Empezamos el último día de excursiones por Egipto. A partir de esta tarde ya seremos libres de movernos cómo queramos. Nos sentimos felices. Es muy cómodo que te lleven y te traigan de los sitios, que te expliquen todo… pero la sensación de ir supeditados a un horario es algo agobiante, y también nos deja con la impresión de no empaparnos lo suficiente del país. Es como si lo visitáramos desde una burbuja.
La alta presa de Asuán
Asuán es un sitio estratégico porque aquí están las dos presas que “controlan” el Nilo. Y es que el Nilo tiene una peculiaridad: se desborda cada año cuando las aguas que llegan de Uganda y Sudán fluyen hacia el bajo Nilo en verano. Esto está muy bien, porque hace que las tierras próximas al río sean terriblemente fértiles…pero claro, esto no se podía controlar, por lo que también se daban ocasiones en las que se inundaban las cosechas o había sequía. Así que lo que se hizo fue construir una presa para controlar el nivel de las inundaciones y así proteger las plantaciones. La primera, la Baja Presa la construyeron los británicos entre 1899 y 1902 y la segunda, la alta Presa entre 1952 y 1970.
Nosotros vamos a visitar la Alta Presa, la nueva, que se construyó con ayuda de la Unión Soviética y, por eso, tiene un curioso monumento muy soviético a la entrada.
Ahora mismo Egipto tiene un conflicto con Etiopía, porque han construido una presa en su parte de Nilo Azul que podría dejar sin agua a Egipto y Sudán… y esto no les ha gustado un pelo. La situación es bastante tensa y aún no se sabe qué pasará, pero desde luego la polémica está servida.
El templo de Philae
La siguiente parada de la ruta es el templo de Philae, donde podemos apreciar realmente la caída del turismo en la zona… solo viendo la cantidad de barcas que hay aquí, vacías, sin turistas, es una muestra de lo que tiene que ser esto en temporada alta y sin covid.
El templo de Philae se llama así porque se construyó en la isla del mismo nombre. Hasta aquí todo bien, pero… tras construir la Baja Presa de Asuán, la isla se sumergía durante varios meses al año y del templo solo se veían las partes altas en ciertos meses del año. Y el resto se iba deteriorando. Cuando se decide construir una segunda presa, el templo se ve condenado a la desaparición. La comunidad internacional reacciona y se decide trasladar el templo. Se traslada a la cercana isla de Algikia. Colaboran 22 estados y se trasladan más de 45.000 bloques de piedra. El traslado dura 6 años.
El templo está dedicado a Isis y, la verdad, es que es una pasada. El hecho de que esté en una isla ayuda mucho a que resulte más impactante aún, sobre todo a medida que te acercas en el barco. Nos alucina que no se note nada que ha sido trasladado, solo se percibe que las partes bajas están más desgastadas porque, obviamente, pasaron muchos años sumergidas bajo el agua.
Este templo tiene algo muy especial, y es que aquí se escribió el último jeroglífico egipcio. Bueno, mejor dicho, se talló en piedra el último jeroglífico egipcio. En este lugar el idioma que había sobrevivido durante más de tres mil años, se perdió para siempre.
Otra turistada
Nuestro guía Omar nos ofrece entonces ir a visitar la fábrica de papiros, turistada que ya vivimos en El Cairo. Una de especias, turistada que ya vivimos ayer. Una de algodón, turistada que no nos interesa. O una de esencias. Esa nos llama más. Realmente no queremos comprar nada pero tenemos y un té de hibiscus con dátiles siempre se agradece, además queremos oler las esencias aunque no tengamos interés en comprarlas. Así que allá que vamos.
Termina siendo una experiencia muy curiosa porque el hombre que nos hace la demostración ha estudiado español en el Instituto Cervantes y rápido nos ponemos a charlar tranquilamente sobre España, la formación en Egipto y los planes que tiene a futuro. Y encima nos tomamos un té delicioso y salimos oliendo a faraón xD
Una catedral copta
Tras la tienda hacemos una parada rápida en la Catedral copta del Arcángel Miguel en Asuán. Es curiosa porque no llega a ser completamente católica y, sobre todo, porque tiene algunas cosas peculiares, como por ejemplo que está repleta de niños y familias sentados tranquilamente en los bancos y charlando… algo impensable en una catedral católica.
La mayoría nos mira mientras juegan y charlan, pero un grupo de niñas se nos acercan y, como si fuéramos dos celebridades, empiezan a pedirnos que nos hagamos fotos con ellas. Es algo habitual en ciertos países, sobre todo en sitios con poco turismo o en los que más llama la atención nuestro aspecto. Lo curioso es que no esperábamos para nada algo así en Egipto, con todo el turismo que tienen, y nos ha pasado ya en varios sitios del viaje.. aunque nada como en esta iglesia! 😀
El siguiente destino ya es el barco, donde hacemos nuestra última comida. Hemos tenido suerte y nos han dejado quedarnos en una habitación hasta la hora en la que tenemos que irnos al aeropuerto, así que nos podemos echar una siesta y darnos una ducha. Hoy están empezando ya a llegar los nuevos pasajeros, que harán el crucero en sentido inverso.
Tras la siesta, y como nuestro vuelo es tarde, nos vamos a tomar un té de hibiscus a la zona por la que estuvimos ayer. Al poco de salir del barco nos saluda un chaval y nos dice que trabaja en el barco… esto ya lo hemos vivido. Se confirma nuestra sospecha de que eso debe ser una maniobra habitual para conseguir que los turistas se confíen y colarles la comisión en la tienda de turno. Le decimos amablemente que ya tenemos plan y el chico se despide sin más de nosotros.
El bazar y el timo del té
Hace mucho calor y hay muchos puestos cerrados (el mercado cobra vida por la noche), así que nos vamos a un café que hay por la zona del bazar de ayer. Preguntamos al dueño, y su mujer y su hija que nos dicen que el té vale cinco libras. Nos aseguramos bien de haber entendido el precio, pulsándolo en una calculadora y señalando el vaso y nos dan el ok.
Nos sentamos en la terraza y nos traen el té. Nos lo tomamos tranquilamente y, cuando vamos a pagar, nos dice la mujer que no, que paguemos en el bar de al lado. No entendemos nada. Le damos el billete de 10 libras al del bar de al lado y nos dice que no, que son 50. Enseguida entendemos la jugada: en lugar de ponernos el té las mujeres del bar en el que nos hemos sentado, le han pasado la venta a los de al lado para que nos intenten sacar 40 libras más. Les decimos que de ninguna manera y se ponen farrucos. Discutimos un rato con ellos hasta que sacamos el teléfono y les decimos que vamos a llamar a la policía turística para que aclare el conflicto. Reculan de inmediato, con mala cara cogen las 10 libras y nos dejan tranquilos.
Nos damos una vuelta más por el bazar y compramos algunas especias más antes emprender el camino de vuelta. La gente con la que hablamos ayer nos saluda y nos desea buen viaje e, incluso, nos cruzamos con los que nos han intentado estafar hace un rato, que nos saludan amablemente como si no hubiese pasado nada.
Un poco tristes al dejar esa ciudad que tanto nos ha gustado, recogemos nuestras maletas para irnos al aeropuerto: Regresamos a El Cairo.
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