Diario de Canarias (11): Hola, Gran Canaria
Diario de Canarias (11): Hola, Gran Canaria

Diario de Canarias (11): Hola, Gran Canaria

 

Empezamos a descubrir nueva isla. Esta vez toca una de las más turísticas del archipiélago y, aunque nosotros en general preferimos alejarnos de las cosas más turísticas, los sitios turísticos suelen ser por algo.. y claramente no nos lo queremos perder 🙂

Nuestra primera parada es un sitio que hemos visto bastante en Instagram y que nos llama mucho la atención: el barranco de las vacas. Sin embargo, la expedición resulta ser un fracaso porque en la ubicación en la que Google marca el aparcamiento no vemos nada, solo un recodo en la carretera (espoiler, ese resulta ser el aparcamiento), así que acabamos pasando de largo.

Seguimos conduciendo hasta llegar a Agüimes, un pueblecito que tiene bastante fama en la isla pero que no nos apasiona especialmente. No es que esté mal, pero lo cierto es que no tiene nada especial. Un poco decepcionados por el arranque del día decidimos apostar sobre seguro y nos vamos hasta el mirador de la Goleta, que es desde el que se inicia el sendero hasta el Roque Nublo. Este roque es el lugar más emblemático de Gran Canaria y es ciertamente precioso. Lo único, hemos cometido el error de venir en domingo y sobre las 12 de la mañana está toda la zona que no hay quien pare.

El sendero hasta el roque es sencillito y no muy largo, las vistas desde allí merecen mucho la pena y se puede ver claramente el Teide.

Tras el Roque Nublo nos vamos al mirador de la Caldera de los Marteles, donde paramos a hacer algunas fotos. Hay coches por todas partes y cuesta parar, aunque no son turistas: son canariones. Normal, por otro lado, es sábado y hace buen día (siempre), así que lo lógico es que aprovechen (más tarde, hablando con un amigo de la isla sabremos que los fines de semana es mejor ir a las zonas de británicos y alemanes -en época covid-, porque el centro de la isla se llena de residentes). Continuamos hasta el mirador Degollada Becerra, que vaya nombrecitos tienen aquí los miradores, y de ahí al mirador de Pico de las Nieves -nuestro preferido de la ruta-, que, aunque tambien está lleno, tiene una vista preciosa de Teide y del Roque Nublo.

Seguimos hasta Tejeda, donde paramos a comer. La cosa está complicada porque hay muchísima gente y, además, es el primer día del cierre del aforo interior, por lo que conseguir mesa está difícil. Finalmente nos sentamos en un restaurante llamado El Caminero que hay en la entrada del pueblo y, tras preguntarnos el propietario si vamos a comer, nos sentamos. Al parecer, solo te dejan sentarse si vas a comer porque no les sale rentable ocupar mesas para una cerveza. Pedimos dos platos, dos bebidas y pan y, para nuestra sorpresa, el camarero nos pone mala cara. Nos dice que pensaba que íbamos a comer. No entendemos nada, hemos pedido dos platos principales de la carta, comida suficiente para dos adultos… entonces nos salta que esperaba que al menos pidiéramos dos primeros y dos segundos por cabeza. Le decimos que para nosotros esto es suficiente para comer pero que si tiene algún problema, podemos levantarnos e irnos a otro sitio. Nos dice que no y se disculpa, la verdad es que la situación es muy violenta e incómoda. Es comprensible que quieran hacer la máxima caja posible por mesa, pero es que estamos hablando de que al final terminamos con una cuenta de 30€… que nos parece más que razonable para los 40 minutos que pasamos sentados. No sé, nos quedamos bastante en shock con este asunto. Nunca nos había pasado algo así.

Tras terminar de comer vamos al pueblo, recorremos el paseo principal mirando al roque Bentayga y , por supuesto, nos paramos en la famosa dulcería Nublo, donde tienen más de 80 tipos de palmeras de chocolate. Nos llevamos un par, una de polvito uruguayo y otra de galleta bandama (para luego,  porque estamos llenos) y damos un paseo.

Ponemos rumbo hacia el roque Bentayga (de lejos es precioso pero lo queremos ver también de cerca) pero, oh, sorpresa, la carretera esta cortada. No hay nada que hacer, así que damos media vuelta y nos vamos hasta Artenara. El pueblo tiene unos buenos miradores al valle pero los que de verdad nos dejan alucinados son los que hay en la carretera que lleva hasta allí: cada recodo, cada curva, nos trae un paisaje increíble.

Nos apuntamos uno de los puntos de la carretera para ver el atardecer y como todavía nos queda un rato para hasta entonces después de ver Artenara,  y nos vamos al parque Tamadaba. El parque está bonito, aunque lo están reforestando después de lo que parece que ha sido un gran incendio.. aún así se respira tranquilidad. En cualquier caso, lo vemos mirando al cielo, deseando que atardezca, porque el cielo cada vez está más y más bonito. Y efectivamente, no nos decepciona cuando volvemos a nuestro punto en la carretera: posiblemente sea el atardecer más espectacular que hemos visto en todo el viaje. Tanto, que nos va a costar horrores revelar las fotografías para que no parezcan de mentira, porque el color del cielo no parece real.