Bandipur (4)
Bandipur (4)

Bandipur (4)

Nos levantamos para coger el autobús, que sale a las 7 de la mañana. Es un poco complicado porque hay muchísimos autobuses a lo largo de la calle y cuesta localizarlo. Además es un jaleo porque todos te indican y muchos no tienen ni idea. De hecho nos volvemos locos porque nos mandan en dirección contraria. Los nepalíes tienen cierto afán por ayudarte, aunque no tengan ni idea de lo que están haciendo. Finalmente encontramos nuestro autobús. Nos sientan en la parte de atrás, aunque protestamos. No entendemos muy bien por qué nos coloca como le viene en gana, aunque hayamos llegado de los primeros, pero bueno.  El autobús es muy curioso porque, además de aire, tiene ventiladores pequeños. Imagino que para cuando se estropee el aire.

La salida de Katmandú es horrible. Ya no solo por el tráfico, sino porque el estado de la carretera es malísimo. Llena de baches y a trozos sin asfaltar. Tardamos un montón en salir, creo que circulamos a unos 40 km por hora. El trayecto es muy largo, sobre todo teniendo en cuenta los kilómetros que son. Hacemos dos paradas de unos 20 minutos. Eso sí, las vistas son muy bonitas.

Bandipur

Sospechamos que hemos llegado a Dumre pero el autobús no se detiene. Vamos a hablar con el conductor y nos dice que sí, que estamos ya en Dumre. Nos para en medio de la nada, ya pasado el pueblo.

Eso nos supone un problema porque aquí no hay autobuses ni nadie que parezca entendernos. Estamos un rato dando vueltas y, cuando parece que estamos condenados a subir a pie hasta Bandipur, aparece un taxi cargado de pasajeros que dice que nos recoge a la vuelta y nos lleva. Negociamos con él 500 rupias por el trayecto, que nos parece un robo, pero tampoco tenemos muchas opciones. Es eso o cargar la mochila 15 km por la montaña.

Llegamos a Bandipur y nos ponemos a buscar hostal. Vemos dos o tres y nos quedamos en el primero que nos parece medio aceptable, Namasté Guest House por 600 rupias y con baño privado. Es bastante cutre, pero la WiFi funciona correctamente y hay agua caliente. De hecho, es el agua más caliente que conseguiremos en Nepal.

Salimos a comer al restaurante de al lado. Tiene una terraza con unas vistas espectaculares y buenos precios. Se llama Old House Café y la comida resulta estar muy buena. Pedimos unos momos, plato que ya no faltará en ninguna de nuestras comidas y cenas. Nos encantan.

Bandipur es mucho más tranquilo que Katmandú. Se agradece nos escuchar el claxon de los vehículos constantemente y no tener que caminar con miedo a ser atropellado. De hecho, la calle principal del pueblo es peatonal. La gente es muy amable y nos saludan a nuestro paso. No hay muchos turistas y no tardamos en sentirnos muy cómodos en el lugar.

Después de comer vamos a Tundikel: un espectacular mirador orientado al Himalaya. Sin embargo, está muy nublado y no se ve absolutamente nada. Decepcionados, bajamos al pueblo -con unas vistas increíbles por el camino- y nos dirigimos a otro mirador: Thanimai.

Subimos hasta allí para ver el atardecer. Arriba del todo hay algunas personas que, como nosotros, están esperando a que atardezca. La verdad es que el lugar es alucinante y las vistas del pueblo desde arriba son increíbles. Merece mucho la pena este lugar, aunque la subida sea una pequeña paliza.


‎Bajamos antes de que oscurezca y nos vamos a tomar un lassi al sitio donde hemos comido. Nuestro segundo vicio del viaje (están tan buenos!) Además, al ser de yogur resultan el complemento ideal para el picante de las comidas.

Después, vamos a ducharnos y nos cambiamos de ropa para salir a cenar.

Una cena muy especial

Tras mirar la carta de varios sitios, nos cruzamos con un lugar que llama nuestra atención. Es una especie de casa o tienda con unos fuegos y una mesa. Preguntamos y la mujer nos dice que tiene momos y chowmein, a 100 rupias cada plato. Le decimos que vale y nos sentamos a cenar.

La cosa se pone interesante cuando vemos que va a preparar los momos allí mismo, con ayuda de su madre y de su hija. Entre las tres amasan, rellenan y dan forma a las bolitas que después meten en la vaporera. Nos quedamos hipnotizados con la clase de cocina improvisada y muy contentos con la elección porque además están buenísimos. El sitio, por si alguna vez vais a Bandipur, está frente al Kakshya Café. Decidimos que vamos a intentar, siempre que sea posible, comer en lugares de este estilo, al que hemos bautizado como «casas de comer » y que nos recuerdan a las ventanitas cubanas o a los sitios en los que solíamos comer en Zanzíbar.

Después de cenar nos tomamos unos pancakes en un sitio de la calle principal y nos vamos a dormir. Queremos madrugar mañana para ver el amanecer desde Tunkidel, si la niebla lo permite. Sin embargo, las cosas no salen como esperábamos: en la terraza donde hemos comido un grupo de chavales está de fiesta, con música a todo volumen y baile. Aguantamos un rato y, finalmente, salimos a decirles algo por la ventana. Sorprendentemente, cinco minutos más tarde han recogido todo y reina el silencio. Increíble.

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