Al día siguiente nos despertamos (o despertaron) muy temprano. Salimos dispuestos a cruzar el Tioga pass, un poco decepcionados por no haber visto ningún oso. El Tioga Pass sólo está abierto en los meses de verano, durante el invierno cierran por las nevadas. Esto significa que para cruzar Yosemite toca darse la vuelta por fuera del Parque, es decir, tardar muchísimo más y perderse las maravillosas vistas del Tioga.
Tioga Pass es increíble y altamente recomendable. Es una carretera de montaña con vistas espectaculares en la que iréis parando cada dos por tres. Mejor ir con tiempo para poder disfrutarla con tranquilidad. Perdí la cuenta de las veces que paramos para hacer fotos, sobre todo en los lagos, que son preciosos.
Llegamos a Bodie a la hora de comer. Nos preparamos unos bagels (a esas alturas del viaje aún no los habíamos aborrecido) y tras pagar los 7$ por cabeza que cuesta la visita, entramos al pueblo minero fantasma de Bodie. Merece mucho la pena ir hasta allí, aunque supone un desvío importante. El pueblo es increíble y está muy bien conservado, además no tiene apenas signos de su explotación turística, lo que le hace aún más auténtico. La carretera que lleva hasta allí, eso sí, está sin asfaltar y es un poco difícil para según que coches.
Tras Bodie, salimos hacia Mammoth Lakes, donde nos alojábamos. La triunfada del viaje fue este pequeño hotel, formado por pequeñas cabañas, que cogi casi al tuntún y que resultó ser espectacular. Tuvimos toda la tarde-noche el uso y disfrute del jacuzzi para nosotros solos y, además, pudimos hacer la colada. Un diez para Edelweiss Lodge, que asi se llamaba. Os lo recomiendo totalmente. Nos costó 124$ con las tasas, la cabaña para 4 personas (ojo porque la cancelación no es gratuita, tiene un coste de 30€).