Diario de Namibia y Botswana (5): Cape Cross y Spitzkoppe.
Diario de Namibia y Botswana (5): Cape Cross y Spitzkoppe.

Diario de Namibia y Botswana (5): Cape Cross y Spitzkoppe.

 

Salimos a las 7 de la mañana hacia nuestro siguiente destino: Cape Cross. La carretera está asfaltada y el trayecto es de aproximadamente una hora y media. Casi no nos creemos este lujo de carretera.  Además, es una carretera con souvenirs incluidos: en los laterales de la carretera vemos que hay puestecillos con rocas de sal rosada a la venta. Coges la que quieras e introduces el dinero en una hucha que tienen. Es un sistema bastante interesante. Nosotros, por supuesto, cogemos una pieza 🙂

[booking_product_helper shortname=”swap”]

Al llegar, vemos que hace bastante frío y llueve muy ligeramente, así que antes de bajar del coche nos abrigamos y nos ponemos los chubasqueros.

Indice

Cape Cross

Tras pagar la entrada, conducimos de nuevo hasta el cabo. El lugar es alucinante. Esta lleno de leones marinos. Hay muchíiiiiiiisimos: adultos y crías, tumbados tranquilamente o pescando en el mar. Huelen fatal, pero son una pasada. Nos quedamos un buen rato viéndolos. Hay que tener un poco de respeto y tratar de no acercarse demasiado, porque se asustan y salen corriendo. (Hay gente que pasa totalmente y los pobres animales salen en estampida de vez en cuando. Nunca entenderemos cómo la gente puede ser tan irrespetuosa con la naturaleza 🙁 ).

Cape Cross fue descubierto en 1486 por el navegante portugués Diogo Cão y fue el punto más meridional jamás alcanzado por los europeos en África. Durante los siguientes 400 años muchos barcos naufragaron en estas costas. En 1884, se informó del primer avistamiento de lobos marinos del Cabo.

La de Cape Cross es una de las mayores reservas de leones marinos del mundo. La colonia es enorme y en diciembre, en la época de reproducción, puede contar con unos 100.000 miembros. En Namibia hay 15 colonias similares a esta, con unos 6’5 millones de leones marinos en total… así que se puede decir que en Namibia, con sus 2 millones de habitantes, ¡hay más leones marinos que seres humanos!

Spitzkoppe

Regresamos al coche para ir hasta Spitzkoppe. El primer tramo de la carretera es asfaltado pero después regresamos a las pistas de tierra, aunque esta no está muy mal: es muy ancha y está en un terreno muy llano, por lo que se puede circular perfectamente a 60-80km.

La zona de Spitzkoppe está repleta de enormes rocas de granito muy altas, de hasta 700 metros de altura. Son bastante impresionantes. Por aquí también vemos otro tipo una especie de cabañas hechas de chapa ubicadas en los laterales de las carreteras y en las que venden artesanía o minerales de la zona. Los niños salen corriendo a vendernos cosas (al parecer esta semana tienen vacaciones escolares). Son los damara, y es que resulta que estamos en su tierra: Damaraland. Los damara son una incógnita para los antropólogos porque comparten lengua con los san y los nama, pero no están relacionados con ellos. Eran agricultores y ganaderos hasta que los herero desde el norte y los san desde el sur los desplazaron a las tierras que hoy ocupan, tierras pobres y de lluvias irregulares, que los obligaron a renunciar a la agricultura. 

El granito de Spitzkoppe tiene más de 700 millones de años de antigüedad y el pico más alto alcanza los 1784 msnm.

Un hotel de un millón de estrellas

Este camping es bastante austero. Tiene duchas de agua caliente descubiertas en la entrada y unos baños, pero en las parcelas, que están a varios kilómetros de la entrada, solo hay un baño seco y una barbacoa. No hay tomas de luz ni de agua. Tampoco te asignan parcela: al llegar buscas una zona y te instalas. Nosotros queremos la 10 o la 11, que son las que tienen vistas al atardecer, pero están ocupadas, así que acabamos en la 9 que tampoco está muy retirada. Montamos la mesa y las sillas y preparamos una fabada de lata que traemos desde España con nuestro hornillo. Nos sabe a gloria y más aun teniendo en cuenta que las latas de comida preparada que venden aquí son terribles (menos mal que guardamos un hueco en la maleta para traer algunas desde casa).

Después de comer nos vamos al pueblecito que hay a la entrada para comprar una recarga para nuestra SIM: Llevamos todo el día detrás de la gente de Namibia Reservations para ver si nos solucionan el tema de Etosha, pero están pasando bastante. Hemos llamado a Etosha y nos han dicho que no han recibido ninguna llamada suya. Menuda panda de impresentables. La verdad es que nos trae de cabeza el tema porque si perdemos la reserva, no vamos a poder dormir dentro del parque y eso va a suponer un grave problema para nuestra ruta :(.

En el pueblo buscamos alguna tienda para comprar agua, pero solo encontramos un bar donde compramos unas cervezas para la cena. Luego regresamos al camping y vamos a ver el arco, que es una piedra impresionante y el principal reclamo de este lugar, junto con sus pinturas rupestres dejadas por los bosquimanos hace miles de años. Llegar al arco se complica un poco porque el camino más evidente resulta ser bastante complejo (hay que escalar por la piedra) y nos toca dar un par de vueltas hasta que encontramos un camino en la parte trasera que está medio oculto y por el que llegamos a una parte menos empinada y por la que resulta más sencillo subir.  

Nos vamos a duchar antes de que anochezca, ya que el agua caliente funciona por energía solar. Aunque no esté ardiendo, la temperatura no está mal. Además, las duchas están bastante chulas porque se ve el paisaje mientras te duchas. Tampoco tenemos mucho tiempo, asi que nos damos prisa y nos movemos para ver el atardecer desde lo alto de unas rocas: es precioso ver como se tiñe todo de rojo. Las piedras, la sabana que se extiende hasta el horizonte… nos quedamos embobados.

Cuando el ultimo resquicio de luz se ha ido volvemos a nuestra parcela y montamos las tiendas y preparamos la cena a oscuras ya. Esta noche toca ensalada, que ya apetecía: es curioso lo complicado que resulta encontrar fruta y verdura aquí. Hay poca oferta y no es precisamente barata cuando se encuentra. Cenamos y nos quedamos un buen rato viendo las estrellas y haciendo fotos. Nos ha parecido ver un animal a lo lejos, pero no estamos seguros de qué animal era. Por si acaso, de vez en cuando hacemos una barrida con las linternas.

Este es, posiblemente, el peor camping a nivel de instalaciones en el que hemos estado hasta la fecha y, sin embargo, tenemos la sensación de que es el mejor. Rodeados de montañas, de silencio, de naturaleza… y cubiertos por más de un millón de estrellas, ¿se puede pedir más? 🙂