A la 1 de la madrugada suena el despertador. Nos ponemos en marcha hacia el volcán Ijen, primero en coche y después a pie. Es una caminata durilla, porque se hace de noche y la inclinación es bastante acusada. Además, somos bastantes turistas y eso entorpece la marcha.
Una cosa que nos llama bastante la atención es que hay porteadores de personas: entre dos o tres y con ayuda de un carromato, suben a los turistas que no quieren hacerlo a pie. Nos parece muy curioso porque después, para bajar a ver el blue fire, no les va a quedar más remedio que hacerlo por sus propios medios. Si no son capaces de subir esta cuesta, ¿cómo piensan bajar al cráter? No tenemos ni idea.
El descenso al cráter
Cuando llegamos a la cima empezamos a descender al cráter. Es un camino complejo, estrecho y resbaladizo, hay una especie de escaleras en la piedra, pero no todos los escalones están en buen estado y algunos tienen demasiada altura. Eso sumado a que no hay nada de luz y que somos un montón de gente tratando de bajar, complica mucho las cosas. Tardamos un ratillo en bajar, aunque la distancia no es excesivamente larga, porque tenemos que ir despacito y mirando bien dónde pisamos.
El Blue fire
Una vez abajo, entre la aglomeración de gente, el magnífico blue fire. Es absolutamente hipnótico y, durante un segundo, se nos olvida dónde estamos y lo que nos ha costado llegar hasta aquí. Lamentablemente, al momento, una nube de azufre me devuelve a la realidad: los ojos comienzan a picarnos de una manera terrible y parece que nos ahogáramos. Nos agachamos para tratar de evitar la nube y respirar algo de oxígeno, desplazándonos a otra zona hacia la que no se dirige la nube. El problema es que el aire va cambiando y la nube de humo tóxico es impredecible, lo cual hace que estar aquí resulta un poco agobiante y no sabemos si también peligroso.
Eso es algo que no se suele contar sobre Ijen y que nos gustaría explicar aquí. El cráter de Ijen NO es seguro. El humo que aquí se respira es tóxico. De hecho, al subir se puede leer perfectamente en varios carteles que está prohibida la bajada al cráter a los turistas. Esto, al menos nosotros, no lo sabía antes de ir. Creo que me lo hubiera replanteado de haber sido consciente de ello. Lo cierto es que, a veces, en el cráter se pasa mal: el humo no te permite respirar y la sensación en tus pulmones y ojos es muy mala. Nosotros apenas aguantamos unos minutos y tuvimos que irnos. Las mascarillas que te dan no sirven de absolutamente nada. A día de hoy solo recuerdamos lo bello que era el fuego azul, pero es cierto que no tuvimos más de unos pocos minutos de disfrute.
Al amanecer
Aún a oscuras, emprendemos el camino de subida. Algunos vamos con bastante prisa, deseando salir de la maldita nube de humo tóxico. No entendemos cómo hay gente que se queda ahí tanto rato si apenas se podía respirar allí. Tampoco entendemos lo de los mineros: según nos ha contado el guía, reciben mil rupias por cada kilo de azufre que sacan de aquí, siendo la carga que suben en cada viaje de aproximadamente 80 kilos. Esto son 80.000 rupias por subida, menos de 5 euros. Una subida horrible y difícil, más aún para ir con peso, sumado a la incomodidad que aportamos los turistas que por aquí andamos. Entendiendo que ellos están más que acostumbrados a subir y bajar, aún así, ¿cómo puede compensarles? Los que estaban a la entrada subiendo a turistas en carretilla pedían 600.000 rupias por viaje. Ayer en Bromo nos alquilaban los abrigos a 25.000 rupias. Habiendo tantos turistas aquí, ¿cómo puede ser que no tengan que seguir minando para subsistir? Tampoco acabo de comprender cómo no se ha implementado un modo más eficaz de extraer el azufre de volcán. No sé, sentimos que hay algo que no nos han contado de este lugar.
En cualquier caso.. subimos hasta una zona en la que hay un saliente de roca bastante amplio, donde nos sentamos a esperar el amanecer. No es que sea particularmente bonito, ya que no amanece por aquí, pero sí queremos ver con la luz del día el lago que hay en el interior del volcán. Es de un color azul celeste precioso, que no hace imaginar su alto contenido en azufre. Vemos que mucha gente se ha quedado abajo para verlo. De verdad que no nos lo explicamos.
El descenso
La bajada desde Ijen es todo lo que no ha sido la subida: el ir cuesta abajo ayuda, sí, pero sobre todo se valora la luz y el poder contemplar el majestuoso paisaje que tenemos enfrente. Es un camino muy bonito, únicamente estropeado por los turistas que bajan en carretilla, obligando a todos los que bajamos a pie a apartarnos constantemente.
Nos montamos en el coche -apestado a azufre :S -, y partimos hacia el puerto de Ketapang, donde cogemos un ferry al puerto de Gilimanuk, en Bali. El ferry nos sale por 7500 rupias por persona, al ser un grupo. Una vez allí, buscamos un par de taxis para que nos lleven a Ubud (un trayecto de tres horas y media).
Ubud
Duchados e instalados en el (precioso) hotel donde pasaremos las próximas tres noches, nos vamos a dar una vuelta por la zona. No encontramos nada local o con precios razonables, así que al final, como tenemos hambre, nos metemos a comer en un lugar llamado Murni’s Warung. Efectivamente es algo más caro de lo que veníamos viendo en Java, así que aprovechamos que vamos a pagarlo a precio occidental para pedir unas hamburguesas.
Después de comer, nos acercamos al Campuhan Ridge Walk, que está muy cerquita. Se trata de un paseo entre la vegetación con unas vistas muy bonitas y un ambiente muy agradable. Cuando anochece, nos damos el lujazo de ir a un SPA que hay cerca a darnos un maravilloso masaje balinés de hora y media de duración por 110.000 rupias cada uno: una gozada.