Llegamos a las Bardenas como si aterrizáramos en otro planeta. De repente, el paisaje a cambiado. El desierto se ha apoderado del horizonte y, hasta donde nos alcanza la vista, todo se tiñe del rojizo color de la arenisca. No podemos ni comprender lo que ha pasado por esta tierra para que ahora sea la que vemos. Los miles de años de erosión que han dado forma a las rocas que ahora parecen dibujar formas imposibles. No podríamos haber imaginado jamás un paisaje como el que la naturaleza construyó para nosotros.
Podríamos estar en Marte, quizás. O en cualquier otro planeta desconocido. Aquí uno no se siente en el mundo. Se siente lejos, en territorio prohibido. Un lugar inesperado, insólito, extraño. Un suelo que se pisa con cautela, casi con respeto. Como si estuviéramos disfrutando de un espectáculo privado al que no hemos sido invitados.
Los sedimentos juegan con nuestra vista. Dibujan líneas de colores en la tierra. Parece que el arcoiris se hubiera quedado atrapado en la roca. Rojos, naranjas, violetas, amarillos, grises… construyendo a escalones las formas más complejas.
Cuando al atardecer regresamos a la carretera y, poco a poco, el paisaje vuelve a ser el que conocíamos, aún nos cuesta creer que no hayamos atravesado la atmósfera.
Datos prácticos
Para acceder al parque, lo mejor es hacerlo por Arguedas. La zona más famosa es la conocida como la Blanca baja, y se pueden realizar dos recorridos: uno más corto -de 45 minutos de duración- o el completo, que rodea el campo de tiro del ejército, y que lleva una hora y cuarto aproximadamente (34 kilómetros). En este recorrido podrás ver Castildetierra, también conocido como ‘la chimenea de las hadas‘ y uno de los iconos del parque. Nuestro consejo es que empieces por el Centro de Información, donde te facilitarán un plano y las indicaciones necesarias para recorrer la zona. El sendero es de tierra y la velocidad máxima de circulación es de 40 km por hora.
Si quieres más información, consulta este enlace.