Sobrevolando el Delta del Okavango (19, 20)
Sobrevolando el Delta del Okavango (19, 20)

Sobrevolando el Delta del Okavango (19, 20)

 

Empezamos el día con muchas ganas porque hoy tenemos una de las actividades más esperadas del viaje: sobrevolaremos en avioneta el Delta del Okavango.

Desde las alturas

El vuelo lo reservamos desde España, después de comparar todas las compañías que operaban en la zona y, aunque tuvimos un pequeño percance porque no pudimos confirmarlo con la antelación que requerían -en Moremi no había cobertura para hacerlo- hemos conseguido salvar la situación.

Eso sí, si bien nos citan a las 7:30 en la oficina de la compañía Major Blue Air, no cruzamos hacia el aeropuerto hasta casi una hora más tarde. Ritmo africano.

Nuestra piloto es una mujer, algo que me sorprende gratamente. En Botswana hemos visto a varias mujeres ocupando puestos que en otros países sería impensable que ocuparan mujeres, como puede ser en la policía o como en este caso, pilotos. Al parecer, el país está apostando muy fuerte por aplicar políticas de igualdad de género y desarrollo y pretende erradicar la violencia de género antes de 2020. Bien por ellos, espero que lo consigan.

Nos montamos en nuestra pequeña avioneta y comenzamos a volar. No muy alto, para que podamos ver a los animales que se desplazan por miles bajo nosotros. Ahora somos capaces de hacernos una idea de la inmensidad de este lugar. Hay miles de hectáreas en las que no existe la actividad humana, en las que los animales se mueven a sus anchas. Vemos manadas inmensas de elefantes bañándose en un pequeño lago, búfalos, jirafas, cebras… es alucinante verlo todo desde las alturas, como si fuera una maqueta. Son 45 minutos pero pasan como si fueran 10.

La barbacoa

Cuando salimos del aeropuerto, nos acercamos a la Mokoro Community Trust que está justo en frente para preguntar por el precio de los mokoros. Es mucho más económico que en el resto de agencias de la zona, aquí nos piden 650 pulas por los 4, que es prácticamente lo que nos pedían en otras agencias por una persona . El problema es que el río está bastante seco en la parte de Maun, por lo que tendríamos que meternos en la zona de Moremi para poder hacer el paseo… y no nos da tiempo, así que con mucha pena tenemos que renunciar a realizar la actividad.

Están teniendo un verdadero problema tanto en Namibia como en Botswana con el tema de la sequía este año, la época de lluvias ha sido muy floja y los ríos están prácticamente secos. Esto en un país con tantos animales es un verdadero drama, de hecho al poco de volver leímos en las noticias que Namibia estaba vendiendo bastantes animales para tratar de salvar así al resto. Una pena.

Hacemos algo de compra en el Spar y aprovechamos para coger carne para hacer la que será nuestra primera barbacoa. Hoy vamos a llegar al camping con algo más de tiempo y queremos aprovechar, que tenemos clavada la espinita. No sé si lo hemos comentado pero aquí es muy habitual hacer barbacoas por las noches, en todos los campings ves a la gente con su fuego montado y unas salchichas o unas chuletas haciéndose. A nosotros nos parece poco práctico porque requiere mucho tiempo y, como ya habrás podido leer, no es precisamente algo de lo que hayamos ido sobrados estos días. Con nuestra carne para la barbacoa, el depósito lleno y mucha pena por no haber podido coger el mokoro, nos ponemos en marcha.

Cuando llevamos un par de horas de camino nos paran en uno de los famosos controles de Foot and Mouth disease. Pensamos que va a ser como los anteriores (mojarnos un poco los pies y ya) pero… no. Esta vez nos hacen abrir el maletero y la nevera. Pensamos que no va a haber problema porque la carne va envasada al vacío y es del Spar, pero nada, nos dicen que nos la tienen que confiscar.   Ya es mala suerte que justo nos hagan abrir el frigorífico la única vez que llevamos carne dentro, ¡ni que tuvieran cámaras en el Spar!

Un poco mosqueados por habernos quedado sin la carne seguimos nuestro camino. Unos 40 km más tarde nos encontramos con otro control. Nos dice que tenemos que sacar el calzado que llevamos, incluso las chanclas del equipaje. Le decimos que acabamos de pasar ya un control y que nos han quitado la carne que llevábamos. El tipo nos pregunta que por qué no la hemos cocinado… y es que, al parecer, si la cocinas puedes pasarla. Lo bueno es que con esto parece olvidarse de los zapatos y pasamos sin problema.

Segundo intento de barbacoa

Cuando llegamos a Ghanzi volvemos a visitar el Spar para reponer la carne robada. La verdad es que aquí hay mucha cultura carnívora, pero tampoco es que tengan una cantidad o calidad pasmosa. En general, en el aspecto gastronómico, no es que me haya entusiasmado este país.

Con la carne y la leña ya compradas, de nuevo, llegamos al camping Dqae Qare, que es propiedad de una tribu san -bosquimanos-, algo muy curioso. El sitio está bastante bien, los baños son nuevos (tan nuevos que aún los están pintando) y estamos  prácticamente solos, así que muy bien todo.  Además hay piscina, aunque con el agua helada, como todas las piscinas de aquí. Preparamos nuestra ansiada barbacoa, que la verdad es que no está muy allá porque, como he comentado antes, la carne no es que sea para tirar cohetes… pero bueno, la verdad es que estar alrededor del fuego charlando tranquilamente con una cerveza fría es una sensación que hace que se te olvide un poco que la carne se ha quedado algo dura.

Volvemos a Namibia

A las 8 de la mañana salimos rumbo a Windhoek. Cruzamos la frontera sin problemas y bastante rápido, lo más reseñable que es un par de kilómetros antes de llegar nos encontramos con un control de velocidad oculto tras un árbol. Básicamente es un agente de policía con un radar móvil. Por suerte, nos avisa un coche que viene de frente y reducimos la velocidad, aunque creo que tampoco la estábamos superando.

Llegamos a Windhoek a mediodía y vamos directos al apartamento a dejar el equipaje. La verdad es que está genial el sitio y la propietaria es súper maja. Es curioso porque es una mujer rubia de ojos azules que, según nos dice, es de Namibia… y sus padres y abuelos también. Sus antepasados eran holandeses, pero llegaron para quedarse. Se calcula que un 6% de la población del país es de raza blanca.

Ni un día sin su minicrisis

Vamos a devolver el coche, pero antes paramos a llenar el depósito de gasolina porque, según nos dijeron el primer día, la política del alquiler es Full-Full. Tenemos guardado el ticket de la gasolina que echamos el primer día en el segundo tanque para que nos paguen la diferencia, y con eso pensamos pagar el apartamento.

Cuando llegamos nos llevamos varias sorpresas, alguna muy esperada. Las primeras, las que ya sabíamos, es que nos toca pagar la penalización por haber rayado los laterales del vehículo y por devolverlo sin lavar. Me parece un poco estafa que te cobren por eso, porque si tienes un seguro a todo riesgo no entiendo que no incluya esto… sobre todo cuando es absolutamente imposible no rayar los laterales del coche.

La segunda, esta no la esperábamos, es que no nos pagan la diferencia de la gasolina. Estamos hablando de casi 80 euros al cambio. Nos dice que ella no nos dijo eso, que lo que nos dijo fue que llenásemos el tanque y usáramos esa referencia para después devolver el coche lleno hasta ese mismo punto… que ya me dirás tú cómo narices podríamos haber calculado eso, sobre todo en un tanque que no tiene indicador de capacidad alguno. Discutimos un rato con ellos, pero nada, no se bajan de la burra. Finalmente conseguimos que no nos cobren la penalización por rayar uno de los laterales, que son unos 15€ al cambio. Nos vamos bastante mosqueados pero no discutimos mucho más porque no nos van a hacer caso y porque mañana nos tienen que llevar al aeropuerto, que es un servicio que ya tenemos pagado… pero, obviamente, no los recomendamos en absoluto.

La última cena

Después de descansar un rato y ducharnos, salimos a cenar. A unos 10 minutos andando del apartamento está el famoso Joe’s Beerhouse, un restaurante muy famoso de la ciudad donde dicen que sirven una carne excelente. El sitio es una chulada, está precioso y muy concurrido, pero tenemos reserva previa.

Probamos la carne de oryx, el springbook, la cebra, el kudu y el cocodrilo. Personalmente, el cocodrilo es lo mejor de todo, está muy rico, a mí me recuerda un poco al emperador. El resto de carnes están buenas, pero el sabor es menos exótico. No deja de ser carne de caza, no creo que pudiera distinguirla de cualquier otra.  De postre probamos el Malva pudding, que es una receta típica de Sudáfrica y que está increíblemente delicioso.

Despedida y cierre

A la mañana siguiente nos levantamos para esperar el taxi que nos llevará al aeropuerto. Como llega con bastante retraso, empezamos a temer que nos hayan dejado colgados por la polémica de ayer. La dueña del apartamento se ofrece a llevarnos en su coche si no aparecen, la verdad es que es encantadora. Por suerte, no es necesario porque finalmente aparece nuestro taxi.

Volvemos a casa. Normalmente este suele ser un momento difícil en un viaje, pero esta vez no. Tenemos ganas de volver, de dejar de tener que resolver problemas a diario, de recuperar la tranquilidad. África ha sido complicada, siempre lo es. Lo que pueda salir mal aquí, saldrá mal. Nada irá nunca como esperas. Estarás constantemente a prueba. Este país te desafiará, te pondrá al límite. Y, aún sintiéndolo así, sabemos que no nos ha pasado nada grave. Ha sido, eso sí, un cúmulo de minicrisis diarias. Gotitas que a poquito iban llenando nuestro vaso. Estamos saturados de problemas, de contratiempos, de dificultades. En unos días echaremos la vista atrás y recordaremos este viaje con una sonrisa. Echaremos de menos nuestra tienda de campaña porque ya no recordaremos cómo nos llenábamos de polvo al hacerlo, echaremos de menos el ducharnos frente a una manada de elefantes porque ya habremos olvidado que el agua estaba fría, echaremos de menos el conducir viendo pasar por nuestro lado a un oryx o a una jirafa porque ya se habrá pasado aquella tensión de no saber si lograríamos salir de ese banco de arena… echaremos de menos la libertad, la emoción, la belleza de un paisaje indomable y salvaje que siempre ocupará un hueco en nuestros corazones. No ha sido un viaje fácil, África nunca lo es… pero siempre merece la pena.