Diario de Egipto (5): Abu Simbel
Diario de Egipto (5): Abu Simbel

Diario de Egipto (5): Abu Simbel

 

Nuevamente nos toca madrugón: esta vez nos levantamos a las 4 de la mañana para desplazarnos hasta Abu Simbel, que está prácticamente en la frontera con Sudán y al que se tarda casi 3h en llegar.. Por nosotros hubiéramos salido antes, porque a esta hora es a la que salen todos los grupos (y muestra de ello es la que se forma en la recepción del barco), pero la barrera del puente abre a las 5 de la mañana, así que todos los vehículos salen a las 4:30.

Abu Simbel

La carretera pasa por una zona desértica y el paisaje es muy similar durante kilómetros, aunque curioso porque se pueden ver “pirámides” de arena formadas de manera natural. Hay un montón aunque, aunque para cantidad grande la de los controles de policía: El control de los turistas por parte de la policía egipcia nos parece brutal. Hay multitud de puestos en los que detienen al vehículo y preguntan al conductor cuántos turistas lleva y de qué país proceden. Tenemos la sensación de que saben perfectamente dónde ha ido cada uno de nosotros y qué ha hecho durante todo el viaje. Y por un lado está bien porque da sensación de seguridad, aunque también limita un poco a la hora de ir por libre, ya que por lo que nos cuentan no es posible viajar con un egipcio que no tenga licencia turística… y ya ni me imagino lo complicado que será alquilar un coche y moverte por tu cuenta.

Entre control y control, vamos entre durmiendo y leyendo la historia del templo: Abu Simbel es, posiblemente, la mayor obra construida durante el reinado de Ramsés II, que se lo dedicó a Nefertari, su esposa predilecta. Ramses II es el faraón en el que todos pensamos cuando pensamos en Egipto, fue el faraón más poderoso del Imperio Nuevo y gobernó 66 años, pertenecía a la dinastía XIX y su padre fue Seti I. Los griegos le llamaban Ozimandias.

El templo impresiona ya de llegada, con los cuatro enormes colosos de 20 metros a la entrada que representan al faraón. Lo bueno que tiene es que, aunque ya han llegado todos los grupos, los guías no tienen permitido el acceso al templo…. así que están dando las explicaciones fuera. Nosotros hablamos con Omar para hacerlo justo al revés: primero entramos al templo, que aún está vacío, para hacer algunas fotografías y después escucharemos las explicaciones. De todas formas, tenemos bastante idea ya porque hemos leído mucho sobre el tema antes del viaje… de hecho la mayoría de las explicaciones de guía ya nos las sabemos y le hemos pillado en alguna cosa que ha sido recientemente desmentida por los egiptólogos (Sí, somos unos frikis).

Dentro tenemos los bajorrelieves que cuentan las batallas del faraón y que se pueden ver dentro del templo, un poco su forma de hacer propaganda. Concretamente en el muro principal se cuenta la batalla de Qadesh, que enfrentó al faraón con los hititas. No es el único lugar en el que se cuenta, también tenemos la versión escrita en el poema de Pentaur y más bajorrelieves contando la película en Karnak, Abidos y Luxor. Ramses se flipa un poco y cuenta una historia muy épica, pero también muy falsa. Según su versión, cuando llegó a la batalla se encontró rodeado de enemigos, concretamente 2500 carros. Sus hombres huyeron y él se quedó solo… pero claro, él como hijo de un Dios tenía ciertos privilegios, así que el mismo Amón le ayudó a vencer a los hititas. Que esto es pura fantasía lo sabemos porque la realidad es que hubo un acuerdo, que incluía un matrimonio real para así evitar una guerra que nadie deseaba. De hecho, es el primer acuerdo de paz documentado de la historia y está en el museo de Arqueología de Estambul, es una tabla de arcilla.

Al templo de Abu Simbel le afectó la construcción de la presa de Asuán en 1960. La región entera se iba a inundar, por lo que se decidió trasladar el templo. Pero no solo tuvieron el problema con Abu Simbel, hubo otros templos afectados como Kalabchech, Itet el-Uali, Amada, Uadi es-Sebuah y Derr. Aunque, obviamente, el más importante de todos ellos es este. Lo primero que pensaron fue en construir un dique, pero lo tuvieron que descartar. Así que, como en Philae, se decidió trasladarlo piedra a piedra: 1036 bloques de 30 toneladas. Se estuvo desde 1963 a 1972, trabajaron 900 personas y se desplazó el templo 200 metros y, sobre todo, 64 metros por encima de su emplazamiento original. Pero no se quedaron ahí, no creáis, para respetar al máximo el aspecto original es que se levantó hasta una falsa montaña. La verdad es que el templo es espectacular  y cuesta muchísimo creer que haya sido desplazado, y mucho más imaginar que la montaña en la que se encuentra es artificial. Nos parece alucinante el trabajo que se hizo con esto, sinceramente.

Como agradecimiento por la ayuda recibida, por cierto, Egipto regaló a España un templo que es bien conocido por todos los madrileños, el templo de Debod. A los estadounidenses les regaló Dendur, que está en el MET. A los italianos Ellesiya, que está en el Museo Egipcio de Turín y a los Países Bajos el de Taffa, que también está en un museo. 

Hay bastantes grupos aunque nada que ver con lo que había ayer en Edfú. Se nota que esta excursión no va incluida en todos los paquetes y que muchos grupos la realizan al día siguiente. Con todo, es una suerte poder entrar los primeros al templo, cuando aún no ha entrado nadie. Y, curiosamente, somos los únicos con cámara (y que han pagado el correspondiente ticket).

Tras hacer algunas fotografías en el templo principal y escuchar la explicación de Omar, vamos al templo de Nefertari, que está justo al lado  y es un poco más pequeño. La peculiaridad del templo es que a la entrada hay estatuas de la reina, de gran tamaño, junto a las de Ramsés II. No era para nada habitual esto, ya que a la reina siempre se la representaba con un tamaño menor que al faraón, pero Ramsés II consideraba a Nefertari su igual y lo quiso representar así.

Un paseo en faluca

Después de visitar el templo regresamos al barco para comer. Por la tarde salimos a dar una vuelta por nuestra cuenta. Nos han ofrecido multitud de excursiones, todas carísimas, que nos apetecen más bien poco porque estamos hartos de ir con niñera. Nos apetece estar a nuestro aire, hacer las cosas a nuestra bola y mezclarnos con la gente local.

Nada más bajar del barco nos acercamos a las falucas que hay cerca y negociamos con un hombre para que nos lleve a la isla Elefantina, porque queremos visitar los yacimientos que ahí allí. Acordamos un precio de ida y vuelta, ya que se quedarán allí a esperarnos.

Cuando llegamos a la isla nos dicen que el museo está cerrado. No nos habíamos fijado en la hora, pero es verdad que son las 5 de la tarde. Nos quedamos un poco decepcionados y nos vamos a volver cuando el vigilante nos dice que bueno, que podemos pasar pero solo media hora. Pagamos la entrada y pasamos con él, que nos hace una visita rápida por todo el complejo: La isla se llama así porque en egipcio antiguo se llamaba Ab o Abu (ȝbw), que significa elefante. Llegó a ser capital del nomo I del Alto Egipto y era considerada un lugar estratégico porque estaba junto a la primera catarata, una frontera natural.

Los restos arqueológicos que hoy quedan en la isla pertenecen al templo de Khnum, el dios con cabeza de carnero. También se puede ver un nilómetro, que se utilizaba para medir las crecidas de las aguas del río.

Un poblado nubio.. de verdad

Los nubios fueron los primeros habitantes de la zona central del Valle del Nilo, lo que hoy sería el sur de Egipto y el norte de Sudán.  Tienen su propia lengua, cultura, tradiciones e historia. Actualmente en Asuán hay cinco asentamientos nubios, provenientes de la zona inundada por la presa de Asuán.

Los turistas suelen visitar siempre uno de ellos, previo pago, y por lo que hemos estado leyendo está terriblemente masificado y turistificado. Es un mercadillo andante, como hemos visto tantas veces en sitios como el Lago Titicaca, por ejemplo. No nos apetece para nada repetir esa experiencia.

Sin embargo, en el asentamiento de la isla Elefantina nos encontramos algo muy diferente. Para empezar nadie nos pide que paguemos una entrada, ni nada. Al llegar nos topamos con un hombre que está sentado en la puerta de su casa y que nos invita a entrar y ver su colección de antigüedades. Se llama Mohammed y tiene un montón de objetos curiosos, desde cocodrilos disecados (que me asegura que murieron de manera natural) hasta lámparas francesas de la época napoleónica. La verdad es que tiene objetos de lo más diversos y estamos un buen rato viéndolos y charlando con él. Tememos que al irnos nos pide una propina, pero no, lo único que nos pide es que firmemos en su libro de visitas donde recopila a todos los que han visto su colección.

Paseamos por el poblado. Hay niños jugando que nos piden que les hagamos fotos y luego se parten de risa al verse, pero no nos piden dinero ni nada por el estilo, solo la curiosidad innata infantil. Señoras que nos saludan con amabilidad. Un hombre que nos acompaña un rato y trata de comunicarse como puede con nosotros. Y eso es todo. Es una experiencia genial porque sentimos que simplemente somos dos personas paseando por un barrio, sin que nadie trate de sacar nada de nosotros o conseguir nada, solo la curiosidad de ver a dos extranjeros pasar frente a tu casa. Es algo refrescante.

Volvemos a la faluca, que ya nos estaban metiendo prisa (aunque nos habían dicho que todo el tiempo que quisiéramos), y nos proponen dar un paseo bordeando la isla para ver el atardecer. Negociamos el nuevo precio y nos ponemos a ello. La verdad es que la experiencia es una pasada, ver atardecer desde el río Nilo, tranquilamente en nuestra faluca. Una maravilla.

El bazar de Asuán

Tras el paseo en faluca  salimos a dar un paseo por el bazar (otra excursión que te tratan de vender y que no tiene sentido alguno porque el bazar está a dos calles del barco).

Al bajar nos saluda un chaval que nos dice que trabaja en el barco. Nos cuenta que va a comprar especias para la cena y nos pregunta si nosotros vamos al bazar. Le decimos que sí, que queremos dar una vuelta y hacer algunas fotos y nos dice entonces que si queremos podemos ir con él porque el bazar de los turistas no tiene nada y que él va al bazar auténtico, el de la gente local. Como nos parece bastante majo, vamos charlando tranquilamente con él y aprovechamos para preguntarle algunas cosas sobre el país. Todo fantástico hasta que nos mete en una tienda que huele a turistada desde El Cairo. Nada más entrar nos ofrecen un té de hibiscus y, la verdad, aunque sabemos sobradamente que esta es la típica turistada para vendernos especias a precio de oro y que no se cree ni él que haya ido a comprar nada para el barco, nos sentamos a tomarnos el té porque están tremendos estos tés y hace mucho calor. Y así de paso nos enteramos de qué especias tenemos que mirar luego en el bazar de verdad.

Cuando acaban la explicación nos despedimos amablemente y, la verdad, ni nos insisten ni nos ponen mala cara. Salimos tan contentos con nuestro té y nuestros dátiles y nos vamos a buscar nuestras especias y hacer fotos… pero el chaval nos sigue. Se mete detrás de nosotros en una tienda de especias y le dice algo al dueño en árabe que hace ver que es para ayudarnos, pero creemos que realmente viene a ser algo como quiero mi comisión porque los precios que nos dan son desorbitados. Pretenden hacernos creer que 100 gramos de canela a 5 euros es un chollo… le decimos que para eso lo compramos en nuestro país y nos vamos. Nos ponemos a dar vueltas y a hacer fotos hasta que el chaval ya parece hartarse y comprender que no va a sacar comisión de nada a nuestra costa, así que nos dice que acaba de recibir una llamada y que tiene que irse a ver a un familiar… ya.

Nosotros seguimos a nuestro aire, haciendo fotos a la gente, que es genial. Nos piden ellos mismos que les fotografiemos y charlan con nosotros, los que hablan inglés o español, sobre las dificultades que han tenido los últimos meses con el tema del coronavirus. Acabamos comprando un par de imanes y la famosa canela… a 50 céntimos los 100 gramos. En un sitio mucho menos mono, eso sí 😀

Volvemos al barco para cenar (volvemos al menú internacional) y volvemos al al bazar en cuanto terminamos porque nos ha encantado la experiencia: La gente en Egipto es muy amable y para nada pesada. De hecho, nos sorprende porque hemos escuchado a varios turistas quejarse de que son muy pesados, pero no es en absoluto nuestra sensación. Es cierto que se acercan y te hablan, pero la mayoría no insisten más de un par de veces cuando notan que no tienes interés… y, en cambio, enseguida que notan que estás receptivo quieren charlar contigo sobre cualquier cosa y, supongo, practicar su español o su inglés.

El bazar de turístico tiene poco, de hecho la parte turística la dejamos rápido atrás y nos metemos en la zona de mercado más local, donde venden productos que ningún turista compraría (esponjas naturales, ropa de diario, juegues de plástico para los niños, fruta y verdura… vamos, la compra diaria de cualquier familia egipcia). Nos lo pasamos en grande haciendo fotos y volvemos con una buena colección de retratos. Por fin estamos en nuestra salsa, tanto que nos cuesta horrores volver al barco porque no nos apetece…

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