Michamvi (12)
Michamvi (12)

Michamvi (12)

Nos despertamos a las 5:30 de la mañana para ver amanecer desde la playa. El cielo está precioso, de color rosáceo y violeta. Tembo juega con un amigo en la playa. Después me vuelvo a la cama. D se va a dar un paseo. Vuelve al rato diciendo que ha encargado el desayuno y coge más dinero para ir al pueblo a buscar unos zumos. Cuando regresa trae chapatis. Me cuenta que se los ha encargado a una mujer que estaba en su casa cocinando, gracias a la ayuda de un vecino que hablaba inglés. Además, ha negociado con un taxista de la zona transporte hasta Michamvi por 10000 tzs.

Salimos a dar un paseo por la playa. El agua está algo más fría que ayer y la playa parece más limpia, con menos algas. Caminamos un rato hasta que llega la hora de rehacer las maletas y salir hacia Michamvi.

El taxista no aparece a la hora acordada. Nos mosqueamos un poco, pero la polaca nos dice que es normal que tarden un poco, que aquí no se lleva ser puntual. Finalmente aparece casi veinte minutos más tarde y salimos. El trayecto es corto, apenas 15 minutos. Encontramos el hostal Sagando sin problemas esta vez. El sitio es muy curioso: tiene una zona de recepción con hamacas y columpios, donde además hay WiFi. Llevamos varios días sin conexión y se agradece poder escribir a casa. Nos dan una cabaña enorme, con baño y ducha. Nos parece increíble lo que valoramos ahora una ducha que funcione bien, no es algo tan frecuente en África. El agua, eso sí, fría.

Salimos a dar un paseo. Aquí debe de ser frecuente que la gente se quede encerrada en la playa porque tienen un cartel avisando de la hora a la que hay marea alta y baja.

Llegamos a la playa en apenas cinco minutos, acompañados por alguien del hostal ya que el camino es algo enrevesado. Esto parece una zona de pescadores. Hay muchas barcas y apenas dos o tres turistas. Sólo vemos un resort abierto, pero hay varios solares que parecen estar en construcción. Pasamos por un restaurante que parece regentado por locales y preguntamos el precio de la comida. No tienen carta y, como viene siendo frecuente aquí, improvisan el precio. Un plato de arroz y pescado por 20000 tzs. Es una locura de precio, regateamos un poco pero al final no nos convence y nos vamos.

Llegamos a la zona donde desemboca el río. Es una pasada de lugar, absolutamente paradisíaco. Además estamos solos completamente, el agua está limpia y preciosa, la arena blanca y fina… Nos damos un baño.

Regresamos al hostal después de un buen rato. La marea está bajando y ahora se puede llegar sin pisar el agua. Preguntamos en el hostal por algún sitio para comer y nos enseña un restaurante local que hay justo frente al hostal. Además, lnos indican cómo llegar hasta el pueblo. Nos cambia de golpe la perspectiva sobre el lugar, ya que estábamos un poco desesperados pensando que no íbamos a encontrar nada por la zona, tan aparentemente deshabitada.

Vamos al restaurante y negociamos dos platos de tortilla Tanzana por 6000 tzs. Mientras lo preparan vamos al pueblo, que está a 10 minutos andando. El pueblo lo forman cuatro casas y una escuela, está como siempre junto a la carretera principal. Sólo hay una tienda donde compramos agua. Un tipo que habla con el tendero está comiendo algo, pregunto qué es y me dicen que un dulce a base de azúcar y frutos secos. Cojo un par para probar, por 100 tzs cada uno. Resultan estar buenísimos, así que nos llevamos 6 más. Como siempre, nos los dan envueltos en papel de periódico.

Regresamos al restaurante. Hay un grupo de locales bebiendo Konyagi bastante borrachos. Uno de ellos está cantando y bailando, están armando un buen espectáculo. La tortilla está muy rica. Nos la tenemos que comer con las manos porque no tienen cubiertos; nos dicen que así probamos el estilo swahili. Terminamos de comer y volvemos a la playa. Hace muchísimo calor y la marea ha bajado mucho. En la orilla empezamos a ver un montón de medusas muertas, lo cual no nos gusta nada. Al llegar al sitio de esta mañana, descubrimos que no queda nada del paraíso. La marea ha bajado mucho y no parece el mismo lugar. Nos echamos un rato la siesta debajo de un árbol después de darnos un baño, el calor es horrible y estamos hartos de tanto sol.

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Después de un rato vamos hacia el otro lado de la playa. La marea sigue muy baja y está todo lleno de algas. Vemos un par de resorts más, que parecen bastante lujosos, pero no hay apenas turistas. También hay mucha gente corriendo por la playa, extranjeros sobre todo.

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Nos sentamos a ver atardecer y, cuando anochece, regresamos al hostal. Después de darnos una ducha, nos tumbamos en la cama a ver las fotos que hemos hecho… y nos quedamos dormidos.

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