeñas callejuelas y escaleras que conforman el antiguo barrio de pescadores (Rua da Pena y Largo da Pena Ventosa) para bajar a la ribera del río, con su sensación de vida y felicidad por todos lados, con su música, sus terrazas y el puente vigilándolo todo.

Aquí termina el tour y, aunque no nos ha contado mucho ni hemos visto demasiado (Oporto tiene el tamaño y la historia que tiene), si que nos hemos quedado contentos, con la sensación de haber escuchado detalles y anécdotas que difícilmente hubiéramos descubierto de otra forma.

Nos vamos a buscar un lugar donde comer y, tras dar algunas vueltas, acabamos en Lado B Café, donde dicen que tienen unas de las mejores francesinhas de la ciudad. Y, la verdad es que están muy ricas. Desde luego son un plato imprescindible en Oporto, eso sí, con una ingente calidad de calorías: jamón cocido, carne, huevo, pan y una salsa bien contundente. No apto para todos los estómagos. Con la tripa bien llena, y aprovechando que estamos al lado de la Rua de Santa Catarina (la calle comercial por excelencia de Oporto), nos damos un paseo por esta zona peatonal, antes de ir a dejar la mochila al apartamento y aprovechar para hacer una parada técnica.

Cuando salimos, nos encaminamos hacia la zona opuesta de Oporto: caminamos por la Rua das Flores (otra calle peatonal encantadora) hasta la Iglesia de los Clérigos y su imponente torre, que destaca en el perfil de la ciudad desde cualquier punto que se mire.

Estamos cerca de la librería Lello y decidimos pasarnos a ver si hay suerte, pero no: una cola de varios cientos de metros sale de su entrada, con que lo dejamos para otro momento y nos encaminamos hacia el miradouro da Victoria (que, aunque está bastante desastroso, tiene unas vistas preciosas) y luego bajamos hasta el Palacio de la Bolsa: llegamos justo cuando está empezando la última visita, así que compramos la entrada para el día siguiente (lo recordamos precioso de otras visitas y no nos lo queremos perder) y seguimos andando hacia la Ribera para cruzar el puente, disfrutar de la vista y buscar un buen sitio para ver la puesta de sol.

Fiel -el guía de esta mañana- nos ha recomendado el Jardim do Morro y el miradouro da Serra do Pilar... y no se ha equivocado: ambos están llenos de gente, tomando una cerveza (o una copa de vino de Oporto) y disfrutando de los últimos rayos de sol sobre el Duero.

Cuando ya ha anochecido empieza a hacer fresco, así que regresamos al apartamento. Hemos comprado pan y un queso da serra, muy popular por aquí. Los sitios cierran pronto estos días, por causa de la Covid-19, así que nuestra idea es cenar en el apartamento y luego buscar algún sitio donde tomar el postre… pero, cuando queremos darnos cuenta, todo cerrado, así que acabamos cogiendo un helado en el McDonald’s de Aliados. Es cierto que puede sonar patético, si no fuera porque este McDonald’s está considerado como uno de los más bonitos del mundo… y no, no es que la cadena se haya vuelto loca: es que está en el antiguo local del Café Imperial, una cafetería Art Decó con una vidriera preciosa que aún se conserva (por suerte).

A la mañana siguiente, después de tomar un café y de comprar unos pasteles de nata en la Fábrica de Nata, nos vamos a la Librería Lello. Es una de las librerías más bonitas del mundo, y también de las más visitadas. Tanto que, aunque llegamos media hora de su apertura, ya hay bastante gente esperando. Esto es, en parte porque corría el rumor de que había inspirado a la escritora J.K.Rowling, autora de la saga de Harry Potter, pero ella misma se encargó de desmentir esta afirmación recientemente. A nosotros nos toca esperar una hora y, por supuesto, pagar una entrada de 5€.  Los que llegan un poco más tarde no tienen tanta suerte, no tardan en anunciar que el tiempo de espera es de 2-3 horas, que parece lo típico (lo que nos encontramos ayer por la tarde).  Hay posibilidad, eso sí, de comprar un fast track por unos 17€ que incluye, además del acceso sin esperas a la librería, un libro. Y encima lo puedes comprar en el momento.

La librería no es muy grande pero es una pasada (aunque, más tarde, en el Palacio de la Bolsa, descubriremos que tiene truco: no todo es madera, gran parte es escayola pintada como si fuera madera). Estamos embobados, haciendo infinitas fotos y al final nos marchamos más por vergüenza que porque tengamos ganas de irnos.

Después de la librería recorremos la zona, de la Iglesia del Carmen y aprovechamos para probar los eclairs de Leitaria da quinta do Paco, que son bastante conocidos. Están ricos, aunque seguimos prefiriendo los pasteles de nata.

Nuestra siguiente parada es el Palacio de la Bolsa, que la entrada que compramos ayer tiene hora. Cada entrada cuesta 10€ y, aunque parece algo desproporcionado, la verdad es que solo la sala árabe merece la pena. Además, nos dejan solos allí un rato y disfrutamos de lo lindo haciendo fotos.

Tantas fotos hemos hecho que, sin saber muy bien cómo, se nos ha hecho la hora de comer. Nos vamos a comer a Gaia, a un restaurante llamado Bacalhoeiro desde donde disfrutamos de un delicioso bacalao a la brás y otro a las natas con unas preciosas vistas de Oporto. Tras la comida, volvemos a subir a la parte alta de puente Luis I, para hacer unas últimas fotos y regresar a Oporto. Damos una pequeña vuelta por la ciudad y pasamos por Santini, ya que no puede faltar en una visita a Portugal un rico helado de este lugar. Finalmente, vamos hasta el metro de Trindade para regresar al aeropuerto.

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